Esta exposición que hace unos días se inauguró en el Centro de Arte Alcobendas ha sido pensada como una suerte de retrospectiva sintética del trabajo de Victoria Civera, figura relevante del arte español, cuya dilatada carrera es muy valorada dentro y fuera de nuestro país, habiendo sumado recientemente a su lista de reconocimientos el Premio Tomás Francisco Prieto. La muestra, que ha sido realizada específicamente para el espacio de Alcobendas, reúne algunas de sus piezas más significativas junto a un buen número de obras recientes, varias de ellas inéditas, seleccionadas por Susana Blas, comisaria de la muestra, para quien era fundamental poder mostrar la creación actual de la artista, plenamente activa. Y es importante detenernos en esta idea, ya que de Civera se han organizado muestras antológicas y monográficas específicas de gran peso, como las celebrada en el CAC Málaga o el IVAM de Valencia, pero en esta ocasión, y a partir de la intuición de la comisaria, se ha montado una exposición que explica toda la obra de Civera desde la contemporaneidad, apostado por la observación directa de su trabajo y de su modo de acercarse a la creación, en la que el arte y la vida están particularmente ligados porque, como señala Blas, sus obras van en muchas ocasiones a la par de su vida.
El conjunto escogido permite hacer un recorrido por cuatro décadas de trayectoria y recoge todas las disciplinas en las que la artista trabaja, desde la pintura a la escultura, la instalación o el vídeo. También están presentes sus aforismos, estratégicamente colocados en las salas. Uno de ellos, El tiempo es circular en el silencio, es muy representativo de la forma en la que la exposición ha sido concebida, porque lo circular, como forma, metáfora y tiempo, forma parte de toda la obra de Vicky. Y es con esa idea de circularidad con la que artista y comisaria decidieron que mezclarían obras de todas las épocas.
En ese recorrido en el que las piezas dialogan encontramos desde el principio una invitación a adentrarnos en el universo Civera, plagado de asociaciones poéticas. Dividido en etapas o territorios, concebidos a modo de tres movimientos de una sinfonía y un preámbulo, que van aportando diferentes matices de color y de emoción al viaje, este representa el trabajo del artista desde que se levanta hasta que se acuesta, desde el amanecer hasta el anochecer, en clara alusion también al ciclo de la vida. Ese viaje se inicia aquí en el hall entre las dos salas grandes que acogen la exposición y tiene como epicentro Habitación anónima (1993), una obra ya clásica que nos sitúa en el interior de su casa taller y representa esa relación entre trabajo y vida cotidana. En ella advertimos también algo muy representativo de toda su obra como es la utilización de materiales encontrados y reutilizados. Lo vemos, por ejemplo, en ese hatillo hecho con el forro de un abrigo que la artista llevaba durante su estancia en Nueva York. Al entrar en la primera sala accedemos también a lo que sería el primer movimiento, el que alude a la infancia de la artista y a la memoria familiar, filtradas a través de sueños recurrentes y de los recuerdos, sensaciones y emociones de niña en su Valencia natal. Aquí encontramos piezas como Torres y nidos (2017), Laguna de Gallocanta (naturaleza muerta en Daroca) (2015-2016), Boreal (2015), La Picaraza (Germana) (2016) o Buscador (2015). Desde esa misma sala saltaríamos al tercer estadio, el que nos guía hacia la madurez, los procesos de transformación espiritual y la aceptación de la finitud. Donde se unen principio y fin. Junto a La matanza (Ni la palabra ni el silencio) (2017) o la Serie Radial. Horizontes circulares, una selección de exquisitas circunferencias de metal pintadas, está Nieve en Saro 2004 (2017), la pieza de vídeo que aporta el tono al proyecto, el rodaje silencioso de una inmensa nevada desde la ventana de su estudio cántabro. Allí está con su pareja, su hija y su nieta: de nuevo la unión entre vida y trabajo.
Por ultimo, en la sala de enfrente, aunque sea en realidad la segunda etapa de ese viaje creativo y vital, nos adentramos en la época de juventud, en los deseos, la fecundación y en la energía de la maternidad, con piezas tan sugerentes como Uno (1) (Sonido de útero) (2017) y Portadoras (2013). Es interesante destacar que el trabajo de Victoria Civera no habla de la mujer en sí, habla de la humanidad y lo universal desde el punto de vista de la mujer. Esta es también la sala en la que de forma más evidente, gracias a la gran instalación de Nidos (2015) alrededor de Aviador Sibilia (2008) se puede ver cómo trabaja Civera. Todas esas pequeñas maquetas, realizadas con objetos o juguetes, serían susceptibles de ser desarrolladas en cualquier momento en gran formato.
A modo de conclusión reproducimos unas palabras de Susana Blas que podemos leer en el catálogo de la exposición: Toda la obra de Vicky se cimenta sobre una gruesa capa de afectos, de amor. En su obra siempre hay elegancia, aún en los materiales pobres. Presta atención a los detalles y pide respeto para los objetos necesitados. Advierte de las limitaciones de las palabras y hace un uso creativo de los silencios.
“Victoria Civera. Every Day. Ni la palabra ni el silencio”
c/Mariano Sebastián Izuel, 9
Alcobendas, Madrid
Del 28 de noviembre de 2017 al 3 de febrero de 2018
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