La profesora, corrupción en las aulas

26/04/2017

La profesora, Jan HrebejkEs posible que nadie dude de que a toda corrupción y debilidad humana en las altas esferas le corresponde su trasunto a pie de calle: abusos de oficina, corrupción en las aulas, autoritarismo en los hogares. Pero, por alguna razón, no solemos llamar a esos comportamientos por estos nombres.

Aunque aborde el asunto en tono menor y muy a menudo recurra al humor (negro), la aparente liviandad de La profesora de Jan Hrebejk nunca da al traste con su mensaje: las múltiples y ligeras formas de abusar de alguien por quien puede y quiere hacerlo, al margen de su oficio. La profesora de este filme eslovaco, interpretada con mucha solvencia por Zuzana Mauréry, ejerce este abuso aprovechándose de tres circunstancias: la posición de relativo poder que le da su función de calificar a los alumnos de su clase, la lástima que busca causar aprovechándose de su viudedad y su puesto de jefa del Partido Comunista en el colegio donde enseña.

Ninguna de esas tres situaciones tendrían por qué derivar en su constante aprovecharse de los demás, pero el uso que la maestra hace del conjunto de ellas es letal para los críos y para sus padres, presionados para concederle favores sin fin, cada uno en función de sus posibilidades: desde llevar pasteles a Moscú a arreglar sus electrodomésticos. Quien se niega se expone a un triple castigo: las malas calificaciones de los chicos, el chismorreo sobre su nula piedad hacia una viuda sin hijos y su aislamiento político.

En torno a Zuzana (Mária Drazdechová) se construye una ley del silencio y del miedo, y en este punto es posible y oportuno pensar en Kazan. Por razón de la costumbre y sin norma escrita que lo ordene, todo es poco para contentar a una profesora aprovechada e insaciable que chupa la sangre a sus súbditos y castiga fieramente a quien no se pone a sus pies. Por falta de costumbre de que eso suceda, además de por su personalidad autoritaria.

La clase se convierte en una dictadura corrupta que nadie llamaría así, una reproducción a pequeña escala del régimen mayor en que se sumía la Checoslovaquia de hace unas décadas en la que se ambienta la película. Por mostrarlos en un ambiente escolar los problemas parecen menores, pero las consecuencias no lo son tanto: las presiones de la maestra inciden forzosamente tanto en el futuro de sus alumnos como en su salud presente. Y es cuando ese daño se hace evidente cuando unos pocos (muy pocos) padres se rebelan, tímidamente al principio, sopesando las consecuencias de su arrojo.

El desarrollo de la trama, en un tono ligero de thriller en el que la tensión dramática se crece por momentos y los flashbacks se utilizan continuamente con maestría, es uno de los puntos fuertes de La profesora, junto a la magnífica interpretación de esa maestra de formas dulces y carácter manipulador que ofrece Mauréry. La anécdota de una clase no puede empañar el mensaje de largo alcance de la película: hay totalitarismos y servidumbres fuera de la política y de los grandes poderes y desde casi cualquier posición se puede explotar si se tiene la voluntad. Y también hay maneras de posicionarse: colaborar, callar o protestar.

 

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