Agnes Martin, espiritualidad sutil

La Tate Modern presenta su primera retrospectiva desde 1994

Agnes Martin

Artista: Martin, Agnes

TATE MODERN   Bankside, Londres SE1 9TG Del 3 de junio al 11 de octubre de 2015

Londres,
Agnes Martin. Happy Holiday, 1999
Agnes Martin. Happy Holiday, 1999

Conocemos a Agnes Martin fundamentalmente por sus pinturas evocadoras en colores pálidos realizadas a base de sutiles líneas marcadas con lápiz y bandas de color ejecutadas con pincel. La artista, una de las grandes figuras de la abstracción americana, mostró una convicción profunda en el poder emotivo y expresivo del arte y creyó firmemente en que la inspiración espiritual, y no el intelecto, eran la base de cualquier obra de calidad. Llegó a escribir que sin la conciencia de la belleza, la inocencia y la felicidad, no puede hacerse arte.

De origen canadiense, Martin vivió y trabajó en Nueva York desde 1940 hasta 1967, año en el que comenzó a alcanzar reconocimiento y en el que decidió también buscar la soledad y el silencio a raíz de un episodio de psicosis. A lo largo de esos casi treinta años aprendió a pintar, se aproximó a artistas ligados al Expresionismo Abstracto y entabló amistad con Rauschenberg, Jasper Johns o Robert Indiana.

ODA AL SILENCIO

Entre 1967 y 1969 viajó a lo largo y ancho de Estados Unidos y también por Canadá, huyendo de la competitividad del ambiente artístico neoyorquino y de la idea de que para triunfar era necesario crear un arte “agresivo”, hasta que decidió establecerse finalmente, y por el resto de su vida, en Nuevo México, como en su momento habían hecho Georgia O’Keeffe, Mark Rothko, cuyo espíritu romántico heredó, DH Lawrence y Edward Hopper.

Agnes Martin. Untitled #3, 1974
Agnes Martin. Untitled #3, 1974

Fue en 1974 cuando volvió a pintar. Impuso a su actividad como artista reglas precisas (un horario) que mantuvo durante más de tres décadas, desde que comenzó a residir en Nuevo México hasta su muerte en 2004, y quizá esa disciplina fuera vital para explicar el carácter extraordinario y visual de la producción de Agnes, muy interesada por la filosofía budista y las bondades de la meditación en silencio y del ejercicio de vaciar la mente. (Así cuando algo llega-decía ella-puedo verlo mejor). Su pintura se compara a menudo con la música del silencio de su contemporáneo John Cage, y ella no rehuyó esa relación, pues consideraba que la música era la forma más alta de arte, por su total abstracción, y por afectar nuestra mente y nuestros sentidos con una potencia impensable en el caso de las artes plásticas.

Defensora del principio de mínima intervención en la pintura, si por algo destaca su obra es por su simplicidad, su búsqueda de lo esencial (lo vemos en el dibujo y en la limitación de medios) y por la repetición de un formato, el rectangular, sobre el que componía serenos paisajes lineales.

En vida, en 1992, el Whitney Museum of American Art ya le brindó una retrospectiva, y ese mismo año Clinton le otorgó la Medalla Nacional de las Artes, pero su primera antología desde 1994 se presenta hasta octubre en la Tate Modern de Londres.

Esta muestra examina todas las etapas de su práctica artística, desde sus primeros y poco conocidos trabajos experimentales de distinta escala hasta sus posteriores abstracciones biomórficas y sus últimas y más conocidas pinturas de tramas espesas basadas en la repetición de trazos lineales.

Se considera que la producción de Martin tiene como ejes dos propósitos: alcanzar la sublimidad inmaterial de la realidad y hacer que el espectador abandone su subjetividad ante sus pinturas. La Biblia y los escritos de sabios y poetas chinos son la base de este planteamiento estético. Su pintura abstracta incorpora tramas reticulares, razón por la que también se la vincula al minimalismo. No compartía, sin embargo, con este movimiento el interés analítico de la forma geométrica ni su rechazo hacia las texturas y la grafía personal; sus intenciones tenían carácter místico.

Tras experimentar con trazos, líneas y puntos (incluso incorporando clavos y corchos redondos a los lienzos), hacia 1963 pudo definir una gramática pictórica personal fundamentada en la trama reticular. Cada rectángulo de la retícula tenía el valor de un mantra, de manera que Agnes formulaba una clase de abstracción que propiciaba la ausencia del yo para así poder comunicar la sublimidad inmaterial de la realidad. Cuando retoma la pintura a mediados de la década de los setenta, las líneas son sustituidas por bandas de color. La noción de sublime y la idea de lo impersonal se hacen entonces más notorias: los títulos de los cuadros ya no remiten a la naturaleza o al pasaje como en obras anteriores y trabaja mediante series, mostrando las posibilidades contemporáneas de una pintura emancipada de la subjetividad del artista.

 

Agnes Martin. Untitled, 1959
Agnes Martin. Untitled, 1959

 

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