NUESTROS LIBROS: El año del hambre

09/04/2019

El año del hambre. Aki OllikainenEstos son tiempos humildes, una patata no se distingue de un arándano.

A finales del año pasado llegó a las librerías, de la mano de Libros del asteroide, El año del hambre, un relato terrible y austero de la hambruna que asoló Finlandia a mediados de la década de los sesenta del siglo XIX (episodio aquí poco conocido) y que acabó, se calcula, con una décima parte de la población de ese país. Esos son el escenario y el tiempo en que Aki Ollikainen sitúa su historia, pero esta novela y la familia de campesinos que la protagoniza, en constante viacrucis en busca de pan, pueden constituir la perfecta metáfora de la desesperación por falta de alimento en cualquier lugar y época y también de todo lo que la necesidad genera, además de la enfermedad y la muerte: generosidades y egoísmos, brutalidad y alienación.

Su afán es llegar, si las fuerzas dejan, los que aún resistan, a San Petersburgo, esa ciudad de la opulencia donde no parece posible la pobreza, un dorado particular que ejerce de esperanza (invisible) en el horizonte cuando no hay ninguna más. Todo es sombrío en El año del hambre, de inicio a fin, y sin embargo este texto resulta poético porque, además de hablar de cuerpos y almas en descomposición, nos muestra lo que no mata la inanición: el deseo de resistir de estos personajes aunque todo empuje a la caída. Apenas sabemos nada de ellos, solo sus reacciones al frío y a la miseria, también a la que no es material: la inclinación a la supervivencia conduce a algunos a vivir dejándose llevar por instintos animales.

El hambre tiñe de negro cada día y cada gesto y su onda alcanza a quienes, como los hermanos Renqvist (político y médico), tratan de no dejarse empapar por la crisis y huir hacia delante ocupándose de asuntos más livianos. Más tarde o más temprano, los dramas estallan ante los ojos de los que preferían no mirar.

El gran acierto de Ollikainen es su modo de abordar esa tragedia, necesariamente breve; su inspiración queda lejana en el tiempo, pero no cuesta encontrar sus ecos en el drama de los actuales refugiados o de las víctimas de las sacudidas del clima; todo en este relato es perfectamente imaginable siglo y medio después. Solo cabe depuración, la mayor posible, para acercarnos a personas cercanas a la nada, al borde del no ser, y por ella ha optado este autor, también finlandés: sin épica narra una epopeya, limando hasta la mayor sencillez sus recursos literarios. Su gran belleza consiste en transmitir la comunión entre el paisaje yermo, nevado y áspero y el suspiro en que van convirtiéndose los cuerpos de una familia que se pierde. Hace belleza de su destino caído, de su causa perdida contra el hielo y de lo que llegan a soñar en esas circunstancias.

Libros del Asteroide siempre elige con mucho acierto sus citas de cierre; esta vez no podía ser más oportuna la de Miguel Hernández: El hambre es el primero de los conocimientos: tener hambre es la cosa primera que se aprende.

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