El fusilamiento de Torrijos, una pintura para una nación

El Prado conmemora, en el marco del Bicentenario, el 150 aniversario de la nacionalización de las colecciones reales

Madrid,

Hace unos días se clausuraba “Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria”, la gran exposición conmemorativa del Bicentenario, a cuya celebración se siguen sumando actividades, muestras e incluso homenajes, como el que el pasado jueves le dedicó el aclamado pianista Lang Lang, cuyo recital frente a las Meninas pudo ser disfrutado en directo por más de 13 000 personas a través de las cuentas oficiales del Prado en Instagram y Twitter.  La actividad en la pinacoteca no cesa y hoy abre al público una pequeña exposición en la sala 61 A del edificio de Villanueva en torno a la obra Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en la playa de Málaga, con la que se quiere conmemorar otra importante efeméride: el 150 aniversario de la nacionalización de las colecciones reales, que pasaron a depender del Estado al iniciarse el Sexenio Revolucionario y durante el mandato de Antonio Gisbert en la dirección del Museo. La elección de esta pintura, que tiene la particularidad de ser la única de historia encargada por el Estado con destino al Prado, no es por tanto casual. Fue a finales de 1885 cuando Sagasta consideró la conveniencia de hacer esta encomienda a Gisbert (convertido en el gran pintor de los liberales tras ganar la primera medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de España de 1860 por su representación de  la ejecución de los comuneros de Castilla), que pese a haber estado al frente del museo no tenía representación en sus colecciones.

La pintura se centra en el momento anterior a la muerte del general José María Torrijos y sus compañeros el 11 de diciembre de 1831, ordenada por Fernando VII tras haber sido capturados con engaño y sin juicio previo. Junto a él están Francisco Fernández Golfín, antiguo ministro de Guerra (a su izquierda), Manuel Flores Calderón, que había sido presidente de las Cortes (a su derecha), el coronel Juan López Pinto, el teniente británico Robert Boyd, el antiguo comisario de Guerra Francisco de Borja Pardio, y otros liberales, artesanos y marineros, de distintas regiones españolas, muchos de los cuales habían luchado heroicamente en la guerra de la Independencia contra los franceses. Para su realización, buscando la mayor veracidad posible y siguiendo el naturalismo imperante entonces en Europa, Gisbert viajó a Málaga para ver la playa donde sucedieron los fusilamientos y buscar imágenes o efigies de los asesinados. En el caso concreto de Torrijos existía un retrato que le había hecho el duque de Rivas durante su exilio en Inglaterra, pero en el caso de aquellos de quienes no encontró retratos se valió de las fotografías de sus hijos como inspiración. Dominada por un tono épico y heroico, la pintura –en la que son reconocibles influencias del Torero muerto de Manet o de La libertad guiando al pueblo de Delacroix– resulta aún más monumental por la gran dimensión dada a las figuras, de tamaño superior al natural.

Antonio Gisbert. Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, 1888. Museo Nacional del Prado, Madrid
Antonio Gisbert. Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, 1888. Museo Nacional del Prado.

La muestra, además de seguir poniendo el acento en esa idea de presentar al Prado como una institución de todos y para todos, sirve para recordarnos la importancia histórica y estilística de esta pintura, una de las más sobrecogedoras del museo y símbolo de la construcción de la nación española desde la perspectiva de la defensa de la libertad. Pero también de su autor que, en opinión de Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación e Investigación del Museo, fue mejor pintor de lo que siempre se le ha considerado.

Junto al gran cuadro de Gisbert, la muestra incluye un boceto preparatorio a carboncillo sobre papel, que se expone por vez primera tras su reciente restauración; la emotiva carta que Torrijos le escribió a su mujer la noche antes de morir; una réplica pequeña de la pintura; y algunas obras realizadas por otros autores en distintos soportes, como un grabado en madera de Bernardo Rico o una litografía de José María Cardano. Enfrentada a la escena de Torrijos cuelga la otra gran pintura realizada por Antonio Gisbert, habitualmente en el Congreso de los Diputados, en la que se representa el mencionado episodio de Los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo; y completando la exposición está el retrato de José María Torrijos firmado por Ángel Saavedra, después duque de Rivas, y el que José Casado del Alisal realizó de Práxedes Mateo Sagasta en 1884, para la galería de retratos de presidentes de las Cortes.

 

“Una pintura para una nación. El fusilamiento de Torrijos”

MUSEO NACIONAL DEL PRADO

Paseo del Prado, s/n

Madrid

Del 26 de marzo al 30 de junio de 2019

 

 

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