NUESTROS LIBROS: Otra vida por vivir

23/06/2021

Theodor Kallifatides. Otra vida por vivirSiempre que vuelvo a mi pueblo es como si fuera la primera vez.

Theodor Kallifatides es escritor bien conocido por el público sueco; emigró a ese país desde Grecia a sus veintitantos y fue allí donde ha labrado una fecunda carrera literaria que se ha traducido en más de cuarenta libros, de géneros diversos: ficción, ensayo y también poesía. Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y él mismo, además, ha ejercido como traductor del sueco al griego (Strindberg, Ingmar Bergman) y viceversa (Mikis Theodorakis, Giannis Ritsos).

En paralelo a su trayectoria en las letras, consolidó en Estocolmo una vida familiar estable que pudo facilitarle esa escritura sin sobresaltos en la intimidad de su propio estudio, un lugar acogedor del que emanaban relatos casi tanto como de su cabeza. El mar en calma, sin embargo, se volvió ventoso cuando Kallifatides alcanzó los setenta y siete: si antes podía dormirse y despertarse ante sus escritos, enamorarse de sus heroínas y envidiar a los héroes que las acompañaban, unir palabras pasó a convertirse en un hercúleo esfuerzo sin fruto. Se encontraba completamente bloqueado y la crisis afectó a su modo de valorar lo cercano; sin embargo, dejar de escribir nunca fue una opción.

Las reflexiones, vitales, sociales y literarias, que el griego hubo de plantearse entonces son el eje de la obra Otra vida por vivir (Galaxia Gutenberg, 2017): además de volcar su frustración madura con honestidad y un estilo sencillo, ahonda en la experiencia del inmigrante, las de los demás y la propia y en aquello que encuentra y que no encontrará más quien abandona su país, voluntariamente o no. También en los cambios sociales que detectaba en la sociedad sueca, porque su parálisis creativa era paralela a su desesperanza: consideraba que, donde atañó importó la justicia social, ahora reinaban las leyes del comercio; los antiguos negocios se desvanecían, el urbanismo anterior se remodelaba con desiguales resultados, se perdía la confianza en la política y prevalecía el ansía de consumir y disfrutar.

Achaca, en un primer momento, el bloqueo al cansancio, pero pronto detecta que debe haber algo más, porque continúa mirando su entorno con ojos de escritor, atendiendo a los detalles y grabando en su memoria aquellos que podrían proporcionarle material para trabajar; recordaba rostros y flores, los cercanos y los pasados, también los de su juventud griega. Entre su antiguo y su nuevo país comenzaban a trazarse “caminos celestiales” y la posibilidad de volver ganaba peso en su cabeza.

Kallifatides subraya su conciencia de la vida confortable alcanzada, pero también de lo perdido: La emigración es una especie de suicidio parcial. No mueres, pero muchas cosas mueren dentro de ti. Entre otras, tu lengua. Él no olvidó su griego y confiesa sentirse más orgulloso de no haberlo hecho que de haber aprendido el sueco a la perfección: lo primero fue un acto de amor, lo segundo una necesidad. Guarda también, además del idioma, cartas de una novia griega de juventud escritas cuando ya no lo era: Vuelve, tenemos todavía muchos paseos por dar.

Bastantes pesares vitales ya no lo son a su edad, pero el de no poder expresarse y vivir en su idioma cotidianamente permanece; continúa llamando a amigos sin más excusa que la de utilizarla. Ya sabedor de que cada día que pasaba perdía en él algo de su país y aprovechando algunas circunstancias oportunas que facilitaban su vuelta a Grecia, incluyendo un homenaje en la escuela de su pueblo, decide regresar (temporalmente). No a lo que dejó, que no existe ya más que, parcialmente, en su memoria, pero sí al escenario de sus recuerdos.

Encontró miseria y gente que no se rinde, la dulzura de la vida (esa es la religión de los griegos, dice Kallifatides) y también su incomodidad. Y un turismo masivo que, a ratos, no le deja hablar en su idioma. Pero las palabras fueron el quid de la cuestión: dónde más, si no en Grecia, alumnos jóvenes representan a Esquilo poniéndonos la piel de gallina. Oír los clásicos fue para Kallifatides como agua para el sediento: En griego hace fresco, se está bien.

Y en griego decidió continuar escribiendo; encontró en el cambio, explica, dulzura y alivio. Estas páginas breves de Kallifatides relacionan, sin pretensión pero con aliento poético, lengua y entrañas. Aunque sus conclusiones son más que prácticas: Cuando sabes lo que quieres decir, puedes decirlo en todas las lenguas que conoces. También puedes guardar silencio en todas las lenguas que conoces. Pero cuando no tienes nada que decir, lo dices mejor en tu lengua materna.

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