Victoria Combalía
Lo más impresionante es el edificio, una antigua central térmica remodelada con sobria brillantez por el equipo Herzog y De Meuron.
Con dos únicos fallos: unas enormes rejillas para el aire condicionado en el suelo, que alteran realmente la visión de muchas obras, y un parquet sin barnizar que se ha demostrado dañino para las pinturas. La colección, menos importante que la del Pompidou y la del MOMA, está mostrada por temas tales como “el desnudo”, “el paisaje”, “la historia” “la naturaleza muerta”, lo que peligrosamente supone un giro hacia la academia, museográficamente hablando. Además de obras en sí mismas excelentes, de todos conocidas, hay salas muy bien resueltas, como la dedicada a Fluxus o al Surrealismo. La que muestra “La mujer que llora” de Picasso está acompañada por una interesante documentación sobre la Guerra Civil española.
Louise Bougoise en la Tate Modern
Exterio de la Tate Modern