La Escudería del Quirinal ofrece una retrospectiva del artista holandés, no representado en ninguna colección de Italia
Una minuciosa selección de trabajos de Vermeer poco conocidos y cedidos por museos de todo el mundo y medio centenar de trabajos de artistas contemporáneos al genio holandés componen “Vermeer. Il secolo d’oro dell’arte olandese”, primera gran retrospectiva que le brinda Italia y que puede visitarse hasta el 20 de enero de 2013 en las Escuderías del Quirinal.
Incluye ocho de sus trabajos (todo un lujo, teniendo en cuenta que no llegó a pintar más de 50 y de ellos sólo han llegado a nuestros días 37, algunos de ellos inamovibles por razones de conservación). En el último siglo, sólo se han organizado en el mundo ocho grandes exposiciones consagradas al maestro de Delft, de las cuales únicamente tres han logrado reunir más de cuatro cuadros del artista: la que se realizó en 1996 en la National Gallery of Art de Washington; la que tuvo lugar en la Galería Mauritshuis de La Haya; la que en 2001 realizó el Metropolitan de Nueva York y la que en 2003 le dedicó el Museo del Prado.
El público podrá conocer datos desconocidos hasta ahora en torno a la figura de Vermeer, cuya vida sigue siendo, a grandes rasgos, un misterio (no se tiene conocimiento cierto, ni siquiera, de su fecha de nacimiento) y comprender el encaje de su producción en el panorama cultural de Delft y de Ámsterdam, Haarlem y Leiden, núcleos artísticos significativos en aquel momento. Para ello se exhibirán trabajos de Carel Fabritius, reconocido maestro de Vermeer; Pieter de Hooch, Emmanuel de Witte y otros creadores célebres en el siglo XVII que han perdido reconocimiento con el paso de los siglos, es el caso de Gerard ter Borch, Gerrit Dou, Nicolaes Maes, Gabriël Metsu, Frans van Mieris, Jacob Ochtervelt y Jan Steen.
La temática cotidiana abordada en la obra de Vermeer y su fuerte búsqueda de realismo lograron cautivar a los coleccionistas privados holandeses de la época: comerciantes, panaderos o cerveceros que colgaron estas piezas en sus hogares. En contraste, en aquellos mismos años en Italia, los principales clientes de los artistas del país eran institucionales: la Iglesia y las cortes principescas solicitaban grandes pinturas de una temática más pública que íntima. En Vermeer encontramos escenas de la vida diaria vinculadas a la lectura, al cortejo, a la música, al estudio científico… junto con vistas de ciudades; en definitiva, atisbos de un mundo silencioso y laborioso contemplado desde la ironía y la ternura.