Baginen Bagara: sobre mujeres artistas e invisibilidad

El Museo San Telmo estudia su presencia en las colecciones públicas guipuzcoanas

San Sebastián,

Hace unos años el Museo San Telmo emprendió un proyecto de largo recorrido destinado a estudiar y documentar la presencia y la consideración de las mujeres artistas en sus propias colecciones y también en los fondos vinculados a la Diputación Foral de Guipúzcoa, investigando los modos de construcción de las colecciones públicas en el caso concreto de este territorio. Estos trabajos se materializan ahora en la exposición “Baginen bagara. Artistas mujeres: lógicas de la (in)visibilidad”, que comisarían Haizea Barcenilla y Garazi Ansa y que cuenta con trabajos del centro, de esa institución y también de la Fundación Kutxa, con el fin, en este último caso, de revisar el rol desempeñado por los certámenes a la hora de divulgar el arte creado por mujeres, específicamente por el Concurso de pintoras de Gipuzcoa.

La exhibición, que se acompaña de un catálogo y de numerosas actividades, se plantea desde la perspectiva de una cierta obligación: la que los responsables de San Telmo entienden que los museos públicos tienen en la configuración del sistema del arte y también en la reflexión sobre la representación en el mismo de las mujeres creadoras. Además, esta muestra tiene como fin contribuir a la gestación de nuevos discursos y políticas en relación con la investigación, adquisición y exposición de la producción de las artistas.

Dos secciones fundamentales vertebran la propuesta: Baginen y Bagara. La primera mira hacia el pasado para recordar que las mujeres siempre han desempeñado labores artísticas (como pintoras, ceramistas, escultoras, ilustradoras, costureras…), si bien pocas obtuvieron reconocimiento. En el siglo XVIII, los primeros tratados relativos a Historia del Arte achacaron esa ausencia a cuestiones biológicas y emocionales; con el paso de los siglos, y especialmente desde el XX, quedaría claro que las razones de esa desconsideración de las creaciones de mujeres no tenían que ver con ellas sino con los criterios de selección, con las lógicas narrativas de ensayistas y de museos. Bagara, por su parte, se enmarca dentro de esa revisión, reúne trabajos de artistas de los fondos mencionados y quiere invitar al espectador a reflexionar sobre las causas de que muchas de estas autoras le sean desconocidas.

Inocencia Arangoa. Orillas del Manzanares
Inocencia Arangoa. Orillas del Manzanares
Marta Cárdenas. Cerradura
Marta Cárdenas. Cerradura

Así, el recorrido subraya que los criterios por los que se configuran las colecciones museísticas no son ni indiscutibles ni estáticos, que suelen tener que ver con la historia de cada institución y que, durante muchas décadas, la investigación relativa a la trayectoria y la obra de las mujeres artistas ha sido escasa y superficial en comparación con la de los hombres, lastre que continúa condicionando los estudios actuales, dada la falta de bibliografía y catálogos y los problemas de atribución (no era inusual que se consideren piezas de varones las de autoras que eran sus familiares o esposas).

Por otro lado, hasta la época contemporánea la educación artística para las mujeres permaneció restringida fuera de la clase burguesa, en la que la formación en pintura y música era bien considerada siempre que no fuera más allá del amateurismo; en otras capas sociales abundaron las costureras y bordadoras, relegadas al anonimato. La dedicación profesional al arte para ellas, hasta el siglo XX, suponía por tanto una carrera de obstáculos que algunas lograron sortear: en el contexto vasco, el Museo San Telmo reivindica a Blanche Hennebutte y Hélène Feillet, que aprovecharon el crecimiento del turismo en Biarritz y San Sebastián para desarrollar su profesión como ilustradoras de dibujos y litografías para guías turísticas y de estampas, para veraneantes.

Respecto a los certámenes, “Baginen Bagara” incide en su relevancia a la hora de proporcionar tanto apoyo económico como prestigio a las artistas y repasa varios convocados en la provincia de Guipúzcoa el siglo pasado, como el de Artistas Noveles (celebrado entre los veinte y los sesenta y retomado en democracia), el Navideño (muy relevante en los cincuenta), el de Pintura Vasca (que se convocó entre mediados de los sesenta y mediados de los setenta) y el Gure Artea, creado en 1982. Alguno de ellos se destinó únicamente a mujeres, como el mencionado Certamen de Pintoras, que se celebró de 1969 a 1981 y no supuso una mejora de su visibilidad ni de su prestigio, aunque sí contribuyó a impulsar algunas carreras.

En el recorrido de esta exposición se hace referencia, igualmente, al autorretrato como género para la reivindicación del propio oficio, renovado en el siglo XX para adoptar nuevas perspectivas críticas y a la representación del cuerpo como condicionante de formas de vivir y roles sociales, haciéndose hincapié en la conciencia que esas imágenes albergan desde los noventa, en relación con las nuevas corrientes feministas.

Por supuesto, encontraremos también los que podemos considerar retratos domésticos, como pinturas de flores, motivo socialmente bien visto en el caso de las mujeres artistas y también accesible cuando estas tenían vetados los desnudos. Además, ofrecían las flores otras ventajas: daban lugar a piezas de formato pequeño y eran más que adecuadas para iniciarse en el aprendizaje de la representación. Por similares razones de cercanía, representaron a menudo las mujeres mobiliario o imágenes de su familia desde ópticas y particularidades interesantes.

Escapar a las convenciones causaba sorpresa: los gallos de Irene Laffitte fueron calificados como masculinos por la crítica, por la energía de sus pinceladas, sus formas elementales y sus colores vivos (se esperaban de las mujeres superficies suaves, formas completas y colores pastel).

Hablando de estilos dominantes, la exposición prueba que que la pintura figurativa era la práctica más habitual entre las mujeres artistas vascas y que los años ochenta fueron campo de cultivo de varias tendencias interesantes, como la onírica, aunque la historiografía y las colecciones museísticas se centraron en la geometría, bajo la influencia de Oteiza. Las muestras de entonces hablaban de geométricos vascos, pero aquella denominación se perdió en favor de la de nueva escultura vasca, calificación en parte reduccionista que dejaba a un lado nombres importantes. Recientemente se han revisado las trayectorias de quienes cultivaron la geometría y quedaron al margen entonces de la oficialidad, como Elena Mendizábal o María Luisa Fernández.

Rosa Valverde. Mujer en la cama
Rosa Valverde. Mujer en la cama

Se recogen también en “Baginen bagara” obras de autoras del resto de España que expusieron en San Telmo fundamentalmente en los noventa, fomentándose el diálogo de la creación local y la nacional, y se examina la explosión, en aquella década, de los formatos híbridos de la mano de autoras como Gema Intxausti y sus nuevos materiales o Itziar Okariz, que aunó performatividad y vídeo. Mayores desafíos, de cara a su exhibición y preservación, ofrecen los trabajos de naturaleza efímera o experimental.

Mención especial merece igualmente Arteleku: esta institución donostiarra ofreció a los artistas, entre los ochenta y 2014, espacios de creación y formación y en él se impulsaron, asimismo, prácticas creativas desde el feminismo.

 

 

“BAGINEN BAGARA. ARTISTAS MUJERES: LÓGICAS DE LA (IN)VISIBILIDAD”

MUSEO SAN TELMO

Plaza Zuloaga, 1

San Sebastián

Del 27 de noviembre de 2021 al 13 de marzo de 2022

 

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