La Fondation Beyeler de Basilea acaba de abrir al público la que será una de las grandes muestras del otoño en Europa y también una de las más importantes entre las dedicadas a Francisco de Goya fuera de España. Por primera vez, pinturas procedentes de colecciones privadas de nuestro país se exhiben junto a otras llegadas de instituciones y fondos europeos y estadounidenses en un recorrido que reúne cerca de setenta pinturas y más de un centenar de dibujos y grabados; la exposición hace hincapié en su vigencia, en la experiencia sensorial e intelectual que estas obras ofrecen al espectador de hoy como al de ayer y en el rol en el tiempo del aragonés como hito.
Organizado en colaboración con el Museo del Prado, este proyecto recorre la evolución de la producción goyesca. desde el rococó tardío al romanticismo, en su diversidad de géneros y técnicas. Articulada cronológicamente, la exposición alterna lienzos a gran escala con piezas de menor formato e incluso páginas de cuadernos de bocetos, mostrando al pintor de corte que se adapta a las exigencias de sus comitentes y también al precursor de la modernidad que alumbró escenas enigmáticas y perturbadoras, religiosas y seculares, representaciones de Cristo y de brujas, retratos y cuadros de historia, naturalezas muertas y escenas de género.
Junto a obras encargadas por los monarcas, la aristocracia o la burguesía, han llegado a Basilea otras que el artista llevó a cabo desde el espacio autoconquistado de su libertad artística, entre ellas pinturas de gabinete para la contemplación meramente privada. De carácter, como es sabido, profundamente independiente, Goya fue uno de los primeros autores europeos en desafiar las reglas y dogmas que restringían la creación artística para defender la intuición y la inventiva: el capricho.
En la exhibición suiza no faltan obras cumbre como el retrato de la duquesa de Alba de 1795 o la Maja vestida (1800–1807), pero tampoco las raramente mostradas Maja y Celestina en un balcón y Majas en un balcón (1808-1812), estas dos últimas prestadas por coleccionistas privados europeos. Tampoco escenas de género de pequeño tamaño que se encuentran, en su mayor parte, en fondos particulares españoles y apenas han podido verse fuera de nuestras fronteras; en estas últimas imágenes, como en su obra gráfica, dio rienda suelta el genio a su inspiración más personal. Hay que conceder atención igualmente a las ocho pinturas de historia y de género que atesoró el Marqués de la Romana, que solo habían podido verse unidas en una única ocasión en el Prado, y a las cuatro célebres, y poco viajadas, escenas también costumbristas con las que cuenta la la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Dan fe estas obras de sucesos de la vida cotidiana en España alrededor de 1800, una época convulsa en lo social, lo político y lo religioso; entre sus motivos recurrentes y aquí representados, destacan mercados y plazas de toros, cárceles e instituciones eclesiásticas, manicomios y tribunales de la Inquisición. Las representaciones de brujas son otro asunto clave, manejado por Goya para exponer las supersticiones de su tiempo, y en Basilea pueden contemplarse asimismo un grupo de aguafuertes de Los desastres de la guerra (1811-1814) y grabados de sus Caprichos (1799), entre ellos el emblemático El sueño de la razón produce monstruos, que ahonda en la comprensión resignada y melancólica de Goya de que ni la razón ni la ironía ni el sarcasmo pueden combatir la irracionalidad.
Tanto los románticos franceses como grandes artistas contemporáneos, de Picasso a Francis Bacon pasando por Joan Miró y los surrealistas, vieron en el espíritu de Goya una fuente de inspiración. Aún hoy, continúan esa estela creadores como Marlene Dumas y Philippe Parreno y este último, por encargo de la Fondation Beyeler, ha ideado un filme basado en las Pinturas negras: los catorce murales al óleo que Goya llevó a cabo en su residencia a las afueras de Madrid, la Quinta del sordo, y que hoy forman parte del acervo del Prado, no pudiendo ser prestados por su fragilidad. Datados entre 1819 y 1824, se hallaron tras la muerte del pintor.
El filme se titula justamente La Quinta del sordo, se rodó en el Prado en noviembre de 2020 y bucea, desde la ficción, en la relación posible entre cada una de las obras y la casa de la que formaron parte. Parreno propone a los visitantes viajar en el tiempo, experimentar esos trabajos en su escenario original; genera un elevado nivel de proximidad entre espectadores y escenas, acercándonos cada detalle y cada pincelada. Para el rodaje, recreó un escenario que imita la luz de las velas, sugiriendo un entorno lumínico similar al que pudo acompañar la realización de estas pinturas.
También plantea un paisaje sonoro imaginario, derivado de la reconstrucción en 3D de la casa y el jardín de Goya, intuyendo la acústica propia de su arquitectura: el crujir de los tablones del suelo, el crepitar de la chimenea, el viento susurrando a los árboles tras las ventanas o el tintineo de las campanas de una iglesia en la distancia. A medida que cambia la hora del día, también lo hacen el sonido y la luz, que nunca son los mismos.
La obra de Parreno se proyecta junto a el capricho Que biene el Coco, ilustración de la figura malévola empleada en nuestro país para atemorizar a los niños: el artista se fija en ella como invención del fantasma moderno y no desentona junto a esa pieza audiovisual sobre la Quinta del sordo, tanto tiempo tenida como casa embrujada.
“Goya”
Baselstrasse 101
CH-4125 Riehen/Basel
Del 10 de octubre de 2021 al 23 de enero de 2022
