Circuitos 2018: una constelación madrileña

Sus últimos seleccionados exponen en la Sala de Arte Joven

Madrid,

 

 Alberto Feijóo. Rosetta, 2018
Alberto Feijóo. Rosetta, 2018

El año que viene, los Circuitos de Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid cumplirán tres décadas fomentando la creación joven. Desde finales de los ochenta, este proyecto concede anualmente una decena de ayudas a la producción a artistas residentes en la región y menores de 35 años, y el resultado de su trabajo podemos verlo después en una muestra colectiva completada con un catálogo. Por esta cita han pasado creadores que en estos casi treinta años han alcanzado una trayectoria sólida y reconocida (como Cristina Lucas, Fernando Sánchez Castillo o Marina Núñez, por citar solo algunos nombres) y los últimos elegidos exponen ya en la Sala de Arte Joven de la Avenida de América proyectos, en su mayoría experimentales, que a finales de 2019 podrán verse también en Asturias, en la Sala Borrón ovetense y en LABoral, en el marco del programa de intercambio de muestras suscrito hace algunos años entre las dos comunidades y la Fundación LABoral.

Uno de ellos, Carlos Monleón, podrá disfrutar además de una residencia de producción en ese centro gijonés; el resto de los participantes son Víctor Aguado Machuca, Pablo Durango, Alberto Feijóo, Ignacio García Sánchez, Esther Gatón, Inma Herrera, Miguel Marina, Elisa Pardo Puch y Clara Sánchez Sala; esta última, por cierto, pasó hace no mucho por Fichados. Y el comisario encargado de vertebrar sus trabajos ha sido Bernardo Sopelana, aunque él ha buscado que en el proyecto final su rol curatorial perdiera protagonismo en favor de los procesos que han generado cada una de las piezas, para que el público pueda adentrarse en las labores, primero de pensamiento y luego de producción, que llevan implícitas. Así, ha explicado que una de sus tareas fundamentales ha sido la de propiciar la libertad de acción y decisión de los artistas a la hora de dar cuerpo a sus propuestas, que en muchos casos han tomado rumbos no previstos inicialmente como fruto de ese diálogo, a veces para entablar relaciones con el espacio de la Sala de Arte Joven.

La ubicación de cada una de las obras en este centro no es casual: se ha tratado de que la elección de los lugares concretos donde podemos contemplarlas favorezca que el público pueda comprender su naturaleza y sus múltiples lecturas. El objetivo último era generar un mapa de inquietudes de los creadores que actualmente trabajan en Madrid y su región, no solo a partir de sus obras materializadas, también a partir de la documentación que las acompaña y que incide en esa voluntad de hacer al público participante de las investigaciones previas (la evolución y los objetivos de las búsquedas de cada artista, contados por ellos mismos, forma parte del catálogo).

Esther Gatón, Bees Jàr Cantinha Fei, 2018
Esther Gatón. Bees Jàr Cantinha Fei (detalle), 2018

En el caso de Esther Gatón, la inspiración llegó de fogonazos: los que recibimos, inesperadamente, por el rabillo del ojo; esas percepciones involuntarias y a veces indeseadas que rara vez podemos procesar; un jaleo perceptivo, en sus palabras, ante el que intentó hacerse consciente a partir del AcroSage, una postura de inversión corporal que reúne yoga, acrobacia y meditación. Un ejemplo: podemos darnos la vuelta ante ese barullo visual o, en lugar de girarnos nosotros, dar la vuelta al entorno para verlo más quieto. El proyecto escultórico de esta vallisoletana en la Sala de Arte Joven se llama Bees Jàr Cantina Fei y es una escultura que se transformó constantemente durante su realización, desafiando cualquier idea preconcebida, y que también transformó a la artista al elaborarla: sugiere, además del balanceo que lleva intrínseco, una posibilidad de relación con quienes la rodean. Al saber que se situaría frente al escaparate, decidió Gatón concederle cierta forma de cortina, que deja pasar luz al interior pero que también vela, parcialmente desde la calle, el interior. Tiene también algo de manta envolvente, pero está por ver en qué se acabará convirtiendo conforme pasan los días y lleguen los visitantes; un transcurso del tiempo que también incidirá en su tonalidad: el algodón blanco se tostará si le da el sol. Como dice la artista, la parte más atractiva de las cosas suele ser algo con lo que no estábamos contando.

Miguel Marina. Deshacer el nudo (detalle), 2018
Miguel Marina. Deshacer el nudo (detalle), 2018

Junto a esta pieza, y desde un enfoque estéticamente cercano a su organicidad, se encuentra Deshacer el nudo, la propuesta de Miguel Marina nacida a partir de su experiencia como residente en la Real Academia de España en Roma: de sus miradas al paisaje y la ciudad, pero también de sus charlas con el resto de los residentes. Curiosamente, Gatón comenta en el catálogo de la exposición que Bees Jàr Cantina Fei surgió tras observar la mayor o menor fuerza y cuidado con la que ataba nudos en un proyecto anterior, Las virtudes; pues bien, a Marina esos nudos le han servido como metáfora de la idea del paso de algo fijo a algo suelto, un pulso entre estados opuestos de las cosas. Además de la romana, otras influencias se han sumado al elaborar este autor la instalación pictórica y escultórica que es Deshacer el nudo: sus paseos por Viterbo, Calcata o Pompeya y el hallazgo de texturas ricas en los muros, que cuentan historias.

También en la planta baja de este centro os sorprenderá una colorista maqueta del Monumento a la Última Internacional: forma parte de Lumpenkult, la propuesta de Ignacio García Sánchez. Ha llevado a cabo una reconstrucción personal del movimiento cultural que podía haber generado la Proletkult soviética, una institución artística que quiso crear una estética proletaria en esencia: la que tendrá sentido cuando desaparezcan las clases medias y trabajadoras en Occidente y su vacío lo ocupe quizá, simple y llanamente, el lumpen que siempre estuvo allí aunque no quisiéramos mirarlo.

El artista madrileño ha elaborado carteles de agitación, estampas de apariencia histórica y maquetas como la de la Internacional en las que plantea su visión de una sociedad en la que los marginados de hoy sean mayoría y tomen conciencia de ello y de su poder. Por eso, la versión de Ignacio García de la obra de Tatlin no está realizada con materiales duraderos, sino con madera, cartón o plástico. Así, esta maqueta no cumple ya con la finalidad del resto, permitirnos previsualizar un proyecto arquitectónico, pero tiene otro rol: equiparar la dificultad o imposibilidad de que se materialice tanto la construcción propuesta como las utopías sociales. Otra de las obras que forman parte de Lumpenkult es una gran pintura mural, realizada también con materiales precarios, en la que ese mismo lumpen proletariado se nos presenta en el formato de los héroes, pero sin su épica.

Pablo Durango. 0G Playground (boceto), 2018
Pablo Durango. 0G Playground (boceto), 2018

Visto lo que podría ocurrir dentro de dos o tres crisis, cruzad la cortina negra de la Sala para adentraros en 0G Eye´s Playground, el escenario creado por Pablo Durango en el que textos e imágenes quedan formalmente deformados y también despojados de contenido: el resultado es pura distorsión digital sobre láminas lenticulares y nuestra percepción de ellas cambia en función del punto de vista que adoptemos. Trabajando a partir de la idea de que hoy la referencialidad y el discurso son, en la esfera artística aún, valores capitalizables y rentables, convertibles en mercancía, este artista también madrileño se ha servido de textos, imágenes y películas del archivo de la Comunidad de Madrid para vaciarlos de su sentido original, liberando al espectador del peso de comprender su lenguaje para abrirle a la creatividad: la de especular a partir de las imágenes abstractas resultantes. Si su materia prima original queda así despojada de su significado primero, al espectador también se le invita a que se sacuda su léxico convencional y proyecte sus ideas sobre el vacío generado por un error de lectura convertido en experiencia estética. Elige tu propia aventura.

Víctor Aguado Machuca. Singles, 2017-18
Víctor Aguado Machuca. Singles, 2017-2018

El sonido también tiene cabida en esta edición de Circuitos, de la mano de Aguado Machuca y su Singles (Madonna). Todos conocéis las muchas connotaciones de ese singles: lo único, lo individual, el producto singular y el productor individual. Quizá lo más nuestro que tengamos, lo más propio, sea la voz, y sobre ella gira esta propuesta, que conjuga lo visual, lo sonoro y lo textual para abordar qué es lo que más puramente nos identifica a cada uno, relacionando íntimamente nuestra singularidad con la capacidad de crear interpretaciones nuevas del mundo y de interiorizar nuestras vivencias.

La vertiente visual del proyecto de Aguado la componen carátulas de singles de Madonna que todos conocemos; la sonora, su voz y la textual, las letras que nos hace llegar. El autor encuentra en sus interpretaciones un idioma propio, pleno solo cuando las tres vertientes (recordamos, visual, sonora y textual) confluyen, una lengua que no deja de ser single aunque todos podamos momentáneamente compartirla.

Clara Sánchez Sala. Eterno y efímero, 2018
Clara Sánchez Sala. Eterno y efímero, 2018

Completa este conjunto Eterno y efímero, el proyecto de Clara Sánchez Sala que enlaza la medida del tiempo solar, que se hunde en la noche de los tiempos, con la transformación de ese tiempo en unidades mensurables, la que implican los relojes. A esta autora alicantina le llamó la atención la gran cantidad de ellos que encontraba en rastros, mientras buscaba materiales para su trabajo, y reflexionó sobre lo que conllevan las vueltas de las manecillas: un desplazamiento en el espacio que da lugar a otro en el tiempo.

Diseccionó todos los relojes que pudo encontrar, deteniendo figuradamente el tiempo al eliminar el movimiento de las agujas. Y se dio cuenta de que, si depositamos las pequeñas ruedas metálicas que hacen girar las manecillas sobre un estante de espejo situado frente a una fuente de luz natural, se potencia la sombra causada por la acción solar sobre la pared. Esos engranajes, ahora estáticos, contribuyen a marcar desde su quietud el paso de las horas.

Ya en el piso superior de la Sala de Arte Joven, nos esperan las obras de Alberto Feijóo, Elisa Pardo, Inma Herrera y Carlos Monleón. El primero muestra Rosetta, un proyecto iniciado hace cuatro años que consta de dos partes: la primera, ya acabada, se centra en Londres, y la segunda la realizará en Alejandría conforme a las mismas premisas. Tras contemplar la Piedra de Rosetta en el British Museum, el autor convirtió este museo en el punto de partida de un mapa de relaciones de la capital británica y sus alrededores, un mapa en cuyos enclaves la historia de los libros se mezclaba con la personal, solapándose. Feijóo nos lo enseña en collages formados por fotos, libros, ilustraciones… que vinculan lo pasado y lo actual, siendo Rosetta su nexo de unión. Plantea este autor, otro alicantino en la muestra, si al igual que los jeroglíficos sustituían a las palabras en la piedra, puede ser la fotografía un lenguaje con la misma entidad, susceptible de ser entendido incluso cuando nos llega en forma de fragmento. El fragmento en que puede convertirse pronto el Reino Unido; hoy está más cerca.

A Elisa Pardo, por su parte, le interesan las técnicas y materiales nacidos de lo precario y sus posibilidades en el campo de las Bellas Artes. Por eso, en Kanazawa, ha querido explorar hasta qué punto pueden acercarse a nociones que a priori les son muy distantes: las del orden y la belleza. Ha indagado Pardo en cómo la técnica del patchwork, hace no mucho moda ligera, se asoció al trabajo de las mujeres en tiempos de carestía generando objetos nuevos con los sobrantes, y cómo fue también solución rápida para realizar tapices o murales con patrones geométricos, inspirados a veces en artistas asociados a la Bauhaus, como Anni Albers o Gunta Stölzl. También las esclavas negras realizaron patchwork durante la Guerra de Secesión, incorporando en ellos un lenguaje que les permitía comunicarse con otros esclavos cuando sus patronas colgaban las telas en las ventanas.

Se ha fijado, además, esta artista en los sombreados básicos del graffiti, que permiten un sencillo trampantojo; pero el aldabonazo que le hizo crear este Kanazawa para Circuitos se produjo en un mercado de pescado japonés en el que los mostradores, estando cerrados, habían sido envueltos con mantas sujetas con gomas elásticas; ese fue el germen de su escultura colorista de materiales rudos pero evocadores.

Carlos Monleón. Face Scrub, 2018
Carlos Monleón. Face Scrub, 2018

También de esculturas, y de estampas y videoperformance, consta Ogami. Hold on tightly, la reflexión de Inma Herrera sobre los medios de impresión de imágenes y sus posibilidades poéticas y conceptuales. Advirtió que los límites del grabado se desdibujan al combinarse con la fotografía o el vídeo, y que existen conexiones formales y de significado entre la creación de litografías y los procesos de mantenimiento de la imagen propia. Ogami es el resultado de deconstruir los pasos necesarios para producir esa litografía y crear un espacio en el que pueda presentarse la génesis de una imagen, en lo teórico y lo conceptual. En suma, ha querido revelar Herrera el abanico de sucesos previos a una imago… y ocultos por ella en su resultado final.

Pone el broche final a esta edición de Circuitos Corpus, el proyecto de Carlos Monleón sobre la corporalidad de lo digital y la digitalización de lo corporal, creado a partir de bases de datos y de un archivo formado por dispositivos escultóricos USB. Incide Monleón en que la datificación modifica la naturaleza de las imágenes (de todas, no solo de las operacionales) y en que también transforma nuestra vida no virtual. Llega a la conclusión de que, hoy, las imágenes hacen y no solo enseñan.

 

 

 

Circuitos de Artes Plásticas 2018. Constelaciones

SALA DE ARTE JOVEN

Avenida de América, 13

Madrid

Del 14 de noviembre de 2018 al 13 de enero de 2019

 

 

Comentarios