“Las gafas moradas cambian tu percepción y tu lugar como sujeto en el mundo, pero también te hacen más cauto: te abren en canal y te ofrecen un espejo que puede incluso avergonzarte. Tanto el feminismo como el arte te confrontan con el mundo y hacen que revises tus propias miserias”.
Javier Joven
¿Cómo articulamos en la práctica nuestros posicionamientos éticos? Las actitudes cotidianas importan tanto como los proyectos que promovemos o las obras que producimos. Transformar el sistema del arte, que consideramos inmovilista, lineal, violento y patriarcal, pasa por crear relaciones afectivas horizontales, empáticas y feministas en las que los cuidados y la colaboración pasen a un primer término.
La escritura de un texto para el catálogo del pintor Javier Joven me permitió observar con agrado cómo algunos artistas masculinos están llevando a cabo una silenciosa y efectiva revolución, valorando la conciliación familiar tanto como su práctica artística; abandonando la imagen rancia del pintor romántico que la Historia disculpa de lo mundano para que pueda ocuparse en exclusiva de su obra.
En esta entrevista sobre su práctica, Javier Joven nos habla de su manera de entender el arte en la cotidianidad y desvela cómo el pensamiento feminista transformó su manera de percibir la realidad.
SUSANA: Javier, ¿de qué modo se entrelazan en tu vida las tareas artísticas, la crianza y la enseñanza?
JAVIER: Lo cierto es que procuro que las diferentes facetas de mi vida se contaminen lo más posible entre sí, provocando disrupciones, mezclas e intercambios. Entiendo que actualmente vivimos como personas escindidas en diferentes modos de ser, y eso nos conduce al aislamiento y a la hipocresía, que alimenta toda esta “voracidad social que nos rodea”. Me gustaría tender hacia un espacio indiferenciado donde ser siempre yo (un yo dúctil, no esencialista, pero siempre auténtico).
SUSANA: Tienes un hijo y, por lo que observo, estás implicado en su crianza.
JAVIER: En la medida de lo posible, hago que mis tareas artísticas sean el trasunto de mi vida cotidiana; estar con mi hijo me reporta una vivencia poética indescriptible y la enseñanza me curte en paciencia y me enseña constantemente mis límites y mi vulnerabilidad. Toda esta vivencia –agradecida– de las cosas, sobre todo de las que comúnmente consideramos “extraartísticas”, en la medida en que la vuelvo consciente, se transfiere a mi actividad en el estudio.
SUSANA: Javier, he visto que tu actividad artística también contagia tu labor de educador, en la que no eludes la militancia. ¿Puedes hablarme un poco de ello?
JAVIER: Siguiendo esta teoría de los vasos comunicantes, he llegado a hacer performances en mis clases de la Facultad de Educación de Zaragoza; he organizado protestas con el alumnado universitario contra la LOMCE; he comisariado una exposición de mi alumnado de Bellas Artes en Teruel; actualmente trabajo temas relacionados con mis proyectos artísticos en mis clases de Educación Plástica, Visual y Audiovisual; introduzco en mis obras pictóricas sugerencias directas de mi hijo; escenifico en imágenes la transformación que obran en mí mis lecturas; me autorretrato como docente; me planteo maneras más relacionales de llevar a cabo mi trabajo artístico… Sin ir más lejos, el otro día fui pregonero de las fiestas de fin de curso del centro escolar en el que trabajo y leí mi discurso ataviado simbólicamente –con un antiguo traje elaborado por mi tío abuelo, que era sastre y pintor–, tal y como aparezco en mis últimas obras. Viéndolo a vista de pájaro, supongo que el elemento que entrelaza y nutre mis tareas artísticas, la crianza y la enseñanza, es el amor. Lo digo sin ambages, tomando conciencia de su sentido radical.
SUSANA: Tu pareja, Paula Gonzalo Les (Zaragoza, 1984), es una activista feminista implicada desde hace muchos años en aportar una perspectiva feminista a sus proyectos de Historia del arte y comisariado. ¿Cómo vives las luchas de las mujeres estando tan cerca de Paula?, ya que soy consciente de que vuestro encuentro supuso para ti ahondar en el pensamiento feminista e incorporarlo a tu trabajo desde entonces.
JAVIER: En 2003 realicé un proyecto (que fue además mi DEA doctoral) titulado Pilar: (auto) retrato de un cuerpo. En él plasmé el testimonio vital de Pilar, una mujer mastectomizada, harta de los estereotipos sociales y de las violencias cotidianas sobre su propio cuerpo, que quería mostrar su imagen a través de mis pinturas. Ella se comprometió a narrarme sus sensaciones y yo a plasmarlas. El proyecto estuvo lleno de magia y compromiso desde el primer día en que me encontré con Pilar (que me mandó un email sin conocerme de nada, tras visitar una de mis exposiciones), y me abrió la puerta a los escritos de Lynda Nead sobre El desnudo femenino, a los de La enfermedad y sus metáforas de Susan Sontag, a la teoría de la performatividad de género de Judith Butler o a la obra de artistas como Jo Spence o Hannah Wilke, por citar solo algunas referencias. Abrirme a la percepción del feminismo, partiendo de la empatía, alumbró por completo mi posición y me hizo consciente de muchas cosas (y lo sigue haciendo).
SUSANA: ¿Y en ese momento aparece Paula?
JAVIER: En 2008, Maite Solanilla, responsable de la Sala Juana Francés –Casa de la Mujer del Ayuntamiento de Zaragoza–, me presentó a Paula, que en ese momento realizaba un estudio doctoral titulado La actividad expositiva de las artistas en España: la Sala Juana Francés. En ella, descubrí un discurso armado de erudición y legibilidad del que sigo aprendiendo a día de hoy a través de sus conferencias y, sobre todo, de nuestras conversaciones. Lo que en mí eran destellos intuitivos, en ella es luz que alumbra una manera de ver e interpretar el mundo. Además, ella es, como Pilar, el sujeto de la enunciación de estas problemáticas, así que habla también desde la legitimidad de su experiencia.
SUSANA: Deduzco que a partir de ahí te pusiste las gafas moradas e intuyo que se produjo “tu despertar feminista”.
JAVIER: Las gafas moradas cambian tu percepción y tu lugar como sujeto en el mundo, pero también te hacen más cauto: te abren en canal y te ofrecen un espejo que puede, incluso, avergonzarte. Tanto el feminismo como el arte te confrontan con el mundo y hacen que revises tus propias miserias. Paula es mi espejo. También mi crítica más radical (quien conoce y analiza de veras la raíz de mis trabajos). En otros proyectos posteriores al de Pilar también exploré la empatía con otras voces silenciadas. Por ejemplo, viví la experiencia en Bañado Sur (Asunción, Paraguay), donde conocí de primera mano la pobreza material (y la riqueza humana), pero eso es otra historia. Quizá por todo ello mi último proyecto ha girado la vista hacia mi proceso interior. No obstante, cada día me interesan más aspectos de la obra de algunas artistas, que confronto con Paula, sobre todo en lo tocante a la reflexión de sus problemáticas cotidianas y la expresión de los márgenes que habitan. Todavía tengo muchísimo que aprender de Annette Messager, Eleanor Antin, Eulàlia Grau, Esther Ferrer, Beth Moysés y tantas otras…
SUSANA: Además, siempre estás cerca de muchas mujeres artistas, a las que admiras, sigues y apoyas.
JAVIER: Sí, he conocido artistas maravillosas que han alumbrado mi vida y mi trabajo, sin las cuales no sería el mismo. Me refiero a Greta Alfaro, Vicky Méndiz, Carole Fékété, Soledad Córdoba, Alicia Vela o Paloma Marina.
SUSANA: Me ha parecido interesante cómo todo ese proceso de revisión de los privilegios y del papel de autoridad que la Historia del Arte canónica ha otorgado a la figura del pintor masculino, te ha llevado a una revisión muy íntima, que pasa por analizar tus recuerdos familiares, tu vida interior y espiritual… “empezar a hablar de ti”. En Contra acción (2017), tu último proyecto, me pareció muy acertado cómo mezclas la memoria familiar, “la curación de tu pasado”, con tus inquietudes intelectuales y filosóficas…
JAVIER: Siempre he querido hablar desde mí, quizás influido por mis experiencias con el eneagrama, la bioenergética y la terapia Gestalt en Zaragoza (de la mano de Jorge Puig), y por la famosa afirmación de Fritz Perls: “yo soy yo y tú eres tú…”; pero no como la expresión de un egotismo insano, sino como sujeto de la enunciación, humilde dueño del discurso propio en calidad de vividor del mismo. En esto he aprendido también mucho de las artistas feministas. A menudo mis proyectos hablan desde el yo, pero también intentan transcenderlo. Me da la sensación de que es la única manera de generar un discurso honesto, aunque sea limitado. Y, por supuesto, tiendo hacia la reformulación de la máxima de Perls que haría el maestro zen Thích Nhất Hạnh con este poema (1989):
Tú eres yo, y yo soy tú. / ¿No es evidente que nosotros intersomos?/ Tú cultivas la flor en ti mismo, / para que así yo sea hermoso. / Yo transformo los desperdicios que hay en mí, / para que así tú no tengas que sufrir. / Yo te apoyo; / tú me apoyas. / Estoy en este mundo para ofrecerte paz; / tú estás en este mundo para traerme alegría.
SUSANA: Estoy muy de acuerdo con lo que planteas. Empieza a tener poco sentido hablar de cosas exteriores desde “el exotismo”… Al final, hablar de lo que uno conoce y puede compartir es lo más honesto. En este momento, tú y yo compartimos esa búsqueda de una mirada serena más allá de los juicios.
JAVIER: Entiendo que todo lo que acontece en nosotros puede contribuir a enriquecer lo real, que es algo interrelacionado, como apunta de manera tan preciosa el taoísmo. Y a la vez necesito escuchar el discurso ajeno: tengo una sed inagotable de entrar en la(s) otredad(es), en las creaciones de las demás sensibilidades, y nutrirme de todo aquello que me ensancha. Cine, literatura, filosofía, arte contemporáneo… me falta tiempo.
Así que, al final, mi discurso parte de mi experiencia como algo genuino, se sube al lomo de otras experiencias gigantes y regresa humilde a su hábitat, para aspirar así a transmitir algo de verdad.
SUSANA: En Contra acción (2017) se mezclaban la serenidad y el arrebato. Un moverse desde la quietud…
JAVIER: Contra acción (2017) ha supuesto una mezcla entre silencio propio y discurso ajeno. Reflejo de mí y disolución en lo abstracto, voz propia y voz del pueblo (con permiso de Agustín García Calvo), opinión e iluminación. Búsqueda honesta de la naturalidad de un discurso fluido y antidiscurso, inefabilidad y descripción, minimalismo e hiperrealismo en un mismo plano de representación. Y elementos de mi pasado que afloraban casi sin querer y se superponían. Ha sido, en efecto, todo un palimpsesto de inquietudes filosóficas, espirituales, pictóricas y vivenciales.
SUSANA: ¿Qué soluciones se te ocurren para que los artistas participen activamente en la transformación social? Creo que ya hemos hablado alguna vez cómo sería maravilloso que los artistas pudieran compartir experiencias y conocimiento con los niños y los jóvenes en los colegios, por ejemplo…
JAVIER: Aunque desde el principio mis proyectos artísticos han tenido un fuerte matiz social, siempre he oscilado entre la fe incondicional –conscientemente ingenua– en la capacidad emancipadora del arte (quizá contagiada por el entusiasmo de las profecías del modernismo y las vanguardias) y el descreimiento absoluto en la capacidad humana para cambiar el rumbo de nuestra estupidez (contagiada por el posmodernismo y el posposmodernismo que ha venido después). No obstante, aun cuando el arte no es un agente de cambio social como nos gustaría, a menudo ejerce como agitador puntual y revulsivo y se aúna a otras voces más amplias. Cuando construyes relatos visuales, ahí queda algo, aunque sea el mero testimonio, las imágenes, pese a todo (con permiso de Didi-Huberman). El arte sigue siendo absolutamente necesario. A veces creo que es el único garante de la cordura en nuestras sociedades desquiciadas, la reserva de su sensatez. Creo que esta fluctuación entre la fe y la incredulidad máximas en las posibilidades del ser humano tiñe mis obras de candidez y cinismo a un tiempo. Tengo una mirada escindida y paradójica, anhelante y descreída.
No creo que mis proyectos hayan transformado a nadie más profundamente que a mí mismo, aunque sí han sido píldoras-testimonio de: espiritualidad cotidiana (Presencia Velada, 2002); crítica de la doble cara del neoliberalismo (Todo a 100, 2003); micropolítica del cuerpo (Pilar: (auto) retrato de un cuerpo, 2004); disolución de mi ego (No no yo, 2005); realidad periférica silenciada (Yvy Marae`ÿ: un desplazamiento estético a Bañado Sur, 2008); crítica a la superficialidad del mundo del arte (Retrato del artista seducido, 2010); búsqueda de la quietud creativa (No acción, 2014); o tránsito personal de lo filosófico a lo vital y lo místico (Contra acción, 2017).
SUSANA: ¿Y qué podemos esperar de la comunidad artística?
JAVIER: Con respecto a la comunidad de artistas, no me atrevo a aportar soluciones, pero sí a defender las posiciones que, quizá un día, nos pueden llevar a ser verdaderos agentes de transformación real: Que la creación cultural y artística sean consideradas como un bien público, esencial para salvaguardar la diversidad, que tengan un papel relevante en el sistema educativo (que cada vez las devalúa más como algo improductivo), que se mejoren los aspectos laborales de artistas y otros agentes que conforman el sector del arte contemporáneo, que se favorezca la inversión y se destinen recursos económicos, que todo el ecosistema de las artes se rija por el Código de Buenas Prácticas… Amén (risas).
En la gestión de mis proyectos artísticos desde luego me someto a nuestro código deontológico, por ejemplo, a través de la firma de contratos. Y respondiendo también a tus dos primeras preguntas, intento que la transformación social se produzca desde el arte, con el testimonio de la propia obra, pero también desde la revisión de mi propio lugar –privilegiado– en el mundo; desde la micropolítica de mis tareas cotidianas (como la crianza) o desde mi faceta como docente…
SUSANA: ¿Puedes ponerme algunos ejemplos?
JAVIER: Por ejemplo, apuntando acciones concretas en ámbitos “extraartísticos”: como jefe del Departamento de Enseñanzas Artísticas, trabajo en mi centro escolar, desde hace tiempo, en el desarrollo de valores que fomentan la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres (cuando fui miembro del Consejo Escolar, hace unos años, fui designado por el mismo para velar por ello y coordinar tareas en pro de la igualdad). Lo hago a través de varios proyectos, propios e interdepartamentales, como la elaboración de carteles que exhorten a la igualdad de género (1.º ESO), un cómic sobre el Día Internacional de la Mujer, en colaboración con el Departamento de Lengua y Literatura (2.º ESO) o la conmemoración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que este año hemos trabajado conjuntamente con el Departamento de Ciencias Naturales (2.º y 4.º ESO). En lo tocante al lenguaje plástico, visual y audiovisual, me preocupa especialmente su utilización como transmisor de mensajes que fomenten el pensamiento divergente, el sentido crítico y el debate sobre cuestiones de nuestro entorno.
Creo, en definitiva, que toda mirada debería estar preñada de sensibilidad artística. Para ser compasiva, profunda, desgarrada, honesta, soñadora, valiente y crítica. Amorosa. Transformadora.
SUSANA: Lo firmo ahora mismo. Gracias por todo, Javier.
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