Desde el pasado 23 de noviembre, los visitantes del Moderna Museet de Estocolmo descubren profundos cambios en su visita a la colección permanente del centro: se ha reorganizado por completo y las diecinueve salas en que se dispone se han renovado a fondo.
Son 140.000 las obras que forman parte de los fondos del museo y, con el fin de que el mayor número posible de ellas pudieran ser contempladas, el recorrido por la colección venía cambiando casi constantemente. Esta vez, se ha optado por dar prioridad en las presentaciones a temas o artistas individuales, de ahí que las nuevas salas expositivas respondan, desde el mes pasado, a epígrafes como Una habitación propia, Collage y ensamblaje, Después de la pared o Abstracción excéntrica.
Técnicos, conservadores y comisarios han preferido que solo sean 300 las piezas expuestas por ahora en representación del acervo del Moderna Museet, y también han decidido dar protagonismo a las mujeres artistas y a los creadores suecos, incluyéndose, con una representación importante de piezas, a Siri Derkert.
Nos esperan igualmente trabajos de Lygia Clark y Robert Gober que no se habían expuesto antes y veremos también obras de Ola Pehrson o Mona Hatoum que habían estado durante años en el almacén o que habían sido prestadas a otras instituciones suecas o extranjeras. Algunas de las piezas estrella del centro, como uno de los monogramas de Rauschenberg, un paisaje marroquí de Matisse o un Sigrid Hjertén se exhiben integradas en renovadas constelaciones de obras.
Gitte Ørskou, directora del Moderna Museet, ha señalado que este espacio cuenta con una de las mejores colecciones de arte moderno y contemporáneo de Europa y que mostrarla, al menos parcialmente, conforme a criterios temáticos y no estrictamente cronológicos arrojará nuevas luces sobre las obras individuales y revelará el poder intemporal de la creación para transmitir ideas y emociones más allá de contextos de época.
