Más de una década después de su última individual exhaustiva en Cataluña, la que en 2011 le dedicó la Fundació Sorigué, la calidez, el silencio y la labor artesana presente en la producción de Antonio López son celebradas en Barcelona: la Fundació Catalunya La Pedrera acoge desde hoy una muestra formada por ochenta trabajos del autor de Tomelloso, entre pinturas, esculturas y dibujos fechados en todas sus etapas, desde sus inicios en los cincuenta hasta la actualidad.
Se estructura esta antología, organizada en colaboración con el Drents Museum holandés en base a préstamos públicos y privados, en un orden tanto cronológico como temático. En su veintena, comenzó López explorando diferentes lenguajes plásticos hasta hallar el suyo y también valiéndose de referencias surrealistas y simbólicas para acentuar la narratividad de sus trabajos, siempre figurativos. El retrato fue uno de los primeros géneros que cultivó (Cuatro mujeres, 1957), pero también se adentró pronto en los bodegones (Cabeza griega y vestido azul, 1958) y, en aquella misma época llevó a cabo sus primeras esculturas, una disciplina que, como sabemos, nunca ha abandonado.
Convencido, ya en los sesenta, de que su terreno era el de lo real sin artificios ni añadiduras, empezó a pintar y esculpir aquello que le era más cercano, con su propia mirada como único tamiz y sin valerse de más recursos estilísticos que los derivados del dominio de la técnica. Madrid fue el escenario de sus primeros paisajes, y su casa y su estudio inspiraron sus interiores: los dibujó y pintó prestando atención a la captación de la luz y a sus efectos sobre los objetos o sobre la ciudad, en diferentes momentos del día. La década de los setenta, en la que continuó profundizando en esos vericuetos lumínicos de lo cotidiano, le traería su participación en exhibiciones colectivas en Europa y Estados Unidos y un incipiente reconocimiento internacional.
Paulatinamente los temas vegetales irían ganado presencia en su pintura -en sus dibujos se detuvo ante verduras y frutas; a los óleos llevó fundamentalmente flores-, pero nunca dejaría de desarrollar paisajes, tanto madrileños como de su pueblo natal, senda en la que los paseantes recientes de la Puerta del Sol han podido comprobar que insiste.
Trabajador minucioso, ha confesado que nada le estimula más que lo inacabado y su veneración respetuosa por la tradición pictórica la ha conjugado con una defensa constante de su libertad creativa, que en su caso pasa por la observación de motivos comunes y de los instantes que ofrecen de ellos mayor belleza, al margen de turbulencias estéticas. Ha explicado el autor manchego, en la presentación de esta muestra, su consideración de esas plasmaciones de lo efímero como respuesta a inquietudes personales: Mis cuadros son una experiencia personal, no un documento. Trabajo con una clave interpretativa que exige mucho tiempo, donde no cabe lo móvil. Es una ley imprescindible para mí. El resultado es una realidad que carga al cuadro con algo que tal vez deseo.
Su obra de mayor formato hasta ahora la elaboraría en los noventa, la década en que Víctor Erice le brindó el filme El sol del membrillo y el Museo Reina Sofía presentó su primera retrospectiva: se trata de Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas, y en ella trabajó durante dieciséis años. En La Pedrera podremos contemplar algunas de sus últimas vistas de la capital (ha regresado a la Gran Vía, abordándola desde puntos de vista diferentes) y las flores continúan siendo otro de sus temas más queridos, sobre todo las rosas, que ha captado en distintos momentos de su proceso de floración.
Las obras que integran esta retrospectiva están expuestas en la sala de exposiciones del edificio de Gaudí, salvo la escultura Carmen dormida, que puede verse en el patio de Passeig de Gràcia, y esta propuesta se acompaña, como es habitual en las de la Fundació Catalunya La Pedrera, de diversas actividades en la capital catalana.
El Gran Teatre del Liceu ofrece, el 25 de octubre a las 20:00 horas, un concierto del Quartet Gerhard y del Cor Cererols que nos propondrá un acercamiento musical a los diversos ámbitos de creación de Antonio López: desde el paisaje urbano hasta la intimidad de los espacios domésticos, pasando por el cuerpo y el retrato, y el 3 de diciembre, a las 17:00 horas, el Palau de la Música Catalana acogerá la conferencia Doña Francisquita y Antonio López. El arte de lo cotidiano, con la musicóloga Verónica Maynés, centrada en la importancia de lo próximo en la obra de Antonio López y en el casticismo presente en el género de la zarzuela.
Asimismo, la Fundació prepara sobre López un audiovisual, a cargo del director de fotografía Josep Maria Civit; se estrenará en el Auditorio de la Casa Milà el 19 de octubre a las 19:00 horas, y tras él podremos asistir a una conversación entre López y la periodista Teresa Sesé en torno a su trayectoria artística y la exposición. En adelante, esta pieza se podrá ver en la sala de Exposiciones: analizará las obras y el proceso creativo del artista, su trabajo en el taller y la preparación de una exhibición en un espacio tan particular como La Pedrera.
Antonio López
c/ de Provença, 261
Barcelona
Del 22 de septiembre de 2023 al 14 de enero de 2024
