“Me dí cuenta de que la cámara podría ser un arma contra la pobreza, contra el racismo, contra todo tipo de males sociales. Entonces supe que tenía que tener una”.
Gordon Parks fue el menor de quince hermanos en una familia humilde de Fort Scott, en Kansas. Nacido en 1912, desempeñó varios empleos hasta que pudo comprar, en 1937 en una casa de empeños de Seattle, una cámara de fotos, y fue contratado para realizar imágenes de moda en un centro comercial de Minneapolis. Quedó claro su talento, y en 1942 recibió de la Farm Security Administration una beca que, entre otros, había obtenido antes Dorothea Lange.
Fue, más tarde, fotógrafo independiente para Vogue, y en aquella misma década de los cuarenta publicó dos libros: Flash Photograph (1947) y Camera Portraits: Techniques and Principles of Documentary Portraiture (1948). Este mismo año fue contratado por la revista Life, para la que trabajó durante más de veinte años (fue el primer fotógrafo negro en plantilla).
Sus intereses culturales eran muy variados: Parks fue también compositor y escritor, y en 1969 se convirtió en el primer afroamericano en dirigir una película, que se llamó The Learning Tree y se basó en su novela de mayor éxito. Después, en 1971, llegaría Shaft.
En marzo de este año se celebra el décimo aniversario de su muerte y Estados Unidos lo celebra con un programa de exposiciones simultáneas; quizá una de las más interesantes sea la que hasta el 2 de abril presenta la Jenkins Johnson Gallery de San Francisco. Se compone de sesenta obras representativas de su seguimiento del movimiento de los derechos civiles. Su empatía y su carisma le permitieron, como a pocos fotorreporteros de entonces, acercarse a sus modelos para contar a fondo y desde dentro la historia de los protagonistas anónimos de aquellos años. Podemos ver en San Francisco imágenes de la célebre marcha sobre Washington, retratos de Duke Ellington o Muhammad Ali y fotos de los Panteras Negras.
La anterior muestra que esta sala dedicó a Gordon Parks (fue también la primera) tuvo lugar en 2013 y, bajo el título de “Centennial” repasó sus sesenta años de trayectoria; esta, llamada “Higher Ground”, consta de impresiones en gelatina de plata (hay algún ejemplo en color) que muestran su visión desde dentro de aquel periodo crucial de la reciente historia americana.
Fijaos en la serie Invisible Man (1952): la imagen se basa en la premiada novela con el mismo nombre de Ralph Ellison y retrata a un hombre negro que se siente inapreciable para el mundo exterior. Este trabajo puede considerarse emblema del aislamiento y, a partir de mayo, el Art Institute of Chicago le dedicará una exhibición titulada “Invisible Man: Gordon Parks and Ralph Ellison in Harlem”.
Las fechas del homenaje no son casuales, y van más allá de la década que se cumple del fallecimiento de Parks: en 2015 el movimiento por los derechos civiles cumplió seis décadas (fue el 1 de diciembre de 1955 cuando Rosa Parks lo impulsó al negarse a ceder su asiento en el autobús a un pasajero blanco en Montgomery) y este 21 de febrero hará cincuenta y un años que Malcolm X fue asesinado. Hace cincuenta se fundó también el partido Pantera Negra.
Parks recorrió iglesias, calles y campos del sur retratando la vida cotidiana de las víctimas de la segregación (oraciones, educación de niños y adultos, reuniones, discursos de movilización…), después la marcha en Washington de Luther King y por último a miembros de los Black Muslims, un colectivo contrario a las iniciativas de Luther King por su énfasis en la integración. Buscó en sus imágenes romper estereotipos y su éxito residió en su talento para superar barreras (empezando por las propias de origen), en la perseverancia y en su capacidad persuasiva.
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