Hace ahora tres años, el Museo Universidad de Navarra presentaba un compendio de trabajos pasados y recientes de Vik Muniz: imágenes que eran el fruto, relativamente sencillo, de caminos de investigación y elaboración más lentos, basados en la utilización de materiales que no asociamos específicamente a lo artístico pero que él emplea con completa naturalidad por servir a sus fines expresivos, como comida, basura u objetos desechados. Invitaba al público a tomarse su tiempo al contemplar las composiciones resultantes, porque, en su opinión, hemos sido capaces de llegar a ser muy buenos a la hora de asimilar fotografías y de entenderlas con gran rapidez, pero cada vez somos más lentos a la hora de discernir la forma en la que las miramos. Cuando estás en un museo o una galería, debes tomarte tu tiempo, disfrutar del hecho de tratar de averiguar cómo se hizo.
El proyecto con el que este autor brasileño ha vuelto al centro pamplonés, tras participar en sus residencias Tender puentes, nos propone también ahondar en las múltiples capas de lectura posibles de una imagen y en su relación, o ausencia de ella, con la materia: la exhibición “Flora industrialis” consta de noventa instantáneas, veinte de ellas en blanco y negro y el resto en color, que comparten formato (50 x 50 centímetros); en ellas encontraremos especies botánicas, pero no reales, sino ideadas por el artista a partir de los álbumes que forman parte de los fondos del MUN (los derivados de los registros de plantas efectuados por ilustradores y científicos involucrados en la expedición napoleónica a Egipto aún forman parte, recordamos, de la muestra “Una tierra prometida. Del Siglo de las Luces al nacimiento de la fotografía”).
Viene a subrayar esta propuesta que creadores y científicos pueden tener en común una voluntad de captar lo real y los procedimientos y herramientas para lograrlo, pero allí donde la ciencia busca el rigor absoluto con el fin de extraer análisis y conclusiones, el arte prestará atención a valores estéticos o posibilidades interpretativas, abriéndose un buen número de retos cuando la Inteligencia Artificial puede generar aquello que no existe pero parece hacerlo y cuestionar materialidades dadas.
Muniz se ha inspirado en concreto, a la hora de dar forma a “Flora industrialis”, en los dibujos y grabados de flora iberoamericana y de jardines botánicos europeos que integran la colección de Ernesto Fernández Holmann y Marta Regina Fisher Fernández, miembros del patronato del Museo Universidad de Navarra, por hallar en ellos una vía adecuada para profundizar en el que es uno de los asuntos que ha marcado su trayectoria: el de los nexos entre la foto y la naturaleza, relacionado a su vez con notas de su propia biografía; suele recordar Muniz la admiración de su madre por la belleza de las flores.
Las que pueblan estos trabajos últimos vienen a subrayar tanto el rol de la fotografía como representación, y no como reflejo unívoco de lo existente, como la disociación posible entre esta disciplina y la citada naturaleza, dado que aquí contiene una botánica fabricada nuevas tecnologías mediante, que, eso sí, responde a una aspiración humana seguramente atemporal: la de preservar bello lo que se marchita; lo matérico que nunca podrá pervivir. De hecho, nada hay natural, y por tanto sujeto a la impermanencia, en estas piezas: fotografías tomadas a flores artificiales, intervenidas con pintura, reimpresas y de nuevo tratadas con técnicas digitales. Ha recreado Muniz otra naturaleza o ninguna, inquietantemente o no, también bella y sugestiva.
Vik Muniz. “Flora industrialis”
Campus Universitario, s/n
Pamplona
Del 18 de octubre de 2023 al 25 de febrero de 2024
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