Luca della Robbia tuvo la suerte de nacer en Florencia, en 1400, y allí también murió, 82 años después. Pudo aprender con Nanni di Banco en sus inicios, y además fue aprendiz de un maestro platero, aunque luego trabajara sobre todo en mármol y bronce; suponemos que debió formarse con un experto en esos materiales, quizá el propio Nanni, y es posible que trabajase junto a él en la Puerta de la Mandorla de la Catedral de Santa María de las Flores.
Sabemos que en 1432 ingresó en el Arte de los tallistas de mármol (se llamaba así a los gremios); su obra anterior a esa época no se conoce.
Suya es la Cantoría sobre la Puerta Norte del Duomo florentino, que se desmontó en 1688. Sus restos originales fueron hallados y recompuestos hace aproximadamente un siglo y esa reconstrucción se halla en el Museo de la Opera del Duomo.
Cada relieve es independiente y está enmarcado por dobles pilastras y por mensulones, cuatro frontales y dos laterales. Sin romper la unidad, cada uno funciona por sí mismo y presenta un sentido estático que no vemos en Donatello, en cuyas piezas los relieves no quedan interrumpidos sino que se presentan como frisos continuos. Si en aquel las representaciones se centran en la parte superior; en Della Robbia, aunque también sea así, no lo es de forma tan acentuada.
Se trata de una obra festiva y alegre, pero dentro de un orden y una moderación que no aparecen en la Cantoría de Donatello en la catedral. Vemos niños y jóvenes de distintas edades cantando textos litúrgicos: letras renacentistas componen el inicio del salmo 150, referido al cántico de los niños en el horno de Babilonia, que se entonaba cuando los sacerdotes se retiraban a la sacristía. Destacan las representaciones de instrumentos musicales (tubas, salterios, cítaras, tímpanos…) en la parte superior; mientras que en la inferior vemos órganos o panderetas. Las escenas laterales no contienen instrumentos y en ellas los niños miran marcadamente hacia el frente.
Hay quien los considera niños “muy romanos”, porque sus cabellos, ropas y el ordenamiento de las figuras remiten a la Antigüedad. Su plasmación escultórica es tremendamente natural (abren la boca al cantar, se empinan para divisar el libro…) y también esa naturalidad y el grado de acabamiento del mármol son superiores a los de Donatello. Prima la serenidad y el equilibrio y encontramos relieves de muy distinta altura, logrando conferir sensación espacial sin el apoyo de otros elementos.
Las figuras no se repiten: entre quienes tocan los salterios hay tres jóvenes principales delante de otros que parecen aplastados, con distintas posiciones de cabeza, y los que tañen cítaras visten de forma distinta y se encuentran en posiciones diferentes. Los de edad más avanzada se colocan en la parte superior de los relieves. En el correspondiente al órgano, una figura se sienta y el resto se colocan de pie.
Sabemos que esta cantería estaba acabada en 1438, y un año después, Della Robbia había acabado cinco relieves de piedra para el campanile de la catedral florentina, en concreto para su lado norte. Para aquel emplazamiento Andrea Pisano había realizado también relieves de virtudes en el s XIV.
Podemos verlos también en el Museo de la Opera y en ellos quedaron representados las artes liberales en forma de escenas muy naturales, dentro de marcos. Destaca la escena correspondiente a la música, donde aparece un obrador en su taller realizando una tuba; o la referente a la gramática, en la que vemos a un maestro y alumnos en sus pupitres, creando espacio. La puerta se corona con un frontón y, al estar abierta, crea perspectiva.
En 1442 Della Robbia comenzó a trabajar en cerámica esmaltada y policromada, y para el esmalte usaba zinc, antimonio y sales de plomo en proporciones desconocidas. Su secreto pasó a su sobrino Andrea della Robbia (1435-1525), que siguió trabajando ese material y enseñaría la técnica a sus hijos, entre ellos Giovanni, y este a su vez a los suyos; pero con ellos se acabó el procedimiento que, aunque no fue invención de Luca, sí llegó con él a sus máximas cotas de desarrollo por realizar con él obras de gran tamaño desconocidas hasta entonces.
Este tipo de cerámica resultaba más barata que el trabajo en mármol o bronce, y además podía limpiarse. Es muy posible que Luca della Robbia pensase en una integración de las artes muy novedosa en ese momento al insertarla en la arquitectura: empezó realizando las figuras en blanco y los fondos en azul, pero pronto utilizó otros colores, dando lugar a una policromía que evoca la pintura.
De ese año 1442 data su tabernáculo para la capilla de Santa María Nuova que hoy se halla en san Egidio de Peretola. Su estructura se realizó en mármol y el adorno de los frisos y el treno combinan ese material con la cerámica policromada blanca y azul. Y entre aquel 1442 y 1445 decoró con una Resurrección el tímpano de la sacristía norte de la Catedral florentina. Su fondo ofrece distintas tonalidades de azul, y también incorporó el amarillo en los ojos de Cristo. Se trata de una obra muy equilibrada y ordenada.
De 1444 data la decoración de la capilla Pazzi, que llevó a cabo igualmente con esa técnica y con una policromía clara. Hablamos de diecisiete tondos: cuatro evangelistas en las pechinas, doce apóstoles en los muros y san Andrés en el pórtico de entrada. Nunca hasta este conjunto había empleado Luca della Robbia tantos colores.
La puerta de la citada sacristía norte del Duomo florentino fue encargada muy probablemente con anterioridad a Donatello que a Della Robbia, pero el primero renunciaría en 1437. En 1445 se pidieron proyectos, y concurrieron varios artistas; el de Florencia fue el elegido e inició la obra en 1446 a partir de un marco con cabezas de profetas. En 1457 las obras se interrumpieron y no se reanudaron hasta 1461; tres años más tarde se terminaron definitivamente.
La puerta se compone de dos hojas de bronce sin dorar con cinco recuadros en cada una, que constan de una figura principal y dos ángeles que la flanquean. Se trata de la Virgen y el Niño, los cuatro evangelistas y los cuatro doctores de la Iglesia latina. La figura principal aparece sentada, dando sensación de dominio espacial.
Podemos comparar estas composiciones con las puertas de la Sacristía Vieja de Donatello, pero aquí la concepción es más equilibrada, que no monótona, porque las posturas de unos y otros y sus actitudes y gestos son distintos. Como en el autor del Gattamelata, eso sí, los fondos son lisos.
Además, Della Robbia decoró el tímpano de la sacristía sur con un relieve de la Ascensión entre 1446 y 1451, empleando en este caso cerámica con fondo azul y una composición muy simétrica, y llevó a cabo una escultura de un ángel portacandelero, también para la Catedral, entre 1448 y 1451 y empleando cerámica vidriada policromada.
Suyo es también el sepulcro del obispo Benozzo Federighi de Fiesole. Él murió en 1450, pero esta obra se comenzó en 1454. Se halla en la iglesia florentina de la Trinidad y es de mármol, salvo su marco, de cerámica policromada. Presenta influencias de Rossellino.
Dirigiéndose a una clientela de menor poder económico, emprendió proyectos también más modestos, como las armas del Arte de la lana (los representa el Agnus Dei), que reunía a unos 30.000 trabajadores del sector. Adornarían su palacio, frente a Orsanmichele, y no se sabe la fecha exacta en que las realizó, pero seguramente fue entre 1455 y 1460. El fondo es azul y utilizó guirnaldas verdes y amarillas que prueban la etapa avanzada en que el artista las hizo.
Asimismo, realizó Della Robbia un medallón con las armas del Arte de los maestros de la piedra y la madera con sus útiles de trabajo y varios colores, o un medallón para la familia Bartollini, con flores, frutos y su lema, que se encuentra en el Museo Bargello, entre otros de este tipo.
Otra clase de trabajos que cultivó bastante fueron las Vírgenes con niño a modo de obras de cerámica, devocionales y privadas. No solía repetir la disposición y las posturas de las figuras y datan de mediados del siglo XV, cuando cualquier representación artística tendía más a la amabilidad que a la plasmación del triunfo o el poder. Abundan las composiciones cerradas, de gran suavidad; algunas evocan las pinturas de Filippo Lippi de aquel tiempo. En algunas las figuras se relacionan con la naturaleza, asunto que se plantea en el último tercio del Quattrocento.