El centro Turner Contemporary de Margate acaba de abrir al público “Self: image and identity”, una muestra que repasa la evolución del género del autorretrato a través de un centenar de obras de diversos formatos fechadas entre el s XVII y la actualidad. Además de pinturas, forman parte de la exposición dibujos, esculturas, fotografías y trabajos fílmicos, setenta de ellos cedidos por la National Portrait Gallery de Londres y el resto prestados por colecciones internacionales tanto públicas como privadas cuyos dueños han prestado especial atención a la compra de obras de este género.
Podríamos decir que estudiando a fondo la evolución del autorretrato podríamos elaborar un recorrido por el devenir del arte occidental, desde su voluntad de representación fiel o idealizada hasta su búsqueda de las esencias sacrificando la forma; desde el afán de ennoblecimiento hasta la plasmación de una autopercepción descarnada.
Por autopublicidad, como vía para preservar su imagen y talento de cara a la posteridad, como medio para avanzar en estudios figurativos, como herramienta de exploración de la propia psicología o biografía (en el caso de retratos sucesivos) o incluso con intenciones políticas: las finalidades de los autorretratos que podemos ver en Margate son tan variadas como las personalidades de sus autores.
La pieza estrella de la muestra es el último autorretrato conocido de Van Dyck, que acaba de ser adquirido por la NPG de Londres y que tiene en el Turner Contemporary la primera parada de una gira nacional que se prolongará durante tres años con el apoyo de Art Fund y HLF. El que fuera pintor de cámara de Carlos I de Inglaterra fue también el retratista más influyente del Reino Unido en su época y su legado sería homenajeado tres siglos después de su muerte.
Tomando este autorretrato como punto de partida, “Self” plantea la historia del género, su relación con la celebridad de los artistas, la recepción de estas piezas por parte del público o sus nexos con el futuro y con el deseo de inmortalidad del creador.
Entre los artistas representados en la exposición encontraremos a Louise Bourgeois, John Constable, Tracey Emin, Lucian Freud, Damien Hirst, David Hockney, Angelica Kauffmann, Sarah Lucas, JMW Turner y Gillian Wearing y sus autorretratos, al no haberse realizado habitualmente por encargo, son ejemplos de su estilo más libre y personal.
AUTORRETRATOS QUE SINGULARIZAN Y AUTORRETRATOS QUE NOS HACEN MASA
¿Podemos pensar que sus motivaciones tuvieron algo en común con las de quienes practican el autorretrato fotográfico?
El selfie es una broma pero un autorretrato de artista va completamente en serio. ¿Es un manifiesto? ¿Es una exaltación? ¿Es un epitafio? De todo hay y, en cada caso se trata de una declaración del yo multiplicado por dos. ¿Yo y yo con el espejo? Mucha gente no soportaría mirarse tanto tiempo y tan minuciosamente en esa lunática imagen de sí. Porque de hecho el autorretrato nace de redundar lo visto hasta hacer que rezume lo invisible. Es decir, dar arte a la parte que no se ve y hacer que la que se ve se aparte de lo inmediato. Son palabras de Vicente Verdú en El País; en ellas el crítico también subraya cómo, a base de propagarse su moda, el selfie ya no nos singulariza entre la masa sino que nos hace formar parte de ella, mientras que el pintor, al autorretratarse, se está considerando a sí mismo objeto de observación y estudio, pensándose tan importante (al menos afectívamente) como para constituirse en motivo, muchas veces único, de un cuadro.
Si visitáis la muestra de Margate no dejéis de fijaros, cuando las haya, en las miradas de los artistas, únicos narradores y testigos de lo que ocurre en escena y elementos intermediarios, no sólo entre obra de arte y espectador, sino entre este último y el propio creador. Según avanzan los siglos y el recorrido de la exposición, ganan en carácter intimista.
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