Algunos quizá recordéis la noticia, apasionante e inquietante, con la que despedimos el verano de 2016: el 24 de agosto de aquel año se anunció el hallazgo de Próxima Centauri b, un exoplaneta de la constelación Centaurus. Desde entonces no hemos podido obtener imágenes de él, pero en aquel momento el hallazgo resultó prometedor, porque parecía el exoplaneta habitable más cercano al sistema solar (posibilidad desmentida después por la NASA).
Los relatos a los que el descubrimiento de Próxima Centauri b y sus opciones de habitabilidad dieron lugar en los seis meses que duraron aquellas esperanzas son el germen de la muestra que Clara Montoya presenta ahora en Tabacalera. Promoción del Arte, una exposición centrada en lo que de nosotros expresan esas narraciones que parten de hechos reales pero que cobran vuelo al margen de ellos. También a las relaciones entre lo tangible, lo científico y lo conceptual a lo largo del tiempo y de varios escenarios geográficos.
Han comisariado la exposición Jaime González Cela y Manuela Pedrón Nicolau, que nos proponen un recorrido, breve pero claramente vertebrado y muy atractivo, por los trabajos en los que Montoya ha enlazado piezas que cuentan historias sobre tiempos y lugares pasados con otras que nos ayudan a entender nuestro presente.
La exhibición se inicia con tres dispositivos que ya anticipan al espectador el interés de Montoya por lo remoto: se trata de Fulgur Conditum, 1924/2124 y MorseRoma RAER. El primero es un mecanismo diseñado para un emplazamiento concreto en Sudáfrica que espera la caída de un rayo para crear una roca fulgurita; el segundo da nombre a un medidor analógico que marca el crecimiento de la distancia entre la Luna y la Tierra y que se instaló en Mallorca, y el último se refiere a un mensaje codificado que cada anochecer se emitiría desde la Academia de España en Roma hacia la ciudad que la acoge.
Podría parecer que cada uno de estos proyectos está firmemente imbricado con un espacio geográfico completo, pero Montoya acentúa su dimensión universal al conectarnos con ellos a partir de lo narrativo, subrayando que allí donde hay distancia (y por tanto no hay conocimiento primario) hay también terreno abonado a la imaginación, el misterio y, siguiendo ese camino, el relato. No quedan muy lejos de estos planteamientos ciertas propuestas vinculadas al Land Art y a lo performativo.
Hablaremos primero de Fulgur Conditum (literalmente en latín, aquí yace un rayo). Se sabe que, en la Roma antigua, el lugar donde un rayo caía era cercado y excavado para enterrar allí todo lo que esa descarga eléctrica había tocado; recibiendo el espacio delimitado ese mismo nombre. La llamada Cuna de la Humanidad sudafricana, por el hierro enterrado en su yacimiento arqueológico, está considerada un campo de relámpagos, al igual que el proyecto contemporáneo de Walter de Maria (salvando las distancias). Retomando el rito romano, el moderno Fulgur Conditum de esta artista es una instalación que espera el impacto de un rayo: cuando este entre en contacto con arena, fundirá los granos de sílice para dar lugar a una fulgurita. Lo natural derivará así de un artificio.
1924-2124, por su parte, es una máquina gestionada por una pequeña comunidad mallorquina que prueba cómo, de invierno a invierno, la lejanía entre nuestro planeta y la luna crece 3,8 centímetros. Este objeto, que podemos considerar una escultura, está formado por un fuste metálico y una estantería donde se guardan los cilindros que miden las distancias año a año, realizados por Montoya. Ella ha decidido crear el número suficiente para que los haya disponibles hasta 2124, dejando claro lo inabarcable, para la percepción humana, de nuestra lejanía al satélite y a su vez lo viva que está nuestra relación con él en nuestro imaginario y nuestra fantasía.
MorseRoma RAER nace de una coincidencia: la fundación de la Real Academia de España en la capital italiana sucedió, más o menos, en el tiempo en que nació el código morse y se inició su empleo en la comunicación óptica, sobre todo en el mar. Ambos hechos quedan conectados en una intervención en la que Montoya nos hace pensar en la Academia como en un navío varado en lo alto de la colina del Gianicolo, desde el que se emiten cada anochecer, en código morse lumínico, los nombres de todos los residentes, directores y empleados que por allí han pasado. La Academia se convierte así en recurrente foco de luz e información en la noche romana.
Tras este primer grupo de trabajos, nos esperan en Tabacalera Las cinco pléyades y TÚ, otros dos proyectos que buscan relacionarnos con relatos de otras épocas. El primero alude a un tapiz del siglo XV (Historia de Hércules: La conquista de la isla de las ovejas, conservado en Tournai) y a las distorsiones que introduce, a nivel simbólico y mitológico, para ensalzar el linaje de los Borgoña. A partir de uno de sus fragmentos, dedicado a las citadas pléyades, Montoya ha generado nuevas telas abstractas nacidas de la ampliación de las formas originales, distorsionando nuevamente el mensaje y sugiriendo cómo las distancias físicas y temporales condicionan nuestra visión de aquel relato mítico, como antes lo hizo el interés.
En TÚ se refiere la creadora madrileña a la restauración como ciencia que enlaza pasado y presente. Tras visitar los talleres de los Museos Vaticanos dedicados a esta actividad y conocer de cerca los procedimientos de sus profesionales, ha incidido en una vertiente muy concreta de su labor: la lectura del arte del pasado y su vínculo con las huellas dejadas por los autores de las piezas. Uniendo fragmentos de obras medio restauradas y medio destruidas, nos invita a sumergirnos en el limbo de las formas. TÚ, por cierto, es el nombre de un dios cuya imagen llegó a Roma desde las islas Gambier: se labró en el siglo XVIII con cuatro piernas, pero sin brazos.
Cierra la exhibición Carnaval Sauvage, un conjunto de piezas pictóricas en las que Montoya recrea el Carnaval Salvaje que desde hace cinco años se celebra en la capital belga (ella forma parte de su equipo organizador). Para su celebración cada participante crea su propio traje, reinterpretando los antiguos carnavales paganos, y esas indumentarias son quemadas al final. También Speak to me: en una sala oscura, podemos escuchar lo siempre presente y nunca advertido, los latidos de nuestro corazón y del de los que nos rodean.
Clara Montoya. “Próxima Centauri B”
TABACALERA. PROMOCIÓN DEL ARTE
c/ Embajadores, 51
Madrid
Del 21 de septiembre al 11 de noviembre de 2018
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