Hace aproximadamente un mes os anunciábamos la donación que Alicia Koplowitz hacía al Museo del Prado, de cuyo patronato forma parte, consistente en una destacada obra de madurez de Federico de Madrazo (Roma, 1815-Madrid, 1894), con la que el museo mejoraba de forma importante el perfil del artista en su colección, que no incluía ningún retrato femenino de cuerpo entero en exterior de la década de 1950.
Tras una ligera restauración, Josefa del Águila y Ceballos, luego marquesa de Espeja luce ya en la sala 62 B del museo y podemos decir que su presencia allí resulta especialmente destacable. Ya hemos indicado que se trata de una obra muy relevante en el conjunto pictórico del artista, realizada entre 1852 y 1854, cuando le daría los últimos retoques. Algunos de estos han sido vistos gracias a técnicas como la reflectología infográfica e indican ligeros cambios como el sufrido en la dirección en la mirada de Josefa, en un primer momento más directa hacia el espectador y posteriormente llevada hacia lo lejos por el artista. El inventario manuscrito de Madrazo nos permite conocer que cobró doce mil reales por el encargo y, por los datos asociados a la pintura, sabemos que ella tenía veintiséis años en el momento en el que fue retratada y que entonces ostentaba el título de vizcondesa de Aliatar, que le había sido concedido por su matrimonio, en 1850, con José María Narváez. En la obra luce un espectacular vestido de encaje blanco y un tocado de plumas, que puede recordar por su estilo, así como por la elegante pose de la modelo, a la manera de Jean-Auguste Ingres. El cromatismo en tonos claros de la vestimenta, la pincelada precisa en los dibujos del encaje, la seda, las transparencias y las joyas, o el tratamiento de la luz que hace sobre ellas, son aspectos interesantes en los que detenerse. En cuanto al paisaje que vemos al fondo, en el que adivinamos un parque con altos árboles, los expertos indican que Madrazo está reutilizando el que ya usara cinco años antes en el retrato de Leocadia Zamora y Quesada y que, con alguna variación, repetiría posteriormente en el de Bárbara de Bustamante y Campaner.
Quienes vayáis a conocer a la nueva inquilina del edificio Villanueva reparareis seguro en el llamativo marco que la rodea, considerado también una obra maestra de mediados del siglo XIX, cuya reciente limpieza ha puesto en valor la que es la mejor moldura de toda la colección de Madrazo en el Prado.
No es la primera vez que el retrato de Josefa del Águila y Ceballos, luego marquesa de Espeja se exhibe en el Prado, pues fue una de las pinturas que formaron parte de la exposición monográfica que se realizó en 1994 para celebrar el centenario del nacimiento del pintor, figura íntimamente relacionada con el Museo del Prado desde su infancia y del que llegaría a ser director. Tampoco era un secreto que la pinacoteca estaba interesada en esta pintura y por eso cuando sus propietarios decidieron venderla a través de la galería Caylus, los responsables de esta sala supieron con quien contactar. Alicia Koplowiz la adquirió a título personal para donarla al Prado, donde la pintura regresa ahora en forma de regalo, veinticuatro años después y en el preámbulo del Bicentenario, su próxima gran efeméride.
Por su parte, tanto el director del museo, Miguel Falomir, como José Pedro Pérez-Llorca, presidente del Real Patronato del Museo del Prado, han elogiado la gran generosidad de Alicia Koplowitz y han señalado la importancia de las donaciones, así como su deseo de que esta sirva de estímulo para que en el futuro puedan seguir sumándose otras destacadas incorporaciones a la colección.
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