El Divino Morales o el Renacimiento español

El Museo del Prado dedica al pintor su primera monográfica en un siglo. Viajará a Bilbao y Barcelona

Luis de Morales. La Virgen de la Leche, hacia 1565. Museo Nacional del Prado
Luis de Morales. La Virgen de la Leche, hacia 1565. Museo Nacional del Prado

Fue longevo para su tiempo –se manejan 1510 y 1586 como sus fechas de nacimiento y muerte- pero sobre la vida de Luis de Morales no manejamos demasiados datos: se desconoce dónde nació, aunque vivió y pintó en Extremadura y durante medio siglo fue el pintor más prolífico de esa región. También realizó encargos para las ciudades de Évora y Elvas, hoy portuguesas y entonces españolas, y en 1539 se estableció en Badajoz, tras haber trabajado en Plasencia durante un periodo decisivo en su carrera.

Su pintura, de temática siempre religiosa, composición sencilla y elevada carga emocional, se expuso por primera y única vez (hasta ahora) en el Museo del Prado hace casi un siglo, en 1917. Nadie puede acordarse. Miguel Zugaza, director de la pinacoteca, ha apuntado como razones de ese retraso en la recuperación de Morales la lentitud habitual en el estudio del arte español y el hecho de que, en el camino de analizar los orígenes del arte moderno español, Velázquez, Goya y El Greco, por este orden, hayan encabezado el interés de los historiadores.

La muestra que mañana abre al público el Prado, y que después viajará al Museo de Bellas Artes de Bilbao y al Museu Nacional d´ Art de Catalunya, no pretende, en expresión de Zugaza, “exhumar académicamente” al artista, sino celebrar su pintura y señalar la evolución de Morales a lo largo de su carrera. El proyecto lleva años gestándose y supone, en cierto modo, la deriva natural del interés del Prado por enriquecer su colección del pintor: desde 1992 ha adquirido aproximadamente una decena de sus obras.

Morales es, lo ha subrayado Miguel Falomir, uno de los pocos pintores españoles anteriores a El Greco susceptibles de vertebrar una monografía como ésta. Su fortuna crítica no ha sido estable: si en vida conoció el reconocimiento, en sus últimos años permaneció casi olvidado y fue ninguneado en el s XVII hasta que Palomino le dedicó una biografía que ya incorporaba el apelativo de “El Divino”. Si recordáis, es el mismo que recibió Miguel Ángel de Vasari, pero en aquel caso se debía a su potencia creativa, y en el de Morales alude al contenido religioso de su producción, que ha sido consustancial a esa variable valoración de su obra. En el s XIX volvió a crecer la atención al (probable) extremeño coincidiendo con una etapa de ensalzamiento del Renacimiento español como movimiento con características propias respecto al italiano: nunca cayó en lo paganizante. Las figuras retratadas por El Divino Morales ofrecen tipos físicos más o menos cercanos a los de nuestro país.

La muestra no pretende, según Zugaza, “exhumar académicamente” al artista, sino celebrar su pintura y señalar su evolución

Luis de Morales. El Calvario, hacia 1566. Museo Nacional del Prado. Donación Plácido Arango
Luis de Morales. El Calvario, hacia 1566. Museo Nacional del Prado. Donación Plácido Arango

En general, de El Divino Morales se ha hablado más de lo que se ha escrito, y quienes han escrito han sido, sobre todo, eruditos locales. No han favorecido que lo conozcamos mejor las numerosas copias de baja calidad que en su época de mayor difusión se realizaron a partir de sus obras, “derivaciones patéticas” las ha llamado la comisaria Letizia Ruiz y Gaya Nuño se refirió a ellas como “mamarrachadas”.

No deben confundirnos: El Divino Morales fue un pintor virtuoso, autor, junto a su taller, de una veintena de retablos, muy originales aunque inspirados en estampas, y también de obras de gran formato para altares y de piezas devocionales a las que debió, en vida, su popularidad. Cuidó con esmero la elección de los materiales y el tratamiento técnico. Destaca su potente iluminación, que contrasta con los fondos oscuros, también intensos, y repitió temas, sí, pero incorporando a cada pieza notas personales que otorgan a cada una entidad propia.

La exhibición se estructura en cinco secciones dedicadas a sus creaciones iconográficas más conocidas, a imágenes de la Virgen y el Niño, pinturas sobre la Pasión y la Redención, retablos y, por último, a las obras que Morales llevó a cabo por encargo de san Juan de Ribera, prelado en Badajoz.

Buena parte de las obras que componen la exposición han sido restauradas para la ocasión y entre ellas podemos destacar la que es su única pintura fechada, La Virgen de la Oropéndola (1546), donde El Divino ya demostraba su buen manejo de las fuentes y su composición cuidada; La Sagrada Familia del Horóscopo; la que para muchos es su obra maestra, la dulce Virgen de la Leche y una expresiva Piedad procedente de la iglesia del pueblo toledano de Polán.

También exhibe el Prado los dos únicos dibujos que pueden atribuirse con seguridad al pintor, procedentes del Museo de Arte Antiguo de Lisboa, y una escultura de Alonso de Berruguete que ha prestado el Museo Nacional de Escultura de Valladolid y que dialoga con la obra de Morales. ¿Por qué Berruguete? Hoy sabemos que El Divino tuvo su primer taller en Plasencia, una localidad cacereña no lejana a Salamanca y Toledo, áreas donde el escultor palentino ejerció mayor influencia. Para no tener dudas, Peridis ha elaborado un mapa con el área donde trabajó Morales.

La exposición puede visitarse hasta el 10 de enero de 2016.

 

Luis de Morales. Noli me tangere, 1550-1560. Lisboa, Museu Nacional de Arte Antiga
Luis de Morales. Noli me tangere, 1550-1560. Lisboa, Museu Nacional de Arte Antiga

 

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