Mondrian, Rothko y Matisse se encuentran entre las influencias estéticas básicas del irlandés Sean Scully, cuyo repertorio iconográfico se compone de líneas, bandas y bloques que generan ilusiones ópticas y relieves a través de su estructura seriada y superpuesta. Se agrupan en órdenes alternativos y en ellos figura y fondo apenas pueden diferenciarse.
El tratamiento del color en su obra es fruto de todo un proceso artesanal: la superposición progresiva de finas capas impregnadas de pigmentos diferentes que se revelan por transparencia y ofrecen tonos únicos, de gran profundidad, otorga a sus pinturas abstractas cierta calidez sensual.
Algunas de las imágenes más significativas de su producción han recalado este verano en Bolonia: su Museo de Arte Moderno acoge la retrospectiva “A Wound in a Dance with Love”, que puede verse hasta octubre. Bajo el comisariado de Lorenzo Balbi y organizada en colaboración con la Kerlin Gallery dublinesa, esta antología ha podido visitarse ya, en los últimos meses, en el Museo de Bellas Artes de Budapest y en el Benaki de Atenas y llega a Italia rediseñada, un cuarto de siglo después de la última exhibición del artista en esta ciudad, que tuvo lugar en 1996 en la Galleria d’Arte Moderna, espacio que fue antecesor del MAMbo.
Incide este proyecto tanto en el amplio conocimiento de Scully de los antiguos maestros como en su sensibilidad singular a la hora de tomar referencias, tanto visuales como emocionales, en su entorno cercano. Pueden contemplarse casi setenta trabajos entre óleos, acrílicos, acuarelas, dibujos y una escultura monumental representativos de su medio siglo de trayectoria, desde sus primeros experimentos con la figuración en los sesenta hasta sus últimas obras, pasando por sus piezas quizá más célebres: las minimalistas de los setenta. Al rastrear la evolución del pintor, percibiremos tanto la coherencia interna de su producción en el tiempo como su relación con sus experiencias vitales, sus emociones, afectos y dolores.
El recorrido se inicia con dos pinturas de gran formato sobre aluminio: What Makes Us Too (2017) y Uninsideout (2018-2020), obras que reúnen, desde su contraste, elementos recurrentes en la senda de Scully, como una división tripartita, el empleo de rayas en lugar de esquemas ortogonales y la alternancia entre zonas coloreadas y otras en blanco y negro, frente al monocromatismo. Contemplaremos a continuación Fort # 1 (1978), una síntesis rigurosa de referencias paisajísticas, y el aún más temprano Backcloth, realizado en 1970, año en el que el irlandés había tomado ya con decisión el camino de lo abstracto. En este último trabajo exploró la posibilidad de utilizar la cuadrícula como único módulo compositivo a partir de un juego denso de superposiciones y tratando de acercarse al goteo de Jackson Pollock a través de un uso feroz de los esquemas habituales en Piet Mondrian.
Veremos igualmente Crossover Painting # 1 (1974), obra en la que la tensión compositiva se relaja y el cromatismo se refina, en un preciso contrapunto entre tonos atrevidos y matices delicados, muy cerca de la escultura Opulent Ascension (2019), que recaló ya en la iglesia de San Giorgio Maggiore de Venecia con motivo de su 58º Bienal y que encarna una trasposición tridimensional de las intuiciones de Scully. En sus palabras, hice Opulent Ascension con fieltro; tenía sentido, siendo un material ligado a la existencia, y no tejido en una línea. Meret Oppenheim tomó una taza y un plato y los cubrió con pieles de animales, lo que significaba que se volvían inútiles. Entonces, ¿eran arte? Una copa cubierta de piel y un platillo tienen que ser una obra de arte porque son extraños, y porque he estado pensando en ellos durante décadas. ¿Es la piel de algo, de cualquier criatura, de cualquier cosa, tan abrumadora que define lo que es, de manera que todo lo de adentro queda subordinado a lo de afuera? Me encanta esta pregunta. Porque nunca puedo responderla.
A los lados de esta pieza nos esperan varias obras de clara inspiración paisajística pertenecientes a la serie Landline, entre ellas algunas, las más vivas y alegres, dedicadas al segundo hijo de Scully, Oisín: Oisín Green (2016) y Oisín Sea Green (2016). Las acompañan el tríptico Arles Nacht Vincent (2015) y Black Square (2020), evidentes homenajes, respectivamente, a Van Gogh y Malévich. Al holandés lo evoca igualmente en Vincent (2002).
The Bather (1983), así mismo, alude a una composición de Matisse desde su paleta alegre y su luz vibrante; fue este uno de los primeros trabajos en los que aunó sus investigaciones sobre el fauvista, Rothko y Mondrian. Contemplaremos también Mariana (1991), uno de sus característicos insets, composiciones formadas por lienzos pintados con motivos contrastantes, físicamente empotrados en el cuerpo del cuadro o Long Light (1998), ejemplo temprano de los reflejos de luz que manejaría en el ciclo Wall of Light, inspirado en las mutaciones que esta genera en las paredes. Su inspiración para este proyecto llegó en México, pero fotografiaría muros iluminados también en otras partes del mundo: en Bolonia nos esperan Wall of Light White Tundra (2009) y Wall Light Zacatecas (2010).
Decíamos que la biografía del artista se introduce en parte de su producción: Empty Heart (1987) remite a una de sus etapas más dramáticas, la que atravesó tras la muerte de su primer hijo a los diecinueve años. Y se cierra la muestra con parte de sus trabajos más recientes, en los que ha retornado a la figuración, que cultivó brevemente en sus comienzos. En la serie Madonna (2018-2019) representó a su mujer y a su hijo jugando en la arena; hay que tener en cuenta que las maternidades han sido recurrentes en su carrera y el telón de fondo de muchas de sus reflexiones pictóricas: cierra la exhibición Figura abstracta y viceversa (2019), un díptico en el que la figura de Oisín jugando a la derecha es contrapeso de un panel dividido en franjas horizontales a la izquierda, mientras que un armonioso juego de articulaciones, donde un trozo de cada lienzo encaja con el otro, ofrece la clave de interpretación de un cuadro que se atiene a unos hechos mientras indaga en sus propios medios esenciales.
Con motivo de la presentación de esta antología, Scully ha donado una pieza al MAMbo, Aix Wall 4 (2021), y también ha querido rendir homenaje a Morandi mostrando dos trabajos en su Museo boloñés, situado en el primer piso del antiguo Forno del Pane. Se trata de una pintura figurativa temprana, Cactus (1964), en la que, aunque representa con precisión esa planta, muestra algunos rasgos peculiares de su investigación abstracta posterior, como las rayas al fondo (el cactus, por cierto, lo entiende como símbolo vital, por sobrevivir a la sequía y florecer cuando está listo), y Two Windows Grey Diptych (2000), que no es difícil emparentar con los caminos tardíos del autor italiano. Según Scully, aquel aprendió las lecciones de la abstracción: Comprendió cuán poderosamente la repetición, y visitar el mismo motivo o uno similar una y otra vez, puede abrir la profundidad emocional y el rango interpretativo. La abstracción sintetizaba la realidad para llegar a la orilla no objetiva de una nueva experiencia, él invierte este viaje y devuelve esa posibilidad a la simple realidad observada. En esto es muy diferente de Cézanne, su gran ejemplo. El francés nunca conoció la abstracción hasta que fue un anciano, incluso aunque fue un pionero al hacer que la pintura fuera sistemática. Sin embargo, a su manera, superó la apariencia con la estructura. Esto Morandi no tuvo que hacerlo, ya que las apariencias de las cosas en el mundo ya habían sido conquistadas por la abstracción.
Sean Scully. “A Wound in a Dance with Love”
MAMbo. MUSEO D´ARTE MODERNA DI BOLOGNA
Via Don Giovanni Minzoni, 14
Bolonia
Del 22 de junio al 9 de octubre de 2022
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