En enero de 2023, el Museo de Bellas Artes Gravina de Alicante presentó la exposición “Joaquín Sorolla y la pintura valenciana de su tiempo. Diálogos y contrastes”, que comisarió Francisco Javier Pérez Rojas y que, coincidiendo con el centenario del fallecimiento del primero, proponía un recorrido por trabajos de artistas valencianos y españoles de fines del siglo XIX y principios del XX que contaron con proyección nacional e internacional.
Aquella exhibición es el germen de la que supone ahora la primera muestra temporal del MUREC, el Museo del Realismo Español Contemporáneo de Almería, que hace hincapié en el extraordinario desarrollo en nuestro país de la pintura costumbrista, de la captación de la luz y la viveza del color en las últimas décadas del siglo XIX y los inicios del XX y también en el momento fundamental que fue la década de 1860 en el contexto del arte valenciano, al converger allí autores que resultarían muy influyentes para generaciones posteriores.
“Sorolla y el renacimiento de la pintura valenciana”, que así se titula esta exposición, abierta desde el 18 de julio y de nuevo comisariada por Pérez Rojas, contará con cerca de ochenta trabajos debidos a una treintena de artistas, en su mayoría pinturas, pero también dibujos. Aproximadamente la mitad corresponden a Sorolla y el resto a creadores cercanos a él, y se fechan a lo largo del arco cronológico correspondiente a la vida del artífice de Triste herencia.
De la mano de esas piezas de Sorolla, y de las efectuadas por Joaquín Agrasot, Francisco Domingo, Ignacio Pinazo, Emilio Sala, Manuel Benedito, Antonio Esteve, José Benlliure, Francisco Pons Arnau, Cecilio Pla, María Sorolla o Antonio Muñoz Degrain, entre otros, podremos, así, asistir a los progresos en la formación y consolidación del periodo más brillante de la pintura en esa región, llamado en tiempo reciente renacimiento, puesto que fue allí donde Sorolla se formó inicialmente: primero en la Escuela de Artesanos de la ciudad, entre 1876 y 1879, y después en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, donde se matriculó en el curso 1879-1880.
La propia Diputación valenciana le concedió en 1885 una pensión que le permitió trasladarse a Roma durante cuatro años y que, junto a diversos viajes que efectuó a París, sería vital para su posterior andadura, por más que las raíces de su legado se encuentren firmemente asentadas en su tierra y en la tradición pictórica valenciana y española: hay que recordar que siempre compatibilizó su admiración honda por Velázquez con su cosmopolitismo y su éxito en los salones europeos.
Pérez Rojas ha decidido que el eje vertebrador del recorrido de esta exposición sea el discurso con el que Sorolla se convirtió, en 1914, en miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid: en él se refirió, precisamente, al buen momento que atravesaba la disciplina pictórica allí donde había nacido y mencionaba a Antonio Cortina, Francisco Domingo, Muñoz Degrain, Emilio Sala o Ignacio Pinazo como sus referentes y maestros. Contemplaremos, por tanto, creaciones de autores que desarrollaban su legado de madurez en los años juveniles de aquel, piezas de artistas de su generación y de sus discípulos y, por último, obras de figuras posteriores que se dejaron iluminar por Sorolla o que se alejaron intencionadamente de él.
Se inicia la exhibición con pinturas de historia y obras académicas del mismo Sorolla y de sus maestros, para continuar con escenas costumbristas y sociales, que en un primer momento parecieron romper con los valores convencionales para después ser asumidas e incluso potenciadas desde la oficialidad (como prueba la actual propuesta del Prado, “Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910)“), y por último, con retratos y paisajes: la demanda de los primeros creció, desde 1840, en un elenco más diverso de capas de población, ante la consolidación de la burguesía, mientras que el último fue el género que en mayor medida se prestaba, en esa etapa, a la experimentación y a los cánones de la modernidad.
Veremos vistas rurales y urbanas, bastantes de ellas ejecutadas desde la pretensión de que se constituyeran en reflejo de realidades geográficas y también del carácter de quienes las poblaban; aunque fueron muchos los artistas valencianos que abordaron este asunto con notable talento, Sorolla destaca de forma evidente entre ellos por su conocido manejo de la luz. Desde 1890 comenzó a desarrollar temas populares con ambientación popular o huertana, en un estilo diferente al de Pinazo, que era más académico y descriptivo, pero no fue hasta avanzada aquella década cuando el mar centró casi toda su atención, más como espacio de trabajo para sus paisanos que como lugar de ocio.
En principio, abundan entre sus pinturas las dedicadas a marineros y pescadores que faenan en las orillas; también vemos pequeños apuntes de barcos en la playa, barracas, astilleros y embarcaderos. Las composiciones con las que participó en la Exposición Nacional de 1881 eran marinas: apacibles vistas del puerto valenciano bañadas por la luz y con esquemas compositivos fundamentalmente convencionales, en la estela de la tradición de marinas de esta zona. Como Blasco Ibáñez en lo literario, recuperó Sorolla, desde un enfoque contemporáneo, un interés patente en la cultura por el mar, que hasta entonces ningún artista había abordado.
Es verdad que, un tiempo antes, Pinazo había representado, desde una perspectiva moderna y en pequeñas composiciones, el goce que inspiraba la playa, pero quien desarrolló este tema como nuevo género con derivas académicas y modernistas fue Sorolla: en sus orillas se atisba lo mejor, y también lo más evolutivo, de su producción.
“Sorolla y el renacimiento de la pintura valenciana”
MUREC. MUSEO DEL REALISMO ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO
Paseo de San Luis, s/n
Almería
Del 18 de julio al 20 de octubre de 2024
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