La primera muestra que la Comunidad de Madrid nos presenta en la Sala Canal de Isabel II este año está dedicada a un fotógrafo autodidacta cuyo trabajo se nutre de lo cotidiano, de la memoria propia y de los trazos poéticos que halla fecundamente en lo que les es cercano y familiar. “Algo, nada, siempre” no se ha concebido como una retrospectiva de Vari Caramés, pero sí recoge la mayor parte de su producción desde los ochenta y, desde luego, su espíritu: la emoción, la sencillez y la conjunción de una mirada hacia el exterior y hacia el interior.
Comisariada por Blanca Berlín, su galerista, y Nerea Ubieto, toma su título la exhibición de los tres conceptos abiertos que la articulan: algo, en referencia a la capacidad del artista por capturar lo inesperado en lo común; nada, sobre lo superfluo, de lo que elige prescindir para centrarse en las esencias y siempre, por su querencia hacia la vertiente atemporal de los fenómenos habituales.
Trabajó en blanco y negro hasta el 2000, para abrirse después al color, aunque en unas y otras imágenes (series dedicadas a retratos, paisajes, bodegones, escenas callejeras…) se ha dejado llevar por reflexiones sobre el recuerdo, el silencio, el tiempo y el sueño y sobre las posibilidades de visibilizar estos conceptos por la vía de la indefinición e incluso de los juegos de texturas. Sin embargo, si hay una noción protagonista en esta exposición y en la trayectoria del gallego esa es la de la luz, capaz de alumbrar esas mismas texturas y también de narrar instantes; no solo es la materia fundamental de investigación de todo fotógrafo desde los inicios de la disciplina, sino también una herramienta básica de conocimiento en todo ámbito.
Como buen jazzista, en los procedimientos creativos de Caramés cabe absolutamente la improvisación: los ritmos de su creación se adaptan a guiones… que traza a posteriori, tras fotografiar. Le llevan a tomar la cámara lecturas, o conversaciones escuchadas, pasadas por el tamiz de su pensamiento: es por eso que no hay ninguno de sus trabajos que no podamos considerar íntimo, por más (o a causa de) que casi todos ellos bordeen la abstracción; sus fotos son lo más alejado al documento. Brumosas y ambiguas como la misma vida que las inspira, poliédricas como cualquier suceso, sugieren misterio y desconcierto deliberadamente, no adquieren sentido testimonial y podemos considerarlas objetos no referenciales, muy cerca de la ficción.
Podremos contemplar en el depósito el conjunto Nadar, que desarrolló en los ochenta con una cámara subacuática en la piscina a la que solía acudir: el agua fue uno de los primeros contextos que le permitió centrarse en la captura de lo incierto y lo que nunca es igual. También su obra plenamente cromática de estas últimas dos décadas; explica Caramés que se adentró en el color por razones terapéuticas y también desde el deseo de emular a su admirado Woody Allen, que ha transitado en su cine con libertad entre el blanco y el negro (que el fotógrafo tampoco ha abandonado del todo) y el color.
Color, justamente, se llama una de sus primeras series con él, recogida en esta exposición; veremos igualmente Miraxes, espejismos y fantasías en un contexto propicio a la melancolía, al espectro y al ilusionismo; Tránsitos, sobre estancias inconcretas y situaciones que penden entre el suceso y el no suceso; Escenarios, donde incorporó novedades en cuanto al soporte, adoptando el lienzo para ofrecer imágenes más matéricas y pictóricas, ahondando en ese camino abstracto y Recreo, que nos traslada a la infancia y a la imaginación que cabe en la época de la inocencia.
También podemos contemplar en la Sala Canal sus Lugares, sobre enclaves para la memoria y la ensoñación, algunos imaginados y otros vividos, a los que la experiencia no resta enigma y Pasatiempo, seguramente su proyecto más conceptual: fotografió y filmó en Súper 8 Caramés el jardín decadente de un indiano llegado de Argentina en Betanzos; el autor lo visitó por primera vez en su adolescencia y constituyó para él una suerte de Bomarzo.
Las imágenes de este artista son siempre fluidas e indeterminadas, pero paradójicamente esa es la causa de que susciten en el espectador decenas de resonancias posibles; a todos nos queda lo extraordinario a la vuelta de la esquina y la subjetividad es el camino natural de aprehenderlo.
Vari Caramés. “Algo, nada, siempre”
c/ Santa Engracia, 125
Madrid
Del 10 de febrero al 24 de abril de 2022
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