INTBAU (International Network for Traditional Building Architecture and Urbanism) es una institución que tiene como patrono al Príncipe de Gales y como objetivo el desarrollo internacional de proyectos de enseñanza, apoyo y promoción de los oficios de construcción, la arquitectura y el urbanismo tradicionales y de las culturas constructivas propias de cada región. Este año esta entidad ha sido la encargada de conceder, con la colaboración de la Fundación EKABA, la Fundaçao Serra Henriques y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Premio Rafael Manzano de Nueva Arquitectura Tradicional, que está dotado con 50.000 euros y que ha recaído en Sergi Bastidas, por su trabajo arquitectónico respetuoso con el paisaje y la vegetación.
Nacido en Barcelona, fundó en 1979 su primer estudio de arquitectura, hoy llamado Bastidas Architecture, y en sus casi cuatro décadas de carrera ha desarrollado sus proyectos sobre todo en Baleares, Barcelona, París, Nueva York y Marrakech. Ha trabajado tanto en edificios de obra nueva como en labores de rehabilitación en las que ha tratado de emplear materiales y técnicas tradicionales; una de sus señas de identidad es justamente la integración de sus edificios en la identidad de los lugares a los que pertenecen. Su diseño procura incluso fundirse con el paisaje, dada su especial atención a los materiales y las tradiciones constructivas locales.
El jurado ha tenido en cuenta, a la hora de concederle este galardón, su defensa de la construcción sostenible y respetuosa con el carácter de cada zona y con el medio ambiente y, sobre todo, el hecho de que, al finalizar sus obras, estas parecen haber sido siempre parte del lugar donde se ubican. El paisaje y la cultura locales se convierten así en los protagonistas de sus propuestas.
Ha trabajado Bastidas en el Hotel Can Ferrereta de Santanyí, rehabilitando y ampliando un edificio del siglo XVIII; ha restaurado el palacio del siglo XVIII Can O’Ryan, en Palma de Mallorca; y ha intervenido en numerosas casas de campo, como Sa Barralina, Son Garrot y Es Puig. En cuanto a sus obras internacionales, podemos subrayar la reforma y la ampliación de la escuela de Ameskar marroquí, ejecutada con muros de tierra.
El arquitecto catalán recibirá su Premio el 17 de noviembre en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y en el mismo acto se hará entrega de la Medalla Richard H. Driehaus a la Preservación del Patrimonio. Este año ha recaído en José María Ballester, defensor del patrimonio desde el Consejo de Europa durante décadas y pionero del desarrollo rural desde la Fundación Botín, quien acuñó el concepto de Inteligencia del territorio para aludir a que el patrimonio no puede entenderse, ni conservarse, concibiéndolo como una serie de elementos independientes de la zona a la que pertenecen y de sus recursos naturales, de sus pobladores o de sus tradiciones.
Inició su carrera profesional como periodista en el diario Madrid, y después en ABC y Blanco y Negro y más tarde se trasladó a Estrasburgo para formar parte del mencionado Consejo de Europa, donde colaboró con Marcelino Oreja, a quien considera su maestro.
Gracias a esa visión transversal de que el patrimonio está estrechamente conectado con el paisaje en su sentido más amplio, se creó en este organismo una única Dirección de Cultura, Patrimonio Cultural y Natural, consolidándose así la noción del patrimonio desde sus lazos esenciales con el territorio, la cultura y la estructura socioeconómica, lo que permite mantenerlo vivo y generar riqueza sin agotar sus recursos.
Participó igualmente en la creación de los Itinerarios Culturales Europeos, el de Santiago entre ellos; en la protección de los monumentos de los Balcanes durante sus guerras y en la reestructuración de la conservación del patrimonio en países como Georgia, tras la caída de la URSS.
En 2003, dejó Ballester Estrasburgo para incorporarse a la Fundación Botín; siendo artífice de su programa Patrimonio y Territorio, proyecto pionero de desarrollo rural destinado a conservar el patrimonio del medio rural cántabro y a generar riqueza, fijar población y potenciar los recursos propios del campo, comenzando primero en el Valle del Nansa y Peñarrubia y luego en Valderredible. Se trata de una iniciativa pionera en su apuesta por la conectividad, la dinamización y la modernización de los sectores económicos propios de la España rural, de forma que esas localidades puedan generar más y mejores oportunidades para sus habitantes tomando como base la cultura y los recursos naturales propios.
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