Es una de las figuras más interesantes del periodo de transición del siglo XVII al XVIII, no sólo por su producción pictórica sino también por su obra literaria. Con apenas diez años se traslada con su familia a Córdoba, y tras una formación inicial encaminada a la vida eclesiástica, comienza a interesarse por la pintura bajo la tutela de Valdés Leal. En 1676 entabla amistad con Juan de Alfaro, quien le convence para que se traslade a Madrid: durante su estancia en la capital entra en contacto con Carreño y Claudio Coello, es nombrado pintor del rey en 1688 y acrecienta su fama como pintor. Estilísticamente las obras de este periodo se muestran cercanas a la escuela barroca madrileña de la segunda mitad de siglo, tal y como se observa en su San José con el Niño (Carmelitas, Toledo), en su Fábula de Psiquis y Cupido (Galería del Cierzo), y en su numerosas Inmaculadas. La llegada de Lucas Jordán a España le permite colaborar con él en la decoración de El Escoria, lo que supone un cambio en su estilo, que se hace más luminoso y dinámico; a esta etapa pertenecen las grandes decoraciones al fresco que realiza para la Iglesia de San Esteban de Salamanca, en la que representa El Triunfo de la Iglesia Militante, o su Sancta Sanctorum para la Iglesia de la Trinidad de Córdoba. De gran importancia también es su tratado artístico Museo pictórico y escala óptica, publicado en dos partes, la primera en 1715 y la segunda en 1724, en el que se trata la teoría de la pintura, su práctica y la vida de los pintores; último apartado que cuenta con 26 biografías de artistas españoles recogidas bajo el título Vidas del parnaso español pintoresco laureado, obra clave en la historiografía artística española.