Tàpies desde dentro

El Pérez Art Museum de Miami muestra medio centenar de obras del artista

Miami,

Medio centenar de obras, entre pinturas y esculturas a gran escala, procedentes todas de la colección personal de Antoni Tàpies y de los fondos de su Fundación en Barcelona, componen “Tàpies: From Within”, la antología dedicada al artista catalán que Vicente Todolí ha comisariado para el Pérez Art Museum de Miami, donde puede visitarse hasta el 3 de mayo.

Antoni Tàpies. Porta roja (Red Door), 1995
Antoni Tàpies. Porta roja (Red Door), 1995

Las obras seleccionadas son representativas de las distintas fases de la trayectoria el pintor, desde sus inicios en el convulso periodo posterior a la II Guerra Mundial, el llamado tiempo del estupor, hasta sus últimos años: murió en 2012 y sus trabajos más recientes se fechan en 2011.

Es difícil ofrecer enfoques nuevos en la estudiada obra de Tàpies, pero la exposición sí nos ayuda a (re)conocer la rica exploración del artista de materiales y sus formas inusuales capaces de configurar un lenguaje visual único.

Todolí ha tratado de plantear un acercamiento íntimo a los procesos de trabajo de Tàpies, basados en la fusión de materiales humildes y cotidianos con símbolos de las culturas occidental y oriental, en la aplicación densa de los pigmentos y en el empleo de signos gestuales que remiten al graffiti.

Considerado por muchos un alquímico de la materia, Tàpies introdujo reflexiones espirituales y existenciales en el empleo de objetos encontrados, participando de esa sensibilidad compartida por los artistas ligados al Informalismo que se consolidaron en la posguerra europea, interesados, por necesidad y convicción, en el polvo del camino, en átomos y partículas, en lo pequeño e individual, en los formatos reducidos y la plasmación del mundo interior propio y cercano frente a los grandes formatos, la espontaneidad y el desarrollo de una pintura entendida como acción física propios del Expresionismo abstracto practicado por Pollock o de Kooning.

En las décadas de los cincuenta y los sesenta, Tàpies elaboró imágenes, generalmente extraídas de su entorno inmediato, que se repetirían en las distintas etapas de su evolución. A menudo, una misma imagen, además de aparecer representada de diversas maneras, esconde variadas significaciones que se irán superponiendo, un mensaje centrado en la revaloración de lo que se considera bajo o repulsivo.

No hay que olvidar tampoco que la obra de Tàpies fue siempre permeable a los acontecimientos políticos y sociales de su tiempo: a fines de los años sesenta y principios de los setenta, su compromiso político contra el franquismo se intensificó, y sus obras de estos años ganaron carácter de denuncia y protesta.

Algo después, coincidiendo con la eclosión del arte povera en Europa y el posminimalismo en EEUU, el catalán acentuó su trabajo con objetos, no mostrándolos como son, sino imprimiéndoles su sello e incorporándolos a su lenguaje.

A principios de los ochenta, Tàpies mostró un renovado interés por la tela como soporte realizando piezas con goma-espuma o con la técnica del aerosol, utilizando barnices y creando objetos y esculturas de tierra chamoteada o de bronce. Ya a finales de esa década, reforzó su fascinación por la cultura oriental, una influencia filosófica fundamental en su obra, por su énfasis en lo material, por la identidad entre hombre y naturaleza y por la negación del dualismo de nuestra sociedad. También se sintió atraído por una nueva generación de científicos que concebían la materia como un todo, sometido al cambio y la formación constantes.

Las obras de sus últimos años constituyen una reflexión sobre el dolor -físico y espiritual-, entendido como parte integrante de la vida, bajo la influencia del pensamiento budista.

 

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