The Sisters Brothers, la hermandad entre los tiros

21/05/2019

The Sisters BrothersNo esperábamos que lo último de Jacques Audiard fuese un western que tiene hechuras de clásico y también mucho de contemporáneo, aunque tampoco debería habernos sorprendido tanto después de que en su anterior filme, Un profeta, nominado en 2010 al Óscar a Mejor Película Extranjera, planteara una historia de supervivencia y valentía en una prisión, escenario que podía perfectamente haber mutado en el Oeste.

Vence Audiard la melancolía para trazar un relato de época y extenso en el que, sin embargo, nada sobra y, más que villanos y héroes, encontramos una sucesión de antihéroes a los que sentir cercanos. Ni siquiera los caballos, salvo en algún retazo de la película, son los que fueron: excepto para el más sensible de los Sisters, no se trata ya de compañeros fieles y nobles a los que guardar lealtad, sino de animales funcionales en quienes recaerán primero las heridas, las llamas o las zarpas del oso. Desde la primera secuencia.

Los hermanos que dan título a esta obra (John C. Reilly y Phoenix, de los que solo podemos esperar cosas buenas) son Eli y Charlie, dos asesinos a sueldo a cargo del comodoro, sátrapa que en su última misión les ha encargado perseguir a un químico que posee la sustancia necesaria para hacer visible el oro en los ríos.

Se guardan afecto y fidelidad fraternales entre sus ocasionales picos de violencia y las conversaciones que mantienen mientras tratan de dar con el científico, castigan a quienes les ocultan información, buscan expiar culpas o simplemente sueñan con otro futuro son el verdadero oro de la película. Audiard mima el tratamiento de sus relaciones, pero también el de sus distintas personalidades, ejerciendo Phoenix de hombre visceral, bebedor y más violento y Reilly de tipo sensible que solo desenfunda la pistola en casos de extrema necesidad (relacionados normalmente con los arranques de su hermano) y que preferiría cambiar de oficio.

Su historia la desarrolla Audiard en paralelo a otras dos hasta que todas convergen: la de John (Jake Gyllenhaal), sagaz detective también al servicio del comodoro, y el propio químico, Hermann (Riz Ahmed), al que el primero encuentra con facilidad: prácticamente el buscado acude a él atraído por su carácter silencioso y quizá fiable.

Tras distintos requiebros, la trama desemboca en lo inesperado: el idealismo, la confianza, el mutuo hallazgo de almas casi gemelas que el relato clásico enfrentaría a tiros. El propósito del invento de Hermann no es el enriquecimiento propio sino la creación de una sociedad mejor en la que no existiese la desigualdad ni la envidia porque a nadie le faltará el alimento. Sus buenas intenciones son las contrarias a las del hombre que lo mandó perseguir, pero no suficientes para desactivar los ímpetus de Charlie Sisters.

Cuando la avaricia rompe el saco, Audiard nos trae un desenlace clásico en el que se hacen presentes temas que, todos, son la vida: la ambición, la integridad personal, la importancia de la familia y del compañerismo. El regreso al hogar guardado por su anciana madre armas en mano es otro regalo final de esta película llena de humanismo, de las luces y sombras que nos son familiares.

 

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