Espacio Valverde presentó una de sus primeras exposiciones individuales hace cuatro años y a Espacio Valverde regresa ahora la artista madrileña Elena Alonso, tras participar el año pasado en el programa Conexiones que organizan el Museo ABC y la Fundación Banco Santander y antes de presentar, coincidiendo con la próxima edición de ARCO (donde debutará esta galería) una intervención site specific en la nave Abierto x Obras de Matadero.
La muestra, abierta el pasado día 15, lleva por título “Canto blando” y en ella encontramos novedades y pervivencias: si hasta ahora Elena había centrado su producción en el dibujo, manejándolo en intersección con otras disciplinas como el diseño, la artesanía o la arquitectura, esta vez no expone obras sobre papel sino que ha optado por servirse de técnicas como la talla, las incrustaciones, el modelado o los pulimentos.
La presencia de estos nuevos materiales en su obra, de los pequeños formatos y quizá también del propio polvo hace que encontremos en estas propuestas una dimensión afectiva e íntima más acentuada que en su obra anterior, aunque se mantenga su habitual tendencia a la pulcritud, la depuración y la geometría. Hay líneas rectas y planitud, pero también líneas quebradas y agujeros desafiando durezas. Podríamos decir que hemos pasado de las arquitecturas misteriosas a los interiores cálidos, si no fuera porque en los trabajos de Alonso siempre subyace un enigma de fondo en torno a lo representado.
Según Jacobo Fitz-James, se da en “Canto Blando” una poética que nace de la oscuridad de la lumbre, en la que se siente el paso del tiempo, la extrañeza del hogar y la intermitente presencia de leves coordenadas de grafito que aparecen y desaparecen bajo el azaroso ruido del polvo. Hay una permanente ambigüedad en el juego de opuestos, un contraste entre lo duro y lo blando, lo natural y lo artificial, lo técnico y lo plástico.
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