La Sala Juana Francés de Zaragoza abrió el pasado 7 de octubre su temporada expositiva 2015-2016 con “El bosque interior”, una muestra colectiva para la que trece artistas actuales han reflexionado sobre la proyección artística del alma en una época, la nuestra, en la que abordar lo espiritual, y en general lo intangible, genera muchas veces inquietud y, como mínimo, incomodidad.
La exhibición, comisariada por Susana Blas, coincide con la celebración del quinto centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, cuya figura está muy presente en la exposición pero abordada desde un punto de vista diferente al habitual: el de una mujer que percibió las desigualdades de género y se rebeló contra algunas de ellas tres siglos antes de que este asunto comenzara a plantearse desde un discurso crítico.
También Santa Teresa ofrece estupendos textos, llanos y expresivos, sobre las manifestaciones y los vaivenes del alma, un intangible cotidiano que nos conecta a la vez con lo más propio de nuestra individualidad y con lo universal.
Puede que no nos acordemos lo necesario de ello, pero las vivencias personales de la espiritualidad por parte del creador estuvieron presente en el nacimiento de la obra de arte desde las pinturas rupestres, aunque los artistas románticos incidieran en este aspecto como esencia de sus trabajos marcados por el sentimiento, y por tanto por mundos interiores y subjetivos, a veces expresados en la furia o la calma de elementos de la naturaleza.
Chechu Álava, María Bueno, Soledad Córdoba, Antonio Fernández Alvira, Santiago Lara, Mireya Martín Larumbe, Vicky Méndiz, Paula Noya, Mapi Rivera, José Luis Serzo, Suso 33, Marina Vargas y Juan Zamora han llevado a Zaragoza obras en todos los formatos (esculturas, pinturas, instalaciones, dibujos, vídeos y fotografías) en las que han buscado expresar su relación, como artistas, con lo espiritual y su manera de expresarla. Y esas maneras, o formas del alma, son tantas como los participantes.
Susana Blas ha planteado la muestra como “una conversación colectiva y atemporal con Teresa y sus escritos”, ninguna de las piezas expuestas supone una traslación plástica directa de las ideas de la santa; se trata más bien de diálogos emocionales y no intelectuales con sus ideas.
Dentro de sus evidentes diferencias, los artistas seleccionados tienen en común su interés por la intuición como método de trabajo y por el cuerpo como herramienta. Complementa la visita a la muestra un Cuaderno de viaje para el que cada uno de ellos ha elegido una obra, a cuya imagen se ha asociado un fragmento de una posible conversación abierta con Teresa de Ávila. Del mismo modo que la escritora se sirvió de elementos de la naturaleza como metáforas de momentos y sensaciones de sus experiencias místicas, los artistas participantes tampoco caen en ningún caso en el discurso unidireccional: sus obras ofrecen variadas interpretaciones.
Susana Blas ha planteado la muestra como “una conversación colectiva y atemporal con Teresa y sus escritos”
¿Por qué se titula la exposición “El Bosque Interior”? En palabras de Susana Blas, “este escenario permitía añadir a nuestra búsqueda de espiritualidad las incertidumbres y paradojas que los artistas sentían; un bosque poblado de almas y suspiros nocturnos durante la noche, y de agradables paseos meditativos durante el día”.
Como ya os hemos adelantado, uno de los participantes en la muestra es nuestro fichado Juan Zamora, el artista nómada de lo sutil, autor de dibujos, animaciones y objetos de lenguaje fresco y sencillo y fondo bastante más complejo. En Zaragoza nos enseña dibujos donde plasmó pasiones zen en pequeño que crecerán cuando el espectador las haga suyas.
Son fruto de experiencias durante sus viajes: En China tuve ciertos momentos iluminados por el miedo que tenía a morir debido al smog. Pasaba los días meditando debajo de un árbol. Su sombra era lo único que me consolaba.
Exhibe Zamora el dibujo Nube y la instalación específica Cultivo, que elaboró tras la lectura de textos de Santa Teresa y que se dedica a la vertiente corporal y erótica de sus experiencias místicas. Se trata de una escultura de cuerpo de mujer en miniatura que reproduce en 3D el cuerpo de la actriz porno Amarna Miller, que posó sobre él. Vemos la escultura de pie sobre una sombra dibujada con tierra fértil plagada de semillas que crecerán durante la exposición.
Chechu Álava nos enseña algunas de sus almas atemporales en óleo de personajes históricos que ella admira o de personajes cotidianos o ficticios. El uso de pinceladas suaves acentúa la sensación de transparencia de su mundo interior. La malagueña María Bueno, que elabora sus trabajos a partir de retazos de vida, de materiales que transmiten sentimientos, presenta recreaciones de pájaros, barcas o aguas que remiten a las raíces de la artista y a su vez la une a una dimensión superior e inmaterial.
Soledad Córdoba, una vez más, trabaja con su propio cuerpo para dar pie a rituales íntimos que fotografía y que hablan de las luces y las sombras de un arma. Son proyectos de una dimensión espiritual evidente: Me observo caminar, no sé hacia dónde, y más que ver un cuerpo me percibo casi arbórea. Cada poro es un filamento que vibra y sangra, y una gran urdimbre se enreda a cada paso en todo aquello que observo.
Las obras de Fernández Alvira son frágiles y también hablan de rituales, pero estos relacionadas con sacrificios físicos y con la búsqueda permanente de una purificación interior. Son piezas ligadas a las esencias, a almas que se derrumban y se reconstruyen.
Las pinturas de Santiago Lara, por su parte, pueden entenderse como fotogramas de una biografía colectiva de tintes igualmente espirituales. Tienen algo de chamánico, a él le inspiran las culturas animistas: En las culturas animistas la Naturaleza es divinidad y se encarna en una figura humana (la Naturaleza hecha hombre). El cometido de este ser antropomorfo, compuesto de pies/raíces, medio hombre, medio animal, es el de ser portador del agua.
La gallega Paula Noya construye sus trabajos desde una distancia incómoda: las observamos a través de cerraduras y ligan lo biográfico y lo creativo. Mireya Martín Larumbe es autora de vídeos, libros, dibujos e instalaciones en los que se enredan palabras y sensaciones, naturaleza y pensamiento propio, y Vicky Méndiz se sirve del acto creativo como vía para hallar respuesta a los misterios de su personalidad. Sus fotografías transmiten silencio.
La oscense Mapi Rivera siempre ha trabajado con “material” místico, y de hecho en su tesis doctoral ahondó en la figura de la propia Teresa de Ávila. Nos muestra su visión del éxtasis: la elevación del cuerpo necesaria para encontrarse con lo extraordinario; y Serzo, otro de nuestros fichados, nos enseñará trabajos que de nuevo nos invitan a bucear más allá de lo aparente. Concibe el acto de crear como trance y como búsqueda de conocimiento de la que derivan escenas oníricas donde tiene cabida la alquimia.
Suso 33, que ha expuesto recientemente en el CEART de Fuenlabrada en una muestra comisariada también por Susana Blas, ha llevado a Zaragoza documentos de su arte urbano más ligado a la búsqueda de la paz interior y al encuentro con la naturaleza, y, por último, Marina Vargas, que suele trabajar estudiando la representación de lo femenino, exhibe en la Sala Juan Francés una Piedad invertida que nos obliga a reflexionar: María y Teresa se funden potenciando el lado erótico del éxtasis.
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