Dore Ashton
english version
Esta finca ajardinada del siglo XVIII fue convertida por su director, Peter Murray, en uno de los espacios expositivos al aire libre más coherentes del mundo.
“Caro at Longside: Sculpture and Sculpitecture”.
Del 26 de septiembre de 2001 al 31 de marzo de 2002.
“William Tucker”.
Del 3 de marzo de 2001 al 28 de octubre de 2001.
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Recientemente han inaugurado dos gigantescos espacios interiores con las esculturas monumentales de Caro, esculturas que él de forma algo grandilocuente llama escultecturas. En una de las perfectas naves de tejado inclinado Caro expone Babilon, una potente estructura de tres piezas construida y ensamblada con traviesas de tren desechadas. Estos elementos de madera, erosionados e intemporales, están compuestos por una placa tectónica externa y una interior a través del cual pueden abrirse paso los visitantes. Al margen de las obvias correspondencias con las entradas a las tumbas egipcias y a los antiguos zigurats, apunta a la madurez y a la impecable evaluación de Caro en cuanto a la importancia de la escala en lo que a escultura se refiere. La versatilidad es rasgo distintivo de Caro como demuestra otra obra de la misma sala, Elephant Palace, 1989, compuesta por delgadas láminas de estaño combadas y soldadas que evocan las suntuosas tradiciones orientales. Sus superficies bellamente curvadas reflejan la luz como una antigua diosa india de piel suave y movimientos sinuosos. La obra de Caro aparece bien rodeada por los espacios cerrados, aunque amplios, de las nuevas salas, y la ambición de acometer la arquitectura afortunadamente no empaña su sentido fundamentalmente escultórico.
En los alrededores del propio parque, con sus praderas en las que las ovejas pacen tranquilamente, y sus colinas y sus valles proverbiales, hay una exposición extraordinaria con las últimas obras de William Tucker. Es uno de los escultores vivos más impresionantes, cuyo traslación desde la escultura en hierro forjado hasta sus gigantescas obras recientes constituye una de las historias más dramáticas del panorama artístico de los últimos años. Las piezas expuestas, instaladas entre árboles de aspecto venerable, son masas grandiosas y redondeadas que el escultor modela primero en arcilla con sus propias manos y que luego son fundidas en bronce. El intenso interés de Tucker por sugerir que las superficies finales derivan de un interior orgánico es visible desde cualquier perspectiva. El cuerpo humano, con su vida interior, aparece sintetizado en estas formas que no llegan a ser del todo familiares, mientras que el pensamiento que emana de las superficies maravillosamente patinadas nos transporta a los orígenes de la escultura al aire libre en la obra de predecesores más recientes como Rodin o Matisse. A la luz cambiante del cielo inglés y bajo las sombras de los árboles y arbustos, una pieza como Frenhofer, 1997, gana una infinita complejidad, especialmente en lo que a su pátina se refiere. La comprensión del poder de la masa que demuestra Tucker, como valor independiente del volumen, sobrepasa la de cualquier otro escultor vivo.
(c) Fotografías de Anthony Caro, John Riddy.
(c) Fotografías de William Tucker, Jonty Wilde.
english version Yorkshire Sculpture Park This 18th-century landscape estate was converted by its director, Peter Murray, into one of the most coherent outdoor exhibition spaces in the world. Recently, two huge indoor spaces were inaugurated with Anthony Caro’s monumental sculptures that he, somewhat grandilocuently, calls “sculpitecture”. In one of the well-designed pitch-roofed sheds, Caro shows Babylon, a massive structure of three units built and bolted with discared railroad ties. These weathered and timeless timber elements are composed with both an outer tectonic presence and an interior, through which visitors may thread their way. Apart from the obvious associations with Egyptian tomb entrances and ancient ziggurats, this structure indicates Caro’s mature and faultless assessment of the importance of scale in sculpture. Versatility is Caro’s hallmark, as another work in the same gallery, the 1989 Elephant Palace, demonstrates: it is formed with thin sheets of bent and welded brass to suggest sumptuous Eastern traditions. Its beautifully curved surfaces take the light like an ancient Indian goddess with supple skin and sinuous movements. Caro’s oeuvre is well served by the enclosed yet ample spaces in the new galleries, and his ambitions to encompass architecture in his sculptural practice do not obscure his fundamentally sculptural sense, fortunately. In the rolling precincts of the park itself, with its meadows where sheep do safely graze, and its proverbial hills and dales, there is an extraordinary exhibition of the most recent work of William Tucker. Tucker is one of the most compelling living sculptors whose journey from welded steel sculpture of marked individuality to the massive works of recent years, is one of the most dramatic artistic stories in recent artistic history. The works on view, sited amongst trees that seem venerable, are great rounded masses that were modelled by the sculptor’s own hand in plaster and then cast in bronze. Tucker’s intense interest in suggesting that the final surfaces derive from an organic interior is visible from any vantage point. The human body with its inner life seems epitomized in these almost, but not quite familiar forms, while the thought that emanates from the marvelously patinated surfaces leads back to the ancient origins of sculpture in landscape to more recent predecessors such as Rodin and Matisse. A work such as Frenhofer, 1997, in the shifting lights of the Englis Sky, and the shadows of trees and shrubs, gains and infinite complexity, especially in terms of its patina. Tucker’s understanding of the power of mass, and distinct from the volume, surpasses that of any living sculptor.
Anthony Caro, Cathedral, 1988-1991
William Tucker, Amphiro, 1993