Los últimos años de la década de los veinte y la primera mitad de los treinta trajeron a nuestro país cambios culturales de implantación progresiva; entre ellos se encontró la infiltración de la modernidad en el diseño de interiores, desplazando las convenciones de los estilos hasta entonces imperantes, en relación estrecha con una transición paulatina en las formas de vida hacia las comodidades alumbradas a partir de los cincuenta, especialmente en las ciudades, y con el replanteamiento de los espacios públicos de los grandes núcleos.
En España aquellas transformaciones serían, antes de la Guerra Civil, más puntuales que estructurales, pero en cualquier caso comenzaba a atisbarse que lo moderno podía ser un estilo perdurable, no solo una tendencia, y que podía integrarse, en las maneras de vivir y en las de diseñar, con la tradición. No llegaron a asentarse, como decíamos, estas corrientes renovadoras, y las causas son sin duda múltiples, desde el arraigo de lo conocido a la pugna entre los defensores de vías y estéticas múltiples para introducir en el mobiliario la vanguardia. Ese choque entre lo conocido y la renovación no se circunscribió al contexto español, de hecho quizá en nuestro país se produjo de forma adelantada respecto a otros europeos, y en él fondo no se solventó hasta la superación de las dos guerras mundiales.
El Museo Nacional de Artes Decorativas nos presenta hasta octubre la muestra “El afán moderno”, que han comisariado Pedro Feduchi Canosa y Pedro Reula Baquero y que examina las propuestas de mobiliario que coexistieron entonces y su interrelación con distintas ideologías políticas en liza; descubriremos que en aquellos años fueron muchos los cambios formales, intensa la evolución de las prioridades, en línea, inevitablemente, con un panorama histórico convulso. Recalca la exhibición que, en el inicio de los treinta, la modernidad no implicaba solo un posicionamiento creativo respecto a lo tenido por clásico, sino también una toma de postura sobre las condiciones vitales de las clases privilegiadas y el proletariado, los usos sociales, la sexualidad o la incorporación de la mujer a la esfera laboral.
Presta atención el montaje tanto a esos muebles como a los espacios donde se instalaron, con el fin de contextualizarlos y de aproximar diseño, arquitectura, arte e ilustración, y se toma el año de 1929 como punto de partida, por quedar entonces representadas las dos corrientes en pugna (a grandes rasgos, tradicionalista y modernizadora) en dos eventos: respectivamente, la Exposición Iberoamericana de Sevilla y la Exposición Internacional de Barcelona. El estudio finaliza en 1939, aquel en el que terminó la Guerra y comenzó la dictadura.
Entre uno y otro momento, los comisarios inciden en que el camino hacia la modernidad no fue unidireccional, sino que el afán de cambio adoptó plasmaciones muy diversas, que llegaron a convivir de manera más armónica y natural de lo que podríamos pensar. El recorrido se estructura en una decena de salas y recoge tres butacas europeas, hoy icónicas, que formaron parte de aquella muestra catalana del 29 (la Barcelona de Mies van der Rohe y Lilly Reich, la Wassily de Marcel Breuer y la butaca de jardín de Pierre Dariel), junto a obras españolas diseñadas ya a principios de los treinta por Carlos Arniches y Martín Domínguez y José Manuel Aizpurua y Joaquín Labayen, dos parejas de arquitectos que, desde enfoques diferentes, buscaron esa renovación del diseño de mobiliario e interiores.
Contemplaremos asimismo muebles de tubo de acero curvado y cromado que testimonian las influencias recibidas de Europa por marcas como Thonet y primicias documentales y materiales de muebles a cargo de empresas tan avanzadas como Casa Buades o Rolaco; de la mano de esos hallazgos seremos conscientes del inmenso número de piezas que se han perdido por el paso del tiempo y el desconocimiento.
Capítulo especial merece aquí el Edificio Carrión de Madrid, el célebre Capitol, obra de los arquitectos Luis M. Feduchi y Vicente Eced: se han reunido muebles elaborados por Feduchi para aquella construcción. También encontraremos proyectos de los miembros del GATEPAC y de otros autores que, sin estar asociados a colectivos vanguardistas, hicieron suyo el lenguaje de la modernidad: en el ámbito madrileño, nos adentraremos en interiores de Fernando García Mercadal, Alfonso de Olivares o Agustín Aguirre y conoceremos muebles ideados por Luis Gutiérrez Soto para el Bar Chicote.
La modernidad barcelonesa está, asimismo, presente a través de los arquitectos del GATCPAC (Grup d’Arquitectes i Tècnics Catalans per al Progrés de l’Arquitectura Contemporània), a la sazón el Grupo Este del GATEPAC, y de los decoradores asociados a FAD (Foment de les Arts Decoratives), iniciativasque abordaron el diseño desde enfoques distintos entre sí pero igualmente renovadores. El rastreo de los comisarios ha permitido contar en el MNAD con piezas como la lámpara de pie y la butaca de pino y cuerda del GATCPAC y con sillas de Josep Torres Clavé, Josep Lluís Sert, Joan Baptista Subirana, Josep Mir, Manuel Porcel, José Manuel Aizpurua o Jan Baca; también contemplaremos unas puertas de alacena decoradas por José Moreno Villa que han sido recientemente adquiridas por el Museo.
“El afán moderno. Muebles e interiores en la España de los años 30”
MUSEO NACIONAL DE ARTES DECORATIVAS. MNAD
c/ Montalbán, 12
Madrid
Del 28 de abril al 23 de octubre de 2022
