Zig-zag

Francisco Calvo Serraller

Tras su importante muestra en el Espacio Uno del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía el pasado mes de marzo, donde nos descubrió las posibilidades de su obra a una escala diferente, pero también un nuevo nervio dialéctico capaz de insertarse indistintamente en el exterior y el interior, lo que, a su vez, significa una mayor versatilidad cromática, que ahora abarca desde el azul profundo a la diáfana luminosidad diurna, la escultora Blanca Muñoz (Madrid, 1963) exhibe actualmente, hasta el próximo mes de enero, en la Galería Marlborough de Madrid, una deslumbrante exposición individual, titulada “Noche y día”.

“Blanca Muñoz, Noche y día”
Galería Marlborough, Madrid
Hasta el 5 de enero de 2005
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Esta muestra de obra reciente, fechada casi toda en el 2003 y el 2004, no sólo corrobora los aciertos del MNCARS, sino que lleva al extremo el óptimo sentido escénico del maravilloso espacio de esta galería, que recrea a la perfección una planta basilical en sentido ascendente.

Blanca Muñoz. Bipolar, 2004. Varilla y chapa inoxidable, 30 x 58 x 116 cm. En cierta manera, se puede definir la instalación de Blanca Muñoz como una acelerada melodía en zig-zag, que arranca, en el inicio de la pared derecha, con una escultura de pared, Timbal (2003), que despliega sus alas de acero inoxidable como repetidores de luz, cuyos rayos, luego, atraviesan la ondulante puerta monumental de Caníbal (2004), emplazada en la nave un poco antes de arribar al crucero, para, finalmente, justo en el extremo de la apertura de éste, en el punto más alto de la pared de la izquierda, gracias a la acción perpendicular de Área (2004), lanzar la brillante corriente electromagnética en dirección a la capilla lateral derecha del crucero, en una de cuyas esquinas Túnel, absorbe toda la energía acumulada como un agujero negro, que nos demuestra no sólo la violencia de lo dinámico, sino el haz y el envés de la luz.

Blanca Muñoz. Encrucijada, 2003-2004. Tubo de acero inoxidable, 130 x 117 x 95 cm. Además del formidable plegamiento de Túnel, donde el espacio se arruga como un papel de acero, cuya profunda embocadura nos pone enfrente ante el oscuro misterio de la entropía -el adentro abisal del espacio-, Blanca Muñoz nos reserva, en la otra capilla del crucero, la de la izquierda, el volátil amanecer de la intimidad celeste, con una serie de piezas delicadas, que flotan en un mundo sin gravedad, como de ensueño. Allí danzan en un lugar mágico, articuladas por la cadenciosa proa de Encrucijada (2003-04), que se asienta en medio de esta pequeña sala, Rincón hexagonal (2004), y Medusa (2004), liberadas del peso, como libélulas cósmicas, las hojas plateadas y azules de un temblor otoñal intergaláctico.

Blanca Muñoz. Encrucijada, 2003-2004. Tubo de acero inoxidable, 130 x 117 x 95 cm. Este tintineo final es como la reserva poética de un paraíso, que es, a la vez, principio y final de la luz, la epifanía lírica de la felicidad, la esperanza corporal del más allá del espacio, la cantata cordial del infinito. Es entonces cuando nos sentimos radicalmente conmovidos por la belleza del zigzag de Blanca Muñoz, una escultora que nos ha ofrecido el don inolvidable de la dimensión completa del espacio, cuya música estelar arrulla nuestro sueño mortal.

Blanca Muñoz. Azulina, 2003. Varilla y chapa inoxidable, 60 x 55 x 156 cm.

Blanca Muñoz
Timbal, 2003

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