Podrás perdonarme algún día: los raros que mueven el mundo

05/03/2019

¿Podrás perdonarme algún día?En la última edición de los Óscar pudieron llevarse premio, y que no lo alcanzaran no debería ya importarnos, Melissa McCarthy y Richard E. Grant por su interpretación de dos cansados del destino (y algo también de sí mismos) en Podrás perdonarme algún día. Esta película de Marielle Heller es pequeña en grandilocuencias y pretensiones, pero no menor, precisamente por el buen retrato de esos dos personajes: una escritora de talento venida a menos, no tanto porque haya decaído su inspiración como por no prestarse al juego social intelectualoide, y un viejo conocido narcisista, sin oficio ni beneficio pero que sabe entenderla. Forma parte del club de los que no rechazan a nadie por las apariencias.

Podrás perdonarme algún día nos acerca a una historia real: la de Lee Israel, que además dejó escritas sus memorias en una autobiografía que ha dado título al filme, Can You Ever Forgive Me? Israel fue autora de conocidos perfiles biográficos de mujeres que, como ella, prefirieron cultivar sus talentos a amoldar sus personalidades a requerimientos sociales que no compartían, como Tallulah Bankhead, Katherine Hepburn y Dorothy Kilgallen, pero su carrera literaria no pudo prolongarse demasiado: no estaba dispuesta a participar en entrevistas ni presentaciones múltiples, a acomodar sus modales a lo que de ella se esperaba (a tener que decir lo que no pensaba, cuando otros con éxito podían permitírselo) ni a transformar su imagen. Tampoco a a escribir sobre asuntos impuestos.

El resultado es que quienes hoy, en Estados Unidos, la recuerdan lo hacen más por sus coqueteos delictivos que por sus escritos: como medio de subsistencia, decide falsificar cartas enviadas por celebridades que conoce bien y venderlas a librerías de viejo y tiendas de antigüedades por sumas más o menos golosas que le permiten mantenerse; a ella, a su amada gata y al amigo que con el que se reencuentra en la calle, el personaje interpretado por Grant, que comparte con ella soledad y alcoholismo, pero también humor y mirada desprejuiciada al mundo.

Los dos construyen un universo propio en el que desenvolverse en confianza, sin tener que maquillarse ni fingir: su vida se sustenta en el engaño y les conduce por un camino destructivo, pero no puede parecernos mucho más insana que la de esos colegas escritores, dedicados a gustar y gustarse, que teóricamente no hacen nada malo.

Hubiese sido seguramente más interesante que Heller profundizara en sus personalidades, las que les han llevado tanto al declive social como a la lucidez interior y a la mentira como medio de supervivencia; que explorara más lo que les une y los separa de los que gozan de supuesto éxito o que se adentrara en las consecuencias de la soledad, que se alimenta a sí misma y genera más, como la abundancia. La directora opta por esquivar en lo posible el lado desolador de la historia de Israel para dedicar metraje al asunto más morboso del delito, a sus visitas a archivos para urdir los engaños y los pasos previos a la detención final, delación inesperada mediante.

No obstante, esos atisbos, pretendidamente poco trágicos, del desamparo de la escritora y su amigo están manejados con mucha inteligencia y las interpretaciones de McCarthy y Grant, como personajes a medio camino entre el abismo y una ligereza vital salvadora, hacen de esta una película notable.

¿Podrás perdonarme algún día?

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