Un Sorolla para la vida moderna

La Galería de Colecciones Reales le dedica una retrospectiva que incorpora una obra inédita

Madrid,

Han sido varias las exhibiciones dedicadas a Sorolla que en el último año, y en diversos museos españoles, han repasado distintas facetas de su producción, recordándonos que, más allá de tópicos, este artista no solo trabajó junto al mar y que, incluso cuando lo hizo, es posible extraer bastantes capas de lectura de sus escenas de playa: además de luz mediterránea, sus composiciones cobijan estudios sociológicos, en ocasiones críticos, de un tiempo y de un lugar.

El museo del pintor en Madrid ha cerrado sus puertas, en principio hasta 2026, por obras de remodelación, pero quienes antes frecuentaban en él su pintura en la capital pueden seguir haciéndolo, hasta el próximo febrero, en la Galería de Colecciones Reales: su sala de exposiciones temporales acoge la muestra “Sorolla, cien años de modernidad”, que cuenta con piezas que rara vez habían salido del palacete de Martínez Campos y con otras prestadas por otras colecciones, como las del Prado, el Museo de Bellas Artes de Asturias, el Musée d´Orsay o fondos estadounidenses o mexicanos. Se han reunido casi ochenta trabajos, bajo el comisariado conjunto de Enrique Varela Agüi, Blanca Pons-Sorolla y Consuelo Luca de Tena, representativos de las diversas etapas de la carrera del valenciano y también de sus caminos temáticos.

Uno de ellos será inédito para el público, pues se daba por desaparecido desde el año siguiente a su creación (Boulevard de París, de 1889, su única composición de temática urbana y ligada a las nuevas formas de ocio de época contemporánea), pero también sorprenderán a los espectadores La Giralda, Sevilla (1908), que no se exhibía desde la muerte de Sorolla en 1923, y cuatro lienzos inéditos en España, todos ellos de su fase de madurez: Retrato de la tiple mexicana Esperanza Iris (1920), Arco y puerta de Santa María, Burgos (1910), Niños bañándose o Sol de la tarde, Valencia (1909) y Barcas en Jávea (1905).

Joaquín Sorolla. Boulevard de París, 1890. Colección particular
Joaquín Sorolla. Boulevard de París, 1890. Colección particular

Esta antología se estructura en cinco secciones cronológicas, comenzando por un tiempo de juventud en el que, alcanzada la solidez académica y una personal habilidad en los pinceles, se propuso Sorolla optar a todos los premios y salones posibles para lograr vivir de su arte. Aquellos primeros trabajos fueron en su mayoría costumbristas, y cercanos por ello al gusto del público, pero en algunos introdujo asimismo la crítica social. De esa época temprana datan ¡Aún dicen que el pescado es caro! o La vuelta de la pesca (1894), realizados solo una década después del inicio de su trayectoria en Madrid; en 1900 llegaría su Grand Prix en la Exposición Universal de París, la ciudad que le inspiró precisamente ese trabajo que tenemos por primera vez oportunidad de contemplar (Boulevard de París), una composición de gran formato que inició en Francia y finalizó en España a partir de sus apuntes.

Reproduce la terraza muy concurrida de un café donde él mismo se autorretrata (a la izquierda), y demuestra Sorolla su buen hacer al conjugar la luz natural del atardecer con la artificial propia del establecimiento; el autor se refirió a esta imagen como abiertamente naturalista: Procuré llevar la sensación de vida que yo veía.

Joaquín Sorolla. ¡Aún dicen que el pescado es caro!, 1894. Museo Nacional del Prado
Joaquín Sorolla. ¡Aún dicen que el pescado es caro!, 1894. Museo Nacional del Prado

No pasó demasiado tiempo antes de que Sorolla hiciera del mar su gran motivación como artista, el escenario donde hacer germinar una poética personal en la que tenían cabida la ternura de lo conocido y los procedimientos plásticos de la vanguardia. Esos procedimientos variaban allá donde trabajaba: si en las playas valencianas llevó a cabo representaciones naturalistas que evocan cierto carácter ancestral del paisaje, en las de Jávea se permitió experimentar más a fondo con el color y los procedimientos compositivos, y en las del norte desplegó figuras elegantes vestidas a la moda. En este capítulo podemos destacar la presencia de La bata rosa, muy estimada por el propio pintor, Paseo a la orilla del mar o Chicos en la playa.

Joaquín Sorolla. El baño del caballo, 1909. Museo Sorolla
Joaquín Sorolla. El baño del caballo, 1909. Museo Sorolla

Una veintena de sus autorretratos y retratos de personalidades ilustres han llegado, asimismo, a las Colecciones Reales (que estrenan director, Víctor Cageao): entre ellos, los de Ira Nelson Morris y sus hijos, el fotógrafo Antonio García en su laboratorio; La familia Benlliure Arana, Santiago Ramón y Cajal o José Echegaray. Y no podían faltar algunos familiares, en los que cobra protagonismo su esposa Clotilde; Sorolla concebía este género como un diálogo mudo entre dos individuos en el que ambos quieren manifestar sus individualidades.

Joaquín Sorolla. La familia, 1901. Museo de la Ciudad, Valencia
Joaquín Sorolla. La familia, 1901. Museo de la Ciudad, Valencia

Un cuarto apartado del recorrido es para el gran encargo que le realizó Archer M. Huntington, y que sería el más importante de su vida: el del proyecto Visión de España para decorar la biblioteca de la Hispanic Society neoyorquina. Habían de representar estas obras las vestimentas y costumbres populares de todas las regiones de nuestro país con el fin de que el público estadounidense pudiera comprenderlos; la mayoría de las imágenes corresponden a Andalucía y Castilla.

Durante siete años, entre 1912 y 1919, viajó el artista de norte a sur efectuando estudios de tipos de gran formato; cuatro de ellos han recalado en la exposición: los correspondientes a Lagartera, Salamanca, La Mancha y El Roncal. Cuando sus vestidos resultan más corrientes, daba Sorolla mayor presencia al paisaje de fondo.

Joaquín Sorolla. Tipos de Salamanca, 1912. Museo Sorolla
Joaquín Sorolla. Tipos de Salamanca, 1912. Museo Sorolla

Y ponen un broche final al conjunto, justamente, sus paisajes y jardines: pintó muchos, tanto de forma autónoma como tras las figuras, y le gustaban especialmente las naturalezas contundentes, como las que encontraba en Navacerrada o Guadarrama. En el terreno acotado de los vergeles, se detenía fundamentalmente en los encuadres atrevidos, los reflejos acuáticos y las variaciones lumínicas, con sus consiguientes sombras.

Tan pronto como en 1906 comenzó a experimentar con las matizaciones de luz a través del follaje y a llevar al espacio del jardín algunos de sus retratos, tiempo después lo sedujeron La Alhambra y el Alcázar de Sevilla y bajo su influencia diseñó Sorolla su propio jardín madrileño, el edén de sus años finales, que a su vez plasmaría en sus pinturas desde 1916.

Cierran la retrospectiva telas bien conocidas, como La siesta, Clotilde en el jardín, Jardín de la casa Sorolla, La catedral de Burgos y Jardines del Alcázar de Sevilla. Estudio de sombras. Encandilaron a muchos hace un siglo, y lo siguen haciendo.

Joaquín Sorolla. La siesta, 1911. Museo Sorolla
Joaquín Sorolla. La siesta, 1911. Museo Sorolla

 

 

 

“Sorolla: cien años de modernidad”

GALERÍA DE COLECCIONES REALES

C/ Bailén, s/n

Madrid

Del 17 de octubre de 2024 al 16 de febrero de 2025

 

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