NOMBRE: Manuel
APELLIDOS: Franquelo-Giner
LUGAR DE NACIMIENTO: Madrid
FECHA DE NACIMIENTO: 1990
PROFESIÓN: Artista
Su nombre seguramente os suena familiar si sois visitantes asiduos de la Twin Gallery madrileña, que lo representa desde 2014 (las responsables de esta sala también pasaron por Fichados) y si os habéis dejado caer en anteriores veranos por Art Marbella, porque Manuel ha participado en todas sus ediciones desde 2015, también de la mano de la Twin Gallery.
Graduado en Bellas Artes por la Universidad Complutense, ha realizado un Máster Profesional en Animación 3D, Postproducción digital y Edición no Lineal en la Escuela Profesional de Nuevas Tecnologías, se ha formado en los ámbitos de la fotografía técnica y la robótica y colabora con Factum Arte. Su primera muestra individual la presentó precisamente hace cuatro años en Twin, en el marco de IN-SONORA; después llegaron dos más en la misma sala, en 2016 y 2017, colectivas en el Centro Conde Duque, el CSIC, la Sala Fundación Cruzcampo de Málaga, el Centre del Carme valenciano y la Royal Academy de Londres y su participación en ferias como ForoSur, ESTAMPA, Art Lima o Photo Basel, además de la citada Art Marbella. Recientemente ha participado en el VII Encontro de Artistas Novos organizado por Rafael Doctor y ha contado con el crítico de arte y filósofo Fernando Castro Flórez para escribir varios textos sobre su obra.
La carrera artística de Manuel tiene un inicio más o menos claro (en 2014), pero las razones de esa dedicación vienen de atrás: la trayectoria de sus padres tuvo mucho que ver en su vocación y conocer a Rocío de la Serna fue fundamental para comenzar a exponer. Es muy joven, pero hace memoria: Comencé a trabajar como artista hace unos cuatro años; lo digo como si ya estuviese a punto de tener una retrospectiva, pero para mí estos años han sido muy, muy intensos, en parte porque así me lo he exigido y porque así funciona este mundo. Tuve mi primera exposición en Twin Gallery y aquí seguimos, con más ganas que nunca.
Quizás mi dedicación al arte se deba a dos motivos: primero, lo inevitable del contexto. Mi padre es artista, mi madre estudió Bellas Artes con 50 años –anteriormente ya trabajaba en la Real Academia de San Fernando– y el actual ayudante de Juan Genovés (Leonardo Villela), junto con Ana Varela, organizó mi primera “exposición” cuando tenía apenas 5 años, donde vendí mi primera obra por 20 euros ¿o eran pesetas? (Por poco, pero eran pesetas). Recuerdo ir de muy pequeño al Museo Reina Sofía, ya que vivía a pocos metros, en la calle San Ildefonso. Con esto quiero decir que el contexto familiar ya venía condicionándome de alguna manera no muy arbitraria.
Posiblemente, el segundo motivo se remonta a cuando tenía 18 años: por aquel entonces, estaba convencido de que quería estudiar Ingeniería Informática y desarrollar alguna clase de algoritmo revolucionario, ya que de pequeño me había criado entre ordenadores y chatarra electrónica. De cualquier forma, acabé estudiando Bellas Artes en la UCM y en el tercer año fui seleccionado para participar en una exposición en la sala de exposiciones de la UCM del Museo del Traje. Allí conocí a Rocío de la Serna, una de las directoras de la Twin Gallery; entró a la exposición con su casco de moto en un día lluvioso, charlamos sobre mi obra y al poco tiempo ya estábamos hablando de empezar un proyecto.
Aquel interés por la tecnología del que nos habla no ha quedado al margen de su producción: en ella parte de lo cotidiano, a menudo de la industria alimentaria y su maquinaria, para plantear nuevas lecturas sobre las relaciones entre la naturaleza y la cultura y sobre el papel del artista como posible mediador en esos procesos, hoy en continua transformación y marcados por el desarrollo de la biotecnología. En ocasiones da testimonio de los cambios introducidos por los humanos en el paisaje; en otras, pone el foco en sistemas al servicio de la ocultación de ciertas crisis medioambientales. Nos explica sus intereses: Mi trabajo trata de señalar e incluso de exagerar la visión esencialmente antropocéntrica que tenemos de las cosas, según la cual los objetos –o los objetos no humanos, si se prefiere– esperarían a ser llenados de significado por nosotros.
Por otro lado, también me gusta reflexionar sobre todo lo contrario, es decir, fomentar que los objetos hablen desde su propia imaginación, y esto parece imposible en cierto sentido ¿no? Ahora bien, cuando quitamos propiedades como el punto de vista, como la jerarquización del enfoque, y otra serie de elementos muy propios de la fotografía, por ejemplo, es más fácil acercarse hacia una horizontalidad de las cosas. Es fascinante deshacerse de toda esta artificialidad que es la jerarquía; pero también es igual de interesante exagerarla, ya que nos da una visión muy panorámica de lo que nos rodea, de lo que ocurre en este mundo tan imperialista.
Manuel Franquelo-Giner: Los artistas más interesantes que trabajan con la tecnología, para mí, son los que hablan sobre ella de una forma que no implique una complicación innecesaria
Yo he decidido concentrar esta visión sobre la cuestión de los animales y sobre nuestra arbitraria idea de la naturaleza. Me centro en la preocupante forma en la que los humanos tratan a los no humanos –no solo a los seres sintientes– relacionándolo con muchas de las peores atrocidades de este mundo, como pueden ser el maltrato de género, el robo de identidad a multitud de grupos étnicos, o con prácticamente cualquier forma de opresión, todas ampliamente relacionadas y realmente indistinguibles en algunos sentidos. Es desolador, por ejemplo, el índice de maltrato entre los trabajadores de los mataderos y es también desolador ver los ojos de un ternero en la línea de producción.
La segunda cuestión tiene que ver con subvertir esta idea sobre la naturaleza completamente antepuesta a la idea de la cultura que hemos heredado, digamos, desde el siglo XVIII. Esa idea que tanto daño hizo en el movimiento del Land Art de los años sesenta y en parte de la conciencia ecológica, no sólo por su carácter esencialmente paternalista si no por su visión imperialista de conquistar, moldear y jugar con la tierra tomando por bandera un prisma antropocéntrico. Dicho esto, el tema de la ecología me interesa profundamente, la de Timothy Morton y Bruno Latour para ser más exactos.
Sus técnicas y materiales de trabajo son diversos y los elige en función de las ideas a expresar, buscando que no las invisibilicen por su espectacularidad, pero sí mantiene constantes las premisas de sus procesos de trabajo, que parten de la recopilación de información. Su colaboración con Factum Arte y las redes sociales también han incidido en sus maneras de crear: Trabajo en todos los formatos posibles, dado que hay ideas que encajan mejor en un formato e ideas que encajan mejor en otro. La elección, por lo tanto, es completamente arbitraria si no tenemos en cuenta la idea. Ahora bien, primero siempre trabajo recopilando información en cuatro grandes pizarras que tengo en el estudio y llenando mi escritorio de libros que leo durante meses previos al proyecto. En realidad, siempre estoy leyendo sin parar, aunque ciertos proyectos requieren que me concentre más en unos o en otros. ¡Soy extremadamente metódico! Últimamente estoy con ganas de pintar, no sé por qué, eso me perturba y me gusta al mismo tiempo.
Por otro lado, tengo la suerte de colaborar con Factum Arte, fundado por mi padre y Adam Lowe años atrás. Muchas veces me quedaba allí. Llevo viendo distintas formas de producir obras de arte dos días a la semana desde hace aproximadamente cinco años y, claro, en Instagram siempre tengo mi dosis diaria de visualizaciones a estudios que no paran de producir obras fantásticas, como el de Olafur Eliasson, uno de mis artistas favoritos.
A veces tiendo a utilizar técnicas algo extrañas, y quizás sea contraproducente. La fascinación por la técnica es realmente peligrosa y, además, puede colaborar en algo que detesto: en crear una expectativa –como la del mago a su público– donde se esperaría que el artista sacara de su chistera una técnica nueva sorprendente, cuando con toda probabilidad ya tenía aburridos a ingenieros o al sector de la tecnología que lo utilizó décadas atrás. Los artistas más interesantes que trabajan con la tecnología, para mí, son los que hablan sobre ella de una forma que no implique una complicación innecesaria.
La tecnología fue precisamente un ingrediente fundamental de su primer proyecto en la Twin Gallery, Anthrophony, una instalación sonora e interactiva que emitía grabaciones de manifestaciones a través de un “sound system” típico de la subcultura Rave. Nos invitaba a repensar el sentido de la protesta y su vigencia en el tiempo como proceso dialéctico continuo en la historia e inherente al hombre.
En enero de 2016 presentó en la misma sala Biolencia Hepidé®mica, una instalación formada por dibujos, esculturas y fotografías en la que la carne y la piel transitaban entre el realismo y el fetichismo, y su proyecto más reciente allí, En la flor sintética de la existencia, abría más posibilidades de diálogo entre la naturaleza y nuestra cultura postindustrial.
Hemos preguntado a Manuel por lo próximo: Ahora estoy inmerso en la preparación de mi próxima exposición, con motivo de PhotoEspaña, en el Centro de Arte Alcobendas. Dada la ocasión, aprovecharé para presentar el primer catálogo de mi obra, que además tendrá unos fragmentos de texto extraídos de una pequeña publicación que estoy preparando y que se publicará en la colección de Infraleves que dirige Fernando Castro Flórez, con el que he tenido el placer de colaborar en mis últimas dos exposiciones individuales.
De hecho, ahora acabo de terminar una gran parte de esta publicación donde estoy teniendo la dulce oportunidad de colaborar con distintos agentes del arte contemporáneo a los que aprecio, dado que su trabajo está de alguna manera conectado con el mío. Para la exposición, estoy trabajando en obras que hagan un ejercicio de síntesis, haciendo dialogar la cuestión de los animales con la reflexión sobre la idea heredada, antropocéntrica, de la naturaleza.
Conoced mejor a Manuel en su web: www.manuelfranqueloginer.com