La pintura realista española de la segunda mitad del siglo XX no puede entenderse sin la producción de Carmen Laffón, en la que escenarios y objetos cotidianos suelen convertirse en excusa para desplegar atmósferas íntimas, solitarias y plácidas. En su pintura predominan los géneros del paisaje y el bodegón, aunque también sea autora de retratos, desarrollados estos sobre papel o lienzo y también en escultura, disciplina en la que se inició a mediados de los años sesenta.
El trabajo pulido con el color y con los efectos lumínicos caracteriza la obra de la sevillana, de un marcado lirismo compatible con la solidez de sus composiciones, muy estructuradas especialmente desde los setenta, cuando comenzó a organizarlas en bandas horizontales; ese rasgo, y el intimismo del que hablábamos, explican su progresivo acercamiento estético a la abstracción.
Desarrolla su obra habitualmente en series (entre las más célebres podemos citar Historia de Marcelina, El río y sus orillas o Los armarios), que suelen responder a su acervo material básico e íntimo, aquel en el que Laffón concentra sus intereses creativos; aborda cada motivo atendiendo a su transformación en función de las variaciones, sobre todo lumínicas, que recibe en cada ocasión; es por eso que no podemos hablar, en su caso, de repeticiones ni de imitaciones. Similar importancia que lo representado adquiere, en sus trabajos, la evocación del silencio; los buenos conocedores de su pintura dicen que no pinta solo emociones declaradas, sino también las sugeridas, o las ausencias tras las presencias.
Dos exhibiciones de la artista andaluza coinciden desde esta semana en Madrid, con el Real Jardín Botánico y la Galería Leandro Navarro como sedes. Al primer espacio ha llegado “La sal”, exhibición que el año pasado pudo verse en el Museo Patio Herreriano de Valladolid y en el CAAC de Sevilla y que reunía obras de gran formato: miradas a las salinas de Sanlúcar de Barrameda desde un estilo suelto y libre (algunas destacan por sus tonos grises y otras por su manejo de los azules; el cromatismo es muy rico pese a la paleta aparentemente reducida) y un conjunto de piezas muy distintas en su empleo del color, pero de intensidad lumínica semejante, cuya composición tenía igualmente como eje la línea del horizonte. Se trata de vistas de la desembocadura del Guadalquivir en las que Laffón incide en la singularidad de este paisaje, plasmado más allá de convenciones. El conjunto se completaba con bajorrelieves recientes en torno al mismo motivo: la línea del horizonte, elemento esencial de la experiencia contemplativa, en la vida y en el arte, y de la propia trayectoria de esta autora.
Se trata de obras no aptas para el disfrute en un único vistazo: demandan, tanto por la amplitud de su formato como por la riqueza de sus matices y sus texturas, ser recorridas. Podemos decir que las salinas se sitúan en el espacio situado entre el primer plano y el fondo, entre lo telúrico y lo etéreo, conjugando esas montañas de sal su contundencia y rotundidad con cierto aspecto evanescente.
La muestra de Leandro Navarro recoge, por su parte, sus últimos trabajos de la serie “La sal. Las salinas de Bonanza, Sanlúcar de Barrameda”; se trata de treinta y cinco obras realizadas el año pasado y este 2021: pinturas al óleo, témpera y carbón sobre madera o papel y esculturas.
Este conjunto lo inició Laffón, desde la absoluta libertad técnica, en 2017 y su protagonista temático son esas montañas blancas de sal de Bonanza; la exhibición se completa con un catálogo digital que incluye el texto La sal, figura al fondo del paisaje de Estrella de Diego.
Una y otra exposición componen el mayor acercamiento a “La sal” propuesto hasta ahora y también cierto homenaje a la magia del entorno de Sanlúcar de Barrameda, poco cultivado en la tradición paisajística española.
Iniciada en el dibujo desde niña, la artista sevillana recibió clases de Manuel González, estudió Bellas Artes en Madrid, residió un tiempo en Italia y, a su regreso a Sevilla, convertiría ese lugar, la naturaleza de Sanlúcar, en uno de los grandes motivos de su trabajo: allí veraneaba su familia, frente al Coto de Doñana.
En 1961 pasó a formar parte de la nómina de la Galería Juana Mordó, donde entró en contacto con autores como Fernando Zóbel, con quien compartiría estudio. Avanzando en su carrera, recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1982, fue Académica de Número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid en 1997 y, dos años después, se le concedió la Medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes.
Los trabajos de Laffón forman parte de las colecciones del Banco de España, la Fundación Casa de la Moneda, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York o el Museo Reina Sofía.
Carmen Laffón. “La sal. Las Salinas de Bonanza, Sanlúcar de Barrameda”
c/ Amor de Dios, 1
Madrid
Del 17 de marzo al 21 de mayo de 2021
Carmen Laffón. “La sal”
Plaza de Murillo, 2
Madrid
Del 19 de marzo al 23 de mayo de 2021
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