Santiago Ydáñez, de reojo

Santiago Ydáñez comenzó a darse a conocer en el panorama artístico español en los noventa, cuando el estaba en su década de los veinte y empezó a recibir premios diversos que alababan su pintura gestual y casi feroz, desarrollada velozmente y con destreza evidente.

Pronto se asoció su nombre al llamado Nuevo arte español, y a esos inicios fulgurantes contribuyeron su gran capacidad y ritmo de trabajo y un sentido del humor algo ácido comprendido y elogiado.

Muy interesado por el carácter veraz o no de lo que la mirada nos devuelve, este artista jienense ha equiparado en su producción el fetichismo propio de la figura del voyeur, a la que asociamos un morbo insano, con la “ingenuidad crédula” que Ydáñez atribuye al creyente fervoroso.

Otro eje fundamental de su trabajo es la reflexión sobre el poder de la imagen hoy y sobre las ideas preasumidas que modifican nuestra contemplación.

A medida que avanzaba en su carrera, los soportes que ha utilizado se han incrementado: continúa trabajando al óleo o al acrílico y dibujando, pero también ha abierto caminos hacia el arte gráfico y sobre todo a la fotografía, que es, en último término, la base del conjunto de su obra.

Hasta el 10 de enero del año que viene, Ydáñez presenta su primera muestra individual en Canarias, en el Centro Atlántico de Arte Moderno, bajo el comisariado del que hasta hace semanas era su director, Omar-Pascual Castillo. La exposición consta de cuarenta y ocho obras entre pinturas y dibujos sobre distintos soportes, un gran mural que ha creado en una de las paredes del CAAM específicamente para la exhibición y objetos.

Más allá de su técnica, las piezas tienen en común su expresividad y su dureza: encontramos animales cuyas miradas inquietan o desafían,  paisajes que implican emociones y personajes que remiten a los orígenes geográficos del autor (la Sierra de Segura) y que transmiten, mediante trazos gruesos, hallazgos y dolores, nostalgia y potencia.

En paralelo, Ydáñez presenta su segunda individual en La New Gallery madrileña. Esta muestra lleva por título “El oso y el roble” y evoca ese desaparecido “mundo de ayer” del que escribió Stefan Zweig, esa “edad de oro de la seguridad” que precedió a la I Guerra Mundial.