Hace dos años, más o menos por estas fechas, el Museo Reina Sofía presentaba la muestra “Humanismo y subjetividad en la fotografía española de los años 50 y 60. El caso Afal”, en la que exploraba las transformaciones que conoció en esa etapa la fotografía en nuestro país a partir de imágenes de artistas ligados al grupo Afal, como Joan Colom, Cualladó, Ramón Masats, Oriol Maspons, Miserachs, Alberto Schommer, Ricardo Terré o Carlos Pérez Siquier. La mayor parte de las imágenes que formaban parte de aquella muestra procedían de las colecciones del MNCARS (meses antes Pérez Siquier había donado al centro el fondo documental del colectivo, con sala propia en el Reina Sofía también desde 2016), y en aquella ocasión Borja Villel anunció ya que el museo emprendería una línea de investigaciones, exposiciones y adquisiciones dedicada a la fotografía española de mediados del siglo pasado.
Así ha sido y este año hemos vuelto a tener noticias de Afal: en marzo se anunció la donación de la familia Autric-Tamayo de 650 fotografías del grupo y, aproximadamente, un tercio de ellas forman parte desde hoy de la exhibición “Una aproximación a Afal: Donación Autric-Tamayo”, comisariada, como la muestra de 2016, por Laura Terré, hija de Ricard Terré y buena conocedora, en lo personal y lo artístico, de los miembros de Afal.
Adolfo Autric y Charo Tamayo comenzaron a coleccionar imágenes de estos fotógrafos hace veinte años, en principio de forma intuitiva, según han contado hoy, y progresivamente de manera más rigurosa. Después de que los artistas con los que se relacionan les aseguraran que Afal representaba una etapa dorada de la fotografía española, aún escasamente representada en las colecciones de los grandes museos, y de que el Reina Sofía les manifestara su interés por albergar su colección, por exponerla, elaborar con ella un catálogo y dedicarle una sala permanente, la pareja optó por completarla en los dos últimos años con adquisiciones efectuadas bajo el asesoramiento del museo y de Laura Terré antes de efectuar la donación.
En estos últimos meses, los Autric-Tamayo han comprado (a veces, gracias a la generosidad de los artistas, a precios por debajo de los del mercado) o han recibido donaciones de cerca de 500 imágenes, aunque su propósito inicial fuera hacerse solo con ochenta más. Más que en obras icónicas, esta vez sus adquisiciones se han centrado en fotografías representativas de la mirada de cada uno de los autores y en copias de época. Tras la cesión de este fondo, podemos considerar, por tanto, que lo mejor de Afal forma ya parte de las colecciones del Reina Sofía, nuevo centro de referencia para el estudio de lo que este grupo supuso en la historia de la fotografía española.
Borja Villel ha hablado de un momento de inflexión: las imágenes de Joan Colom, Gabriel Cualladó, Paco Gómez, Gonzalo Juanes, Ramón Masats, Oriol Maspons, Xavier Miserachs, Paco Ontañón, Leopoldo Pomés, Alberto Schommer, Carlos Pérez Siquier, Ricard Terré y Julio Ubiña implicaron una ruptura evidente con el pictorialismo y una apuesta por la modernidad comparable, según el director del MNCARS, a la que en pintura implicaron los trabajos de Dau al Set o El Paso. Con esos colectivos, los fotógrafos de Afal tuvieron en común su defensa de la modernidad, de la especifidad de los medios artísticos y de la conveniencia de que el arte se sirviera de los lenguajes de su tiempo. Al inicio de la exposición, un cronograma permite apreciar qué hechos artísticos fueron contemporáneos a los hitos de Afal, un grupo que concedió gran importancia a las posibilidades editoriales de la fotografía y que editó, entre 1956 y 1963, una revista con su nombre en la que se recogían muchas de sus imágenes y textos fundamentales para comprenderlas.
En realidad, no nos encontramos ante un colectivo artístico al uso: a los autores que vinculamos a Afal no los unió un manifiesto y cada uno mantuvo su propia sensibilidad a lo largo de su carrera. Lo que tuvieron en común esos artistas que se acercaron a la que nació como Agrupación fotográfica almeriense bajo el impulso de Pérez Siquier y José María Artero fue su voluntad de que sus obras respondieran a una experiencia directa de la vida –ha explicado Terré hoy– y de que invitaran a quien las observase a reflexionar sobre su propio tiempo. La mayoría dejaron por escrito su manera de entender tanto su época como la fotografía en la revista Afal y en sus archivos, y siempre se refirieron a ese deseo de reflejar el momento.
No apostaron, por tanto, por acogerse a corrientes fotográficas concretas, sino por la libertad de mirar su entorno desde sus enfoques personales y mostrarlo a la luz de su propia experiencia. En el Museo Reina Sofía podemos apreciar cómo entre todos –presentándose en los textos complementarios entre ellos; a veces señalando mutuamente virtudes y puntos flacos– compusieron un relato acerca de su tiempo no exhaustivo, porque no era su propósito, y sí subjetivo, porque esa era justamente su intención.
Sus imágenes-crónica ofrecen planteamientos abiertos y poéticos de su contexto social: de las ciudades, las zonas rurales, la vida en la calle, las fiestas religiosas y populares, la infancia en los cincuenta y sesenta, la irrupción del turismo, la nueva mujer… Resultaban tan personales como documentales, y por eso en alguna ocasión fueron rechazadas cuando se trataba de encargos.
La mayor parte de los fotógrafos eran muy jóvenes –ha dicho Terré– cuando tomaron las fotografías que forman parte de esta exposición, y estaban ávidos de experiencias vitales e intelectuales, un entusiasmo que se aprecia en su obra, que ha podido influir en una generación de fotógrafos posteriores que, en la prensa de los setenta y a partir de la Transición, han optado por explicar los hechos a partir de imágenes subjetivas. Hay que recordar que los trece autores de Afal representados en la muestra trabajaron también para medios de comunicación.
Un capítulo fundamental de la donación Autric-Tamayo, y de la exposición del Reina Sofía, lo componen las fotografías que formaron parte del Anuario de la Fotografía Española Afal de 1958, transgresor entonces por no venir marcado por una línea estética definida sino por la pluralidad de miradas.
Todas las fotografías presentes se realizaron en blanco y negro, salvo algunas series de Gonzalo Juanes proyectadas y la mayoría de las que Pérez Siquier realizó en La Chanca. Ambos se decantaron, en esos casos, por el color desde la conciencia de que era un lenguaje más contemporáneo y apropiado a los fines descriptivos.
Cuando no se quería simplemente contar, sino sobre todo evocar sensaciones, resultaba más práctico el blanco y negro. Schommer, Francisco Ontañón y Joan Colom nos acercan a la Vitoria, el Madrid y la Barcelona que ya no son, y Juanes, a las gentes de Asturias y a la intimidad cotidiana de la joven Isabel en su Álbum del 56.
Cualladó –de quien vimos recientemente una monográfica en la Sala Canal de Isabel II– y Francisco Gómez expusieron juntos en varias ocasiones los retratos llenos de ternura del primero y los espacios urbanos, nunca del todo asépticos, del segundo; Ricard Terré se fijó en las peregrinaciones y en Galicia y Miserachs en una Costa Brava que comenzaba a recibir sus primeros turistas, a los que con boina se ofrecían habitaciones.
Masats fotografió un célebre penalti que no para un sacerdote y unos Sanfermines que no parecen distar mucho de los de hoy, salvo por la presencia de Hemingway, de la que dejó constancia Julio Ubiña. Él también retrató el duelo ante la muerte de Carmen Amaya, en 1963. De Oriol Maspons se exhiben en el Reina Sofía varias fotografías de moda que hablan de una visión de la mujer antes inaudita y de Leopoldo Pomés una serie dedicada a los toros, muy atrevida teniendo en cuenta que se fecha en 1958.
“Una aproximación a Afal. Donación Autric-Tamayo”
MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS
c/ Santa Isabel, 52
Madrid
Del 13 de junio de 2018 al 7 de enero de 2019
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