No hace falta insistir en la gran importancia del autorretrato en la producción de un buen número de artistas; ¿se mantiene esa vigencia en el arte de nuestros días, en un momento en que la importancia del yo parece haberse multiplicado? ¿La autorreferencialidad se manifiesta ahora de forma más marcada en obras que no contienen autorretratos literales?
A este asunto dedica una muestra, desde mañana y hasta el 21 de febrero, la Sala de Exposiciones de la Diputación de Huesca, en el marco del programa VISIONA. Comisariada por Pedro Vicente, se titula “Yo, me, mi, contigo” y recoge trabajos de once creadores fundamentales de la segunda mitad del siglo XX que tomaron su propia vida y los pensamientos y emociones que conocieron en primera persona a la hora de dar forma a buena parte de su producción.
Normalmente no lo hicieron a través de autorretratos o relatos personales, sino a través de fotografías, vídeos e instalaciones en las que trataron de mostrar, como necesidad o por elección, su identidad, su historia propia, sus sentimientos…Hablamos de Elina Brotherus, Esther Ferrer, Sophie Calle, Claude Cahun, John Coplans, Guy Ben-Ner, Óscar Muñoz, Ana Mendieta, Miguel Ángel Rebollo, José Oltra y Faustino Villa, que si algo tuvieron en común fue su utilización del arte como vía para la autoconstrucción o reconstrucción interior o para la reflexión sobre los elementos que explican su personalidad: desde su género u origen hasta la familia, la memoria y lo olvidado, las pérdidas, el paso del tiempo, la enfermedad, el cuerpo, los traumas y alegrías.
Todos los trabajos que forman parte de “Yo, me, mi, contigo” contienen elementos salidos de la invención de estos autores; pero a su vez, de forma inevitable, esos fragmentos ficticios contienen referencias autobiográficas que el espectador tratará, a menudo sin éxito, de diferenciar.
Algunos de los creadores representados conciben su trabajo como prolongación de su vida, representando sus experiencias cotidianas y convirtiendo su obra en una especie de álbum público de su existencia. Otros parten de la imaginación, de la construcción de sus autorrepresentaciones, e inventan narraciones que funcionan como relatos de ficción. Los trabajos autobiográficos/ficcionados se evidencian como una forma de desdoblamiento de los propias artistas, que se sitúan fuera de ellos mismos, se autocontemplan haciéndonos contemplarlos, para invitarnos a contemplarnos y a tomar conciencia, en ese proceso, de nosotros mismos.
Si las fotografías de Faustino Villa constituyen autorretratos performáticos, posados y preparados que evocan el Surrealismo en sus composiciones y su humor, los autorretratos de Oltra en el ejercicio de sus aficiones favoritas evidencia su interés no solo por la representación de su imagen, también por el proceso repetitivo y metódico de los autorretratos.
En 1999, Elina Brotherus participó en una residencia en el Musée Nicéphore Niépce y allí creó su serie de fotografías Suites françaises, formada por imágenes en las que se muestra a sí misma aprendiendo francés. En 2011 fue invitada otra vez a Chalon-sur-Saône y se alojó en el mismo hostal que la vez anterior; regresó a los mismos sitios donde había estado para establecer un recorrido interior y reflexionar sobre lo bueno y lo malo que había sucedido en ese periodo.
Sophie Calle, como sabemos, relata historias de desconocidos a quienes observa para reflexionar sobre las fronteras entre lo privado y lo público, lo que es arte y lo que no lo es, y en Claude Cahun prima la ambigüedad a la hora de hablar del propio arte y de la vida privada, incidiendo sobre todo en temas como la sexualidad, el género y la identidad.
En la producción de Ana Mendieta se hace evidente su condición de mujer y latina en el contexto de una sociedad patriarcal y anglosajona y John Coplans mostró su cuerpo en edad madura proponiendo una alternativa a la representación clásica de la desnudez como exaltación de un canon de belleza ideal.
En la obra de Óscar Muñoz una mano intenta definir los rasgos de identidad de un retrato, pero el medio utilizado (el agua) y el soporte (una losa de cemento iluminada por el sol) impiden que la tarea se complete.
Esther Ferrer, por su parte, sin una periodicidad fija, se hace una foto que divide en dos y monta las dos mitades resultantes con todas las mitades correspondientes a la foto o retrato anterior. El resultado son imágenes estáticas y neutrales próximas a lo performativo.
En Stealing Beauty, Guy Ben-Ner filmó a su familia y a sí mismo en salas de exposición de diferentes tiendas IKEA de Nueva York, Berlín y Tel Aviv, ocupando los espacios domésticos como si fueran propios, y, por último, Miguel Ángel Rebollo, durante una residencia en la Casa de Velázquez, contrató a un actor para que suplantara su identidad en la institución que le había becado. El actor realizaba un informe diario de las incidencias que surgían en su nombre y un registro documental de su vida prestada.
La exposición cuenta con una sección interactiva: el público podrá mandar y compartir sus selfies, que serán incluidos en la propia exposición para cuestionar si estas extendidísimas imágenes no suponen más que una versión tecnológica del autorretrato o si, por el contrario, conforman ya un nuevo género de (auto)representación (#yoymiselfie).
También podemos acceder, dentro de la misma Sala de Exposiciones de la Diputación de Huesca, a un espacio dedicado a la documentación bibliográfica y videográfica sobre el uso y la importancia de las prácticas autobiográficas en el arte y el pensamiento contemporáneos.
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