Albert Oehlen. An Old Painting in Spirit
KUNSTHALLE ZÜRICH Del 30 de mayo al 16 de agosto de 2015
Albert Oehlen nos invita a disfrutar de sus obras simplemente contemplándolas, sin intentar explicarlas de forma sesuda ni descifrar misterios tras ellas. Es uno de los artistas, alemanes e internacionales, más influyentes y cotizados en subasta de los últimos años y su primera intención no es tanto suscitar reflexiones como generar sensaciones. Su primera gran muestra institucional tuvo lugar en 1987 en Kunsthalle Zürich y ahora, casi treinta años después, este mismo museo suizo albergará desde el 30 de mayo una selección de sus pinturas de los ochenta, dos series nuevas y cincuenta dibujos rara vez expuestos.
En una primera impresión no parece que todas las piezas que integran esta exposición, titulada “An Old Painting In Spirit”: en algunas telas, de cierta ferocidad, dominan las tonalidades marrones y grises; en otras, entre ellas en collages elaborados con recortes de carteles publicitarios o diseños digitales, colores brillantes. Algunas pinturas recientes, incluso, las ha realizado sobre grandes paneles de aluminio: en ellas vemos aparentes árboles en rojos y azules sobre fondos blancos de una intensidad severa poco romántica.
A Oehlen no le preocupa ser comprendido por el espectador, no lo desprecia pero tampoco le facilita las cosas
La de Oehlen es una pintura audaz en la que estilos y conceptos visuales contrapuestos pueden interactuar, desafiando los límites de este medio y las convenciones de nuestra percepción del mismo, esas que inconscientemente nos invitan a deleitarnos con la belleza o la armonía cromática, a colocarnos en una posición cómoda. A Oehlen no le preocupa ser comprendido por el espectador, no lo desprecia pero tampoco le facilita las cosas.
En los últimos años el alemán ha dado un vuelco relativo a sus intereses: manteniendo su enfoque conceptual, se ha servido de los pinceles para abordar problemas estéticos que deja sin resolver (la pintura es a la vez su medio y su tema) y para evocar el caos, porque no ha caído del todo el Oehlen que en sus inicios introducía en obras inevitablemente agresivas rasgos de crítica social –hacia el consumismo- y política. No hay narración lineal.
Parece evidente que Oehlen entiende la publicidad como una manifestación pictórica más, aunque no la coloca en primer plano en la línea de Warhol sino que la cubre entre brochazos, como Richter con sus fotografías, hasta que la propaganda queda irreconocible.
Discípulo de Sigmar Polke, aunque él se considera autodidacta, ha dejado con los años de lado los colores parduzcos, especialmente presentes en su primera producción figurativa y vinculada al neoexpresionismo alemán, para introducir otros más luminosos en obras menos correctas desde el punto de vista formal pero más libres, más fáciles de disfrutar que de analizar.
Las piezas no se exhiben en Zürich cronológicamente: a Oehlen le gusta desencadenar tensiones libres y no previstas entre ellas, de modo que en conjunto compongan una especie de pieza musical improvisada, una canción de jazz.
¿Recordáis su exposición en La Casa Encendida hace dos años?
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