Con vistas a la celebración este año del 125 aniversario de la muerte de Vincent Van Gogh, su museo de Ámsterdam reorganizó de arriba abajo su colección con el fin de ceder protagonismo a obras importantes que la conversión en iconos de Los girasoles o Los peladores de patatas habían dejado en un segundo plano y de trasladar al público, con la mayor claridad posible, el mensaje y la rica personalidad de este pintor.
Y también con ese objetivo, el Van Gogh Museum, que actualmente confronta la pintura del holandés con la de Munch, ha colaborado en la preparación del documental “Vincent Van Gogh, una nueva mirada”, que ayer se estrenó en algunos cines españoles. Esta obra, que parte de la idea de que no hay un Van Gogh hombre y un Van Gogh artista porque su actividad forma parte indivisible de su personalidad, examina, a partir de las aportaciones de profesionales del museo y sobre todo del extraordinario legado que son las Cartas a Theo, la vida del pintor y muchas piezas significativas, no solo las más célebres, de la extensa colección de este museo, que cuenta con doscientas pinturas suyas. Del “loco del pelo rojo” no está, ni mucho menos, todo dicho: los trabajadores de su museo insisten en que estas piezas continúan ofreciendo infinitos descubrimientos tanto a ellos mismos, que conviven con las obras a diario, como a los visitantes.
La correspondencia de Van Gogh a Theo se inició antes de que en la veintena él decidiera convertirse en artista y se prolonga hasta pocos días antes de su muerte. Nuestra interpretación de su trabajo no sería lo mismo sin ella: en estas cartas dejó constancia de sus dudas, sus influencias artísticas y sus fuentes de inspiración. Comentó con su hermano sus lecturas, sus gustos musicales y también reflexiones religiosas y pensamientos sobre sí mismo y sobre su identidad que tuvieron su traslación pictórica en el buen número de autorretratos que realizó Van Gogh.
Las intervenciones de los expertos en su figura y de descendientes de su familia se intercalan o coinciden en el documental con imágenes actuales de los lugares donde residió y con fragmentos en los que el actor Jamie de Courcey interpreta al artista subrayando, en miradas y gestos, su carácter obsesivo, sus luchas interiores y las fuertes emociones internas que a veces trataba de dominar y por las que, en otras ocasiones, se dejaba llevar.
El documental subraya la buena educación recibida por Van Gogh, la importancia en su vida de la religión, de la palabra y la lectura, por influencia de su padre, pastor protestante –durante un tiempo el artista también lo fue- y su obsesión por el trabajo. En su corta carrera pudo realizar unas novecientas pinturas y más de millar y medio de dibujos, pero esa constancia creativa no se explica solo por su genio romántico –recalcan desde el museo- sino sobre todo por su amor por el trabajo, vinculado a la cultura protestante en la que creció.
Van Gogh comenzó, como casi todos los artistas, dibujando, y en el Van Gogh Museum se conservan algunos de esos dibujos iniciales, en los que ya comenzaba a experimentar con el color.
Empático y atormentado, se encargó de mostrar en su trabajo la tensión entre el individuo y la naturaleza y su amor por la gente corriente. Sus pinceladas pueden parecer, a ojos inexpertos, fáciles por enérgicas, pero su combinación es pura complejidad.
Como enunció el pintor en una de sus cartas, que cierra el filme, Arte larga, vida breve.
Aún podéis verlo, en las siguientes salas:
Granada: Kinépolis Granada (10 y 11 de octubre)
Alicante: Kinépolis Plaza Mar (10 y 11 de octubre)
Valencia: Kinépolis Valencia (10 y 11 de octubre), Cines LYS (15 de octubre)
Madrid: Kinépolis Ciudad de la Imagen (10 y 11 de octubre), Kinépolis Diversia (10 y 11 de octubre)
Actualizaremos más fechas cuando tengamos información.
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