La artista y activista cubana Tania Bruguera presenta, hasta el 24 de febrero de 2019 en la Tate Modern, su proyecto comisionado por Hyundai: “10,148,049”. Ese título corresponde al número de personas que en 2017 se vieron obligadas a emigrar, incluidas las que murieron antes de llegar a su destino.
Bruguera ha reunido a 21 voluntarios que viven o trabajan en el distrito postal de la Tate y les ha encargado explorar cómo el museo puede adaptarse a esa comunidad local: han cambiado el nombre de la Sala de Turbinas por el de Natalie Bell, activista social británica, y también han escrito un manifiesto que los visitantes del centro pueden leer al iniciar sesión con el Wifi del museo.
El suelo de ese espacio de las Turbinas, sensible al calor del cuerpo humano, revela, cuando se encuentra sobre él un número suficiente de público, un retrato de Yousef, joven que salió de Siria para alcanzar Londres. En una pequeña sala cercana, un compuesto orgánico en el aire provoca lágrimas, lo que Bruguera llama “empatía forzada”. A la cubana le interesa la vertiente más política y útil del arte.
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