El rebobinador

Iconografía para sabios y legos: San Pedro de la Nave

Fachada sur de la iglesia de San Pedro de la Nave
Fachada sur de la iglesia de San Pedro de la Nave

Antes de hablar de decoración, nos situamos: San Pedro de la Nave se encuentra cerca de El Campillo (Zamora), en la comarca de la Tierra del Pan, pero su ubicación actual no es la original: en los años 30, cuando se construyó el embalse de Ricobayo, se trasladó piedra a piedra desde las orillas del Esla. Su datación es algo controvertida: ha llegado a fecharse entre finales del siglo VII y el s. XII, pero lo más probable es que se construyese –con piedras unidas a seco, con mucha precisión– entre las últimas décadas del s. VII y los inicios del s. VIII, en la última etapa de desarrollo del arte visigodo antes de la invasión musulmana.

Refrendan esa idea Gómez-Moreno, que lo considera un templo visigodo por su piedra arenisca fina y rojiza, en su opinión traída de otro lugar antes de que se destruyese el puente romano sobre el río Esla en el s. X (del que data la documentación más antigua sobre esta iglesia) y Ramón Corzo, que, sin embargo, cree que la piedra procede de canteras cercanas.

Su planta transita a medio camino entre la cruz griega y la basilical de tres naves y en ella sobresalen la capilla mayor y dos pórticos. Esa capilla es también rectangular al interior y al exterior, y sabemos que el templo contó además con dos sacristías a los lados del tramo del coro, al que da una triple ventana.

Las aberturas en el brazo occidental del crucero constituyen un septum, que separa las naves de la iglesia (esto es, a los fieles) del crucero y la cabecera (donde se situaban los clérigos).

Y las tres naves de San Pedro se cubren con madera y el resto del templo con bóvedas de cañón de piedra, de las que solo se conserva completa la de la capilla mayor. La zona de los pies ha sido rehecha (se aprecia en su material diferente).

Nave central de San Pedro de la Nave
Nave central de San Pedro de la Nave

Su arquitectura se ha relacionado con la de Santa Comba de Bande, pero, pese a lo comprimido del espacio, este templo presenta mayor amplitud y ligereza. La distinta altura de las basas genera profundidad y subraya el aspecto longitudinal de la planta.

Las ventanas situadas a los pies son más estrechas que las de la cabecera y su material es distinto –se cerrarían con lajas de piedra o celosías, desaparecidas– y la cornisa de la nave central contiene modillones, añadidos en la Edad Media, cuando se cayó el cimborrio y hubo que reconstruirlo. Cuatro columnas bajo él semejan un baldaquino. Sin embargo, la estructura de la iglesia no cambió sustancialmente en las sucesivas intervenciones y la sillería es la misma en toda la construcción salvo en esa parte intervenida de los pies.

Sobre la capilla mayor se dispondría una estancia semejante a las cámaras del tesoro de los templos asturianos, pero en este caso con ventana al interior. Desconocemos para qué se utilizaba. También los pórticos laterales tuvieron ventanas, quizá porque contenían un segundo piso que ya no existe.

Cabecera, nave central y crucero presentan mayor altura, y menor las naves laterales y las sacristías, aunque al exterior los volúmenes se igualan.

Crucero de San Pedro de la Nave
Crucero de San Pedro de la Nave

Hablamos, ahora así, del programa iconográfico de San Pedro: su decoración escultórica se extiende en su interior desde el crucero a la capilla mayor, subrayando así la estructura del edificio.

En las cuatro columnas del crucero, esas que decíamos que se situaban bajo el cimborrio, la ornamentación se encuentra en las basas, capiteles y cimacios de los que arrancan los arcos este y oeste, y se prolonga en las impostas de los arcos norte y sur.

Basas y capiteles tienden a la triangulación gracias al achaflanamiento de las esquinas, decoradas con motivos vegetales. En esos capiteles podemos distinguir el sacrificio de Isaac, a san Pedro y san Pablo, ambos representantes de la Iglesia universal; Daniel en el foso de los leones, santo Tomás y san Felipe, aves picando racimos y cabezas humanas.

El sacrificio de Isaac en uno de los capiteles de San Pedro de la Nave
El sacrificio de Isaac en uno de los capiteles de San Pedro de la Nave

El sacrificio de Isaac prefigura el de Cristo y parece muy probable que aquí se copiase de una miniatura, por las leyendas y el estilo caligráfico de la escena, pero desconocemos si se trata de una miniatura visigoda que seguiría trazas mozárabes. También se asemeja a las representaciones de miniaturas mozárabes la representación de Daniel en el foso de los leones, pero hay diferencias: aquí, los leones aparecen bebiendo agua del fondo del foso, y de ella surge Daniel.

Hay quien entiende esta imagen como fruto de un error interpretativo, porque lo habitual es encontrar a los leones sumisos, incluso lamiendo los pies a Daniel, pero para Hoppe hay intención: según él, dado que este es un pasaje de salvación desde el arte paleocristiano y la salvación implica el bautismo, podemos interpretar a los leones como neófitos que beben del agua de la vida y reconocen a Jesús, prefigurado en Daniel.

Su composición es la misma que la de los animales afrontados al árbol de la vida, tema al que esta iconografía se asocia a menudo, porque se ha representado al árbol flanqueado por leones.

San Felipe, por su parte, porta en una bandeja –quizá una paterna litúrgica– una cruz entre dos arbolillos, siguiendo el esquema simétrico habitual del árbol de la vida. Recordamos: la cruz simboliza el sacrificio de Cristo, que se renueva en la eucaristía, y es el árbol de la vida del que se alimentan generaciones, motivo recurrente en la iconografía católica. Según el evangelio de san Juan, san Felipe se encontraba presente en el episodio de los panes y los peces, de ahí que encontremos aquí una alusión clara a la citada eucaristía y una imagen que enlaza con el sacrificio de Isaac, especialmente a través de san Pablo, cuyo texto sobre ese sacramento se lee cada Jueves Santo.

Daniel en el foso de los leones en otro de los capiteles de San Pedro de la Nave
Daniel en el foso de los leones en otro de los capiteles de San Pedro de la Nave

¿Y santo Tomás? Lo asociamos con toda la iconografía anterior como testigo de la resurrección de Cristo. Su reconocimiento de que Dios es Cristo lo encontramos en la leyenda que lleva escrita: Emmanuel (Dios con nosotros). Si san Felipe y san Pablo estaban relacionados con la eucaristía, santo Tomás y san Pedro lo están con la fe.

En cuanto a los motivos vegetales de las basas y capiteles, hay que subrayar que, como las ondas que vemos bajo los Apóstoles, remiten al paraíso.

En los cimacios y en las impostas vemos aves entre roleos, cabezas humanas y un cordero y las impostas de las que arrancan las bóvedas de los brazos del crucero y la del tramo que precede a la capilla mayor se decoran, igualmente, con roleos en los que alternan hojas y racimos, al igual que en las pequeñas impostas de los arquillos que separan las naves laterales del crucero a modo de septum.

Aves pican de racimos en uno de los capiteles de San Pedro de la Nave
Aves pican de racimos en uno de los capiteles de San Pedro de la Nave

También se decoraron los capiteles y cimacios de las columnas del arco de entrada a la capilla mayor, extendiéndose aquí esa ornamentación por el interior de la capilla, en una faja que la recorre, y a lo largo del tramo que la precede, prolongándose por los muros orientales del crucero.

Esta decoración atiende a un gusto más esquemático, y se suceden en el friso símbolos cristológicos, como los anteriores: cruces, racimos, estrellas o flores, hélices… junto a alusiones a la Jerusalén celestial, el árbol de la vida o el monte Sión, sobre todo en capiteles y ventanas. Rompiendo esa temática, aparecen en la capilla mayor elementos figurativos: hombres y animales, siguiendo el mismo estilo esquemático y el mismo significado.

En el exterior, la decoración se limita a los brazos del crucero, subrayándose las impostas de los arcos de las puertas con símbolos cristológicos también esquemáticos. El único capitel conservado en las ventanas geminadas, en el lado nordeste, se decoró con un racimo. Ya sabéis que el racimo de uvas alude a Jesús: representar su cuerpo como cepa de vid alude a su sangre derramada por los hombres.

La iconografía evoluciona, si nos fijamos, desde los pies a la cabecera, de lo narrativo a lo simbólico, pasando de un lenguaje más o menos realista y fácil de entender a otro más conceptual y esquemático. Se ha atribuido este rasgo al trabajo de dos maestros o a la división del trabajo decorativo en dos fases, pero es, quizá, más probable, dada la unidad en el conjunto, que ese cambio se deba a una intencionalidad iconográfica: los fieles (el pueblo llano) ocupaba desde los pies de la iglesia hasta el crucero y más allá, en la zona de decoración más compleja, se situaban los clérigos, a quienes un símbolo bastaba para entender lo representado.

En definitiva, el programa iconográfico de San Pedro de la Nave está estrechamente relacionado con la liturgia e inspirado en ella, pero más que en la celebración de festividades específicas, en la eucaristía tal cual, entendida como misterio de la redención.

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