El triunfo de la Muerte, de Bruegel el Viejo, brilla de nuevo en el Prado

Su restauración, pictórica y estructural, ha durado año y medio

Madrid,

Hace solo una semana el Museo del Prado nos presentaba tres nuevas adquisiciones, obras de Maíno, Fosman y Paret. Hoy volvemos a la pinacoteca para contemplar El triunfo de la muerte, de Bruegel el Viejo, una obra que no tiene nada de nueva –llegó al museo en el siglo XVIII– pero que desde hoy luce muy diferente. Ha estado más de un año en el taller de restauración y ya podemos ver los resultados de esta completa intervención, que le ha devuelto toda su belleza.

El cuadro se fecha entre 1562 y 1563 y, teniendo en cuenta que Bruegel solo pintó cuarenta óleos, puede decirse de él que es uno de los cuadros fundamentales de la historia del arte y una de las (muchas) joyas del Museo del Prado. Se trata de una escena moralizante que muestra el triunfo de la Muerte sobre las cosas mundanas, un tema bastante recurrente en la Edad Media, con el que Bruegel estaba familiarizado por la literatura y por las escenas del Bosco, de cuyos grabados él solía hacer copias. En ella encontramos también elementos estilísticos que el artista habría aprendido durante su estancia en Italia y un importante componente satírico.

Pieter Bruegel el Viejo. El triunfo de la Muerte, 1562 – 1563 tras la restauración. Museo Nacional del Prado, Madrid
Pieter Bruegel el Viejo. El triunfo de la Muerte, 1562 – 1563 tras la restauración. Museo Nacional del Prado, Madrid

La restauración de El triunfo de la Muerte no ha afectado exclusivamente a la capa pictórica, también ha sido fundamental la recuperación del soporte. De la primera ha sido responsable Mª Antonia López de Asiain, ocupándose de la estabilidad estructural José de la Fuente. El cuadro, que está formado por cuatro paneles horizontales de roble, había sido en algún momento rebajado y aplanado con un sistema de engatillado que impedía el movimiento, provocando grietas y un craquelado de consideración. En el proceso de rebaje del soporte, entre 6 y 8 mm., las cuatro tablas habían sido separadas y vueltas a unir, agrediendo seriamente la pintura en las juntas. El panel superior, por su parte, tenía muchas grietas, quizás por una caída, por lo que su reintegración también ha sido un trabajo fundamental de la intervención. Esta ha consistido en eliminar el engatillado para recuperar su curvatura natural, creando un soporte secundario, un bastidor de madera de haya, móvil y flexible, que se fija a la pieza por muelles planos de acero inoxidable insertados en unos tornillos de nylon, que permiten cualquier movimiento en 360 grados.

Una vez que el soporte estaba asegurado, tocaba acometer la fase pictórica, primero la fijación de color y la detección de los niveles originales, ocultos bajo una gruesa capa de repintes de diferentes restauraciones. Se retiraron los barnices y velos, que habían convertido la escena central en una masa borrosa y se eliminaron esas capas de pintura que, en varios casos, parecían estar para camuflar defectos e intervenciones anteriores. Para el éxito del trabajo ha sido fundamental la reflectología, pero también contar con dos copias exactas realizadas por los hijos del pintor, que han permitido a la restauradora conocer todos los detalles del cartón original que sirvió de modelo para la escena y poder así reintegrar correctamente pequeños elementos perdidos o inventados erróneamente en esas intervenciones anteriores que hemos mencionado.

Pieter Bruegel el Viejo. El triunfo de la Muerte, 1562 – 1563. Detalle de la obra antes de la restauración. Museo Nacional del Prado, Madrid
Pieter Bruegel el Viejo. El triunfo de la Muerte, 1562 – 1563. Detalle de la obra antes de la restauración. Museo Nacional del Prado, Madrid

 

Pieter Bruegel el Viejo. El triunfo de la Muerte, 1562 – 1563. Detalle de la obra tras la restauración. Museo Nacional del Prado, Madrid
Pieter Bruegel el Viejo. El triunfo de la Muerte, 1562 – 1563. Detalle de la obra tras la restauración. Museo Nacional del Prado, Madrid

En este sentido, por ejemplo, vemos cómo en la mesa ha vuelto a salir un platillo antes eliminado; o detalles como el cinturón del vestido verde de la mujer a la izquierda de la mesa, del que también se había perdido una parte, esta vez a consecuencia del desnivel en la junta de las tablas. También son evidentes la recuperación de la viveza de los colores, rojos y azules ahora mucho más nítidos; de la profundidad del paisaje o del reflejo en el agua del lago del torreón, desapercibido antes de la limpieza.

Mª Antonia López de Asiain destaca el aspecto más humano de Bruegel que ella ha podido descubrir a raíz de la restauración. Pequeños gestos como la forma de crear la transparencia del humo, retirando material pictórico tras la pincelada y aplastando el restante con la yema de los dedos;  o descubrir las marcas dejadas por el tiento, esa herramienta que ayuda a los pintores a sostener la mano y mantener el pulso…

Desde hoy, quienes se acerquen a ver la obra la disfrutarán en todo su esplendor. Más allá del brillo recuperado, es un deleite pararse ante esta obra llena de mini escenas que, además de mostrar preciosismo y maestría en el uso del pincel, ofrece una manera muy particular de mirar a la muerte. Os recordamos que esta no es la única pintura firmada por Bruegel en esta sala, la 55 A del edificio Villanueva. A su lado está El vino de la fiesta de San Martín, que fue adquirido por el Prado a finales de 2010, tras un minucioso estudio y restauración, y que como podemos ver está realizado en una técnica muy distinta.

 

 

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