Sakiko Nomura, otro elogio de la sombra

Fundación MAPFRE expone la obra de la fotógrafa japonesa del misterio

Madrid,

Un cofre, una bandeja de mesa baja, un anaquel de laca decorado con oro molido pueden parecer llamativos, chillones, incluso vulgares; pero hagamos el siguiente experimento: dejemos el espacio que los rodea en una completa oscuridad, luego sustituyamos la luz solar o eléctrica por la luz de una única lámpara de aceite o de una vela y veremos inmediatamente que esos llamativos objetos cobran profundidad, sobriedad y densidad.

Son palabras de Junichiro Tanizaki en El elogio de la sombra; bajo las tesis de este ensayo, y sus claves para acercarse a la cultura (lumínica) japonesa, es factible interpretar la producción de buena parte de los fotógrafos de este país. También la de Sakiko Nomura, cuya obra puede verse ya en la sede madrileña de la Fundación MAPFRE bajo el comisariado de Enrique Juncosa, quien ve cumplidos ahora sus esfuerzos por que estos trabajos se expusieran en España.

Asistente durante veinte años de Nobuyoshi Araki, figura fundamental de la imagen nipona y miembro de Provoke, de quien le interesó su captación del dolor, Nomura comenzó a protagonizar muestras, sobre todo en su país pero también fuera, en 1993, aunque sus creaciones han tenido quizá mayor divulgación a través de fotolibros: hasta el momento ha publicado más de treinta. El primero de ellos, Naked Room (1994), apunta las que serían características fundamentales de su fotografía en adelante, tanto en lo temático como en su técnica: sus modelos eran hombres desnudos, que en sus palabras no buscaba sino que encontraba y con quienes establecía -cuando no eran conocidos, circunstancia más habitual- cierta relación de complicidad, por más que esta no consista sino en compartir el tiempo de la toma de imágenes; los ofrecía desenfocados, en composiciones de grano grueso y escaso contraste. En nuestro tiempo también, pero sobre todo hace treinta años, estas escenas venían a subvertir una tradición fotográfica -tanto occidental como oriental- en la que son ellos quienes retratan cuerpos femeninos más o menos dirigidos, por esa razón, a la mirada masculina.

Sakiko Nomura. Black Darkness 061, 2008. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery
Sakiko Nomura. Black Darkness 061, 2008. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery

Salvo en contadas composiciones en las que introduce el color, rodeado casi siempre de negritud, los trabajos de esta autora nos conducen a la oscuridad; se fija en esta como reverso de la luz y su luminosidad es siempre tenue: sugieren estas escenas la búsqueda de una salida en la que, por fin, sea posible divisar todos los contornos. Algunos detalles de sus fotos, de hecho, solo los descubre Nomura después del revelado o, incluso, tras la publicación del fotolibro correspondiente, cuyas ediciones ella supervisa con mimo. Aunque tienen mucho de documental, y están estrechamente vinculadas al momento específico en que se captaron con todos sus matices, no fecha sus obras ni apunta referencias de contexto sobre ellas: esos detalles no distraen a un espectador de quien se requiere una mirada activa a la hora de descifrar, o de comenzar a imaginar.

El florecimiento, en los noventa, de la carrera de esta artista coincidió con un periodo de crisis económica en su país y de internacionalización de su arte y fortalecimiento de las iniciativas vinculadas a la foto, públicas y privadas; el momento parecía idóneo para el despegue de su trayectoria, pero Nomura lo tuvo más peliagudo: si las mujeres fotógrafas se enfrentaban de entrada a más desafíos en una cultura apegada a sus tradiciones, ella transitaba sendas alejadas de las propias de sus coetáneas; deseaba fotografiar todo cuanto la rodeaba, lo bello y lo triste, la vida y la muerte, y tenía la capacidad de, a menudo, encontrarlos cerca.

Sakiko Nomura. Hotel Pegasus 030, 2013. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery
Sakiko Nomura. Hotel Pegasus 030, 2013. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery

La antología de la Fundación MAPFRE, titulada “Tender is the night” en referencia a las atmósferas de la novela de Scott Fitzgerald (jóvenes atractivos, exaltación a un tiempo del deseo y la ternura), reúne un conjunto de desnudos enigmáticos y nunca limpios en su ejecución, naturalezas muertas sobre todo florales, algunas imágenes de animales, vistas urbanas, interiores y captaciones de fenómenos atmosféricos que, en último término, le atraen por la misma razón que el resto de sus motivos: representan lo fugaz y transitorio, un transcurrir de la vida que esta autora ha admirado en su captación fílmica.

Dado que no es posible fechar sus composiciones, la articulación del recorrido no es cronológica, sino que deriva de la estructuración de su obra en fotolibros o bien de sus temas, incluyendo una serie de fotos que Nomura tomó el año pasado, por encargo de la Fundación, en Granada, una ciudad que ya había visitado en 2015, por invitación del Centro García Lorca, y en la que ha confesado haber tirado su cámara centenares de veces.

Sakiko Nomura. Night flight 017, 2008. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery
Sakiko Nomura. Night flight 017, 2008. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery

El montaje, que se completa con la presentación de tres cortos dirigidos por ella misma (Hiroki, Flower y Sea) arranca con trabajos del fotolibro Night Flight (2008), uno de los pocos suyos en color: se alternan los mencionados desnudos masculinos en actitudes íntimas y situados en habitaciones de hotel o en sus casas con despegues o aterrizajes de aviones e instantáneas de distintas formas de iluminación viva en lo oscuro, desde el aterrizaje y el despegue de aviones a a los fuegos humeantes o las chimeneas industriales.

A sus modelos -con alguno de ellos, como Hiroki Kurotaki o el actor de kabuki Koshiro Matsumoto, trabajó durante décadas- les permite transitar libremente por esos interiores confortables tras someras instrucciones previas; de alguna forma, estas fotos son el reflejo de su comodidad tanto ante la cámara como en relación con su entorno. El misterio que los envuelve tiene que ver con su cercanía y distancia con la vida y con la muerte, como ocurre en sus composiciones florales, en las que introduce, como dijimos, el color, pero de manera monótona y envolviéndolo en lo oscuro, sugiriendo en torno a ellas otro espacio de intimidad. Como las vanitas barrocas, simbolizan nuevamente lo transitorio.

Sakiko Nomura. Moonlit Night 015, 2023. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery
Sakiko Nomura. Moonlit Night 015, 2023. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery

Otras imágenes expuestas se corresponden con los fotolibros Black Darkness (conjunción de desnudos masculinos, dormitorios vacíos, rascacielos en la niebla, flores y olas del mar, en blanco y negro, siempre muy oscuros y próximos a lo onírico); NUDE/ A ROOM/ FLOWERS, donde incorpora algo de color y escenas, normalmente nocturnas, de sus viajes; o Fate in spring, un volumen en el que introdujo cambios formales: solapó imágenes no necesariamente relacionadas entre sí para suscitar entre ellas conexiones insospechadas.

Esas experimentaciones técnicas se prolongarían a través de la solarización, tras su participación en los Encuentros de Arlés de 2016: el contenido de los frutos de ese proceso devino aún más hermético y sugestivo, pudiendo derivar de los sueños y memorias de quien contempla (naturalezas, ciudades silueta, intimidades individuales o en pareja); tenía claro Nomura que, si uno no busca las cosas que no pueden verse, estas no se vuelven visibles.

Sakiko Nomura. Black Darkness 017, 2008. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery
Sakiko Nomura. Black Darkness 017, 2008. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery
Sakiko Nomura. a ripple in the silence 033, 1999. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery
Sakiko Nomura. a ripple in the silence 033, 1999. Cortesía de Akio Nagasawa Gallery

 

 

Sakiko Nomura. “Tender is the night”

FUNDACIÓN MAPFRE. SALA RECOLETOS

Paseo de Recoletos, 23

Madrid

Del 6 de febrero al 11 de mayo de 2025

 

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