Con 15 años trabaja como ilustrador de obras del barroco español, entre ellas El Buscón de Quevedo. Poco después se embarca en misiones militares que le llevan a Italia; actividad que abandona gracias a su acomodada situación para dedicarse por completo a la pintura, instalándose en París hacia 1860. Sus viajes por Marruecos (viajes que realiza en compañía de Mariano Fortuny), Egipto, Palestina, Filipinas y Japón, son fuente de inspiración para obras de temática costumbrista, orientales y de escenas marroquíes. Su obra, inspirada en la de Goya, toma de
Delacroix la utilización del color con fines expresivos, tal y como se observa en las obras que de él guarda tanto el Museo del Prado como el Museo Romántico de Madrid. Importante copista de la obra de Goya, en ocasiones sus pinturas han propiciado el equívoco en lo relativo a autoría.