El Museo de Arte del Banco de la República de Bogotá examina las raíces identitarias de la obra de la artista francesa
Nacida en París en 1953, la fotógrafa Sophie Calle no ha cesado de abordar en su producción cuestiones identitarias y problemas vitales propios y ajenos. Además de conocer su rostro como célebre artista que a lo largo de las últimas tres décadas ha mostrado su obra en museos de todo el mundo, lo recordamos porque forma parte de su propia producción y quedó registrado en las fotografías tomadas por un detective que ella misma contrató para verificar su existencia en el transcurso de un día (La sombra, 1981).
Calle es también la testigo neutral y objetiva del sueño de varios desconocidos que durmieron en su cama durante ocho días (Los durmientes, 1979); o la sombra que persiguió a un hombre por las calles de Venecia más con la intención de medir su capacidad seductora que de propiciar un encuentro real (Suite Venecia, 1980). Paul Auster la convirtió en la María Turner de su serie Leviatán.
Su vida diaria, su intimidad, sus impresiones … se han convertido en el punto de partida inspirador de la obra de Calle, en la que la artista se expone a sí misma como si fuera otra persona que no tiene nada que ver con ella. Ficción y realidad, lo público y lo privado se entremezclan en imágenes que, en último termino, aluden al esfuerzo de toda persona por configurar sus propias verdades.
Además de emplear fotografías, Calle se sirve de textos, imágenes, libros, recortes de periódicos, películas, emisiones radiofónicas, instalaciones, videos, formatos que le permiten, en definitiva, poner en marcha experiencias novelescas más allá de la técnica.
El Museo de Arte del Banco de la República de Bogotá expone hasta el 17 de septiembre algunos de los trabajos esenciales de la artista francesa, entre ellos No sex Last Night, su primer proyecto para vídeo, un tour voyeurista elaborado junto a Gregory Shepard en el oeste de Estados Unidos.
Cada uno grabó en él una especie de diario personal, presentando versiones muy diferentes de su relación y abordando cuestiones como las relaciones de género, la sexualidad, el poder, la traición, la ficción y los juegos de rol sin escatimar ahondar en sus vertientes más complejas.
También forma parte de la exposición la obra híbrida Dolor exquisito, basada en una dolorosa experiencia personal de Calle. Con el fin de neutralizar su sufrimiento, la artista se convirtió a sí misma en un receptáculo de narrativas ajenas basadas en la muerte, el abandono y la incomprensión.
El hecho de mirar y ser mirado ocupa igualmente un espacio fundamental en la obra de Calle. Su primer trabajo artístico, presente también en Bogotá, fue un claro ejercicio de voyeurismo: se dedicó a perseguir a desconocidos en las calles de París y registrar con la cámara sus movimientos. En series posteriores, como Los ciegos y Ver el mar, la creadora gala explora la dimensión aparentemente opuesta de este fenómeno: la negación de la mirada, la imposibilidad de ver. Aun cuando parezca un movimiento contrario, esta nueva pulsión está en consonancia con lo que a la artista le ha interesado explorar en relación con el acto de mirar y fotografiar: capturar lo ausente, lo que marca su propia desaparición.
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