Generación 2019 y el reinado de la instalación

Los ocho ganadores de la última edición de la convocatoria exponen en La Casa Encendida

Madrid,

Ocho artistas, en lugar de los diez habituales, resultaron ganadores en la última edición de Generaciones, la convocatoria de la Fundación Montemadrid que desde hace diecinueve años viene facilitando a jóvenes creadores la producción de proyectos que después se exhiben en La Casa Encendida. Un jurado formado por Natxo Checa, Octavio Zaya y Susana Blas ha seleccionado esta vez a Saelia Aparicio, Ana Barriga, Mario Espliego, Ana García-Pineda, Ignacio García Sánchez, Susanna Inglada, Raisa Maudit y Lucía P. Moreno e Ignacio Cabrero ha comisariado la muestra que ahora reúne sus propuestas, entre las que no hay un hilo conductor evidente; más allá de que representen, como siempre, los intereses de una generación.

Los elegidos abordan cuestiones muy diversas, vinculadas a la memoria, el poder y la geopolítica, la historia o nuestro afán contradictorio por la asepsia, pero sí tienen, y lo ha subrayado hoy Cabrero, algo en común: la elección de la instalación como vía para encauzar sus reflexiones; una elección que no es casual y que tiene mucho que ver con la querencia de los jóvenes artistas por la multidisciplinariedad, por involucrar al espectador en sus proyectos y buscar que sus cinco sentidos entren en juego. El componente teatral subyacente en trabajos como estos, que pretenden que el espectador no sea observador sino actor, es precisamente el asunto central del ensayo del comisario en el catálogo de Generación 2019: no existe aquí, dice, ninguna voluntad de abstraer al público de su presente, sino de reafirmarlo en este mundo terrenal, a diferencia de la aspiración de trascendencia de buena parte del arte anterior a nuestra época.

Raisa Maudit. Una pequeña serenata fallida, 2018. Cortesía de la artista
Raisa Maudit. Una pequeña serenata fallida, 2018. Cortesía de la artista

Aunque, dicho esto, el primer proyecto expuesto sí invoca el más allá. Se trata de Una pequeña serenata fallida de Raisa Maudit, el fruto de la reconexión de la artista con su formación musical clásica durante una etapa en casa de sus padres: un escenario operístico al que ella se refiere como transliminal y politemporal, planteado para ponerse en contacto con Mozart, niño prodigio de vida nada fácil. Ese rasgo le unió, salvando todas las distancias, a Britney Spears, en cuyas pinturas se inspiró la canaria para realizar los telones del conjunto, con ecos de ópera bufa.

El césped del suelo remite al del cementerio de St. Marx de Viena, donde el monumento mortuorio del compositor se ha convertido en atracción turística; la música que escuchamos y que la propia Raisa dirige en el vídeo es suya -corresponde a una revisión del Réquiem inacabado del austriaco (la autoría de su versión acabada ha sido objeto de discusión)- y completa el conjunto un libro de cartas que Maudit le escribió durante el proceso, incorporando referencias a la muerte de su gata y al duelo, y una planchette semejante a las usadas en ouijas. Nos propone Raisa conectar con el espíritu real del Mozart frágil, despojándolo de su imagen de icono mainstream y cuestionando qué se esconde tras esa instrumentalización para las masas de determinadas figuras.

Mario Espliego, por su parte, plantea en Gargantas cosidas, tobillos atados una reflexión sobre los canales cotidianos y precarios a través de los que se transmiten las memorias diversas y no oficiales, las que no han sido representadas ni en imágenes ni en monumentos, a los que ya ha dedicado este autor alcarreño algunas obras anteriores.

Lo hace aunando texto, una pieza de audio y esculturas. Si estas últimas evocan la transmisión de memoria a través del cuerpo y sugieren movimiento y danza, poniéndonos los cascos escucharemos una pieza que encargó a El niño de Elche: le pidió que no cantara con un lenguaje reconocible, para cuestionar la legitimidad de la palabra como formato válido y casi sacrosanto de expresión, propósito que comparte ese texto que acompaña el conjunto. El flamenco también se convierte aquí en un camino corporal, sonoro y espontáneo de transmisión de vivencias.

Mario Espliego. Gargantas cosidas, tobillos atados, 2018. Cortesía del artista
Mario Espliego. Gargantas cosidas, tobillos atados, 2018. Cortesía del artista

Tampoco confía en la fiabilidad del lenguaje para la transmisión del pasado Ignacio García Sánchez, que presenta en La Casa Encendida Amaurot World´s Fair, una reflexión sobre el sentido tradicional (celebratorio y vacuo) de las Exposiciones Universales y sobre las opciones de representación de las utopías políticas. Los trabajos que componen su instalación se exponen conforme a los montajes propios de los pabellones de este tipo de citas, pero rompiendo la dinámica de la articulación por nacionalidades: incorporan símbolos que identificaron esas formas ideales de organización social fracasadas, destacando entre ellos la recreación de una columna trajana con una doble sombra, la real y la pintada, ficticia.

En lugar de encontrar las esperables y alegres exaltaciones del territorio propio, proyecta García Sánchez su reverso: figuraciones de realidades paralelas, inquietantes por recurrentes a lo largo de la historia. En uno de sus dibujos se destruye dinero como símbolo del viejo orden; en otro, las banderas ondean sobre un campo de ruinas y, más allá, un muro y una montaña no hablan de gloria sino de aislamiento. Encontramos también varios objetos más simbólicos que útiles, tanto como las ideas políticas a las que aluden; entre ellos, un reinterpretado cuerno de la abundancia o un urinario de oro.

Ignacio García Sánchez Amaurot World Fair. Cornucopia, 2018 Cortesía del artista
Ignacio García Sánchez. Cornucopia. Amaurot World Fair, 2018. Cortesía del artista

Sucede al de García Sánchez el proyecto de Saelia Aparicio, Prótesis para invertebrados, que en el fondo también nos sitúa frente a otra moderna utopía cuyos adeptos no decaen: la de la posibilidad de la absoluta limpieza. En un espacio blanco, encontramos esculturas realizadas con productos de saneamiento y de la industria erótica que comparten materiales. Asocia así esta artista vallisoletana la pulcritud física y espacial con la pureza moral, y a la vez pone de relieve sus paradojas: el hecho de que esos compuestos que usamos para limpiar contaminan la naturaleza y pueden perjudicar también nuestras vías respiratorias.

Sobre una de las paredes, evoca una mancha de moho por la doble naturaleza de sus hongos, cotidianos e inevitables pero temidos, y a través de una olorosa lejía reivindica el olfato como sentido a no olvidar en la creación contemporánea a la hora de estimular nuestras zonas del cerebro vinculadas al instinto y la memoria. En último término, se pregunta la artista el sentido de nuestro rechazo a todo lo ligado a la descomposición y la muerte (a lo ineludible).

Saelia Aparicio A tiny little bit, Boceto para el proyecto Prótesis para invertebrados. 2018 Cortesía de la artista
Saelia Aparicio. A tiny little bit. Prótesis para invertebrados, 2018. Cortesía de la artista

Frente al espacio desinfectado, casi alienígena, de esa Prótesis para invertebrados, Lucía P. Moreno ha hecho del suyo un canto multicolor al sentido de la amistad de los millenials. Su instalación My advice to Eva cuenta con vídeos, dibujos y esculturas que examinan cómo los jóvenes de su generación conciben las relaciones personales, la intimidad y su proyección externa en un tiempo en que nada sino el éxito parece ser aceptable y no se entiende tal éxito sin su escenificación.

Partiendo de la estética del manga y de la generada por las redes sociales, Moreno, miembro del colectivo Momu No Es, propone ante las frustraciones generadas y amplificadas en el mar de datos en que vivimos una respuesta basada en la empatía y los cuidados.

Lucía P. Moreno How to date an anime girl. My advice to Eva, 2018. Cortesía de la artista
Lucía P. Moreno. How to date an anime girl. My advice to Eva, 2018. Cortesía de la artista

Abre la última sala de la muestra Susanna Inglada, con Uñas y dientes: un proyecto de dibujo expandido en el que invita al espectador a adentrarse en una narración sobre los usos del cuerpo como mecanismo de poder y de violencia, y de esas uñas y dientes como armas, recordando a Elias Canetti y su Masa y poder.

Ha elegido el dibujo como técnica porque le interesa la ambivalencia entre la fragilidad del papel y el sentido monumental, aunque efímero, de las instalaciones que puede generar. No debemos encontrar rostros conocidos ni referencias históricas concretas en sus representaciones: los personajes son ficticios, aunque evoquen roles sociales bien identificables. De hecho, ha explicado la artista que, mientras trabaja, si detecta excesivos parecidos a la realidad da marcha atrás: no es la denuncia política de casos específicos lo que le interesa, sino las posibilidades de la teatralidad, el gesto y la expresión sobre el papel.

Susanna Inglada. Uñas y dientes, 2018. Cortesía de la artista
Susanna Inglada. Uñas y dientes, 2018. Cortesía de la artista

Ana Barriga, por su parte, se ha inspirado en el Tesoro del Delfín de la colección del Prado y en sus devenires para ofrecer su propia revisión del conjunto, actual e irónica, en El Taller de las moscas. Ha explicado que, si los artistas clásicos idealizaban la materia y ocultaban errores, ella se ha servido de objetos de mercadillo y piezas banales para pintar y elaborar las piezas de un cotidiano e imperfecto tesoro de hoy, un gabinete de maravillas de nuestro tiempo.

Ana Barriga. El taller de las moscas, 2018. Cortesía de la artista
Ana Barriga. El taller de las moscas, 2018. Cortesía de la artista

Y cierra la exposición la propuesta de Ana García-Pineda, la de mayor cariz político de Generación 2019 junto a la de García Sánchez. Señores sentados haciendo rayas consta de un vídeo, un mural, un dibujo y esculturas en los que esta artista barcelonesa recuerda episodios históricos, en la mente de todos, en los que las fronteras entre diversos países fueron trazadas con escuadra y cartabón para llamar nuestra atención sobre el carácter mental y teatral, no natural, de esas barreras. Enlaza metafóricamente las rayas presentes en los uniformes de los presos, las banderas y el cuerpo de las cebras para reflexionar sobre el sentido último de un elemento (gráfico) convertido en coactivo a partir de su uso cultural, del mismo modo que mapas y cartografías, desde esta perspectiva, simbolizan temores y relaciones de poder.

Ana García-Pineda Los Mapas. Señores sentados haciendo rayas, 2018 Cortesía de la artista
Ana García-Pineda. Los Mapas. Señores sentados haciendo rayas, 2018. Cortesía de la artista

 

 

“Generación 2019”

LA CASA ENCENDIDA

Ronda de Valencia, 2

Madrid

Del 1 de febrero al 28 de abril de 2019

 

 

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