La producción de la artista extremeña Ruth Morán es diversa en sus técnicas (de la pintura a la cerámica, pasando por el dibujo), pero tiene en común sus reflexiones sobre la escritura, entendida como suma de signos, y sobre el espacio, concebido este como entorno en el que se asientan sus piezas y las relaciones que se establecen entre ellas.
Líneas, puntos y vacíos determinan trabajos en los que la atención al orden y a los ritmos compositivos se conjuga con el azar; buena parte de sus obras ofrecen abstracciones en blanco y negro, derivadas del empleo de temple vinílico, rotulador o perforaciones manuales; en otras, tramas enmarañadas que evocan lo textil contienen densos estratos, geométricos o sígnicos, que gravitan en el espacio. Elementos del paisaje son codificados por Morán como trazos personales, de modo que ese género se funde con la exploración de sus propias inquietudes, y a menudo los fondos oscuros devienen atmósferas gracias a cuerpos lumínicos, rayas y puntos expandidos que contienen color; considera la artista que el cuadro es un microespacio de luz, un juego acumulativo, un palimpsesto. Es un trabajo sobre la luz que exige un sacrificio: extraer la luz, más que mostrarla.
En ningún caso los motivos que incorpora, por más que sean abstractos, pueden interpretarse aisladamente: formas gráficas y cromáticas se conectan entre sí, emergen y resultan contenidas al mismo tiempo, dando lugar, unidas, a cosmos que remiten a lo inabarcable pero que también resultan íntimos. Con una especial sutileza cuentan sus dibujos, cuyo soporte pliega, despliega y repliega prestando atención a lo que queda en los márgenes y a las texturas; es por esa razón que su incursión en la cerámica llegó de forma orgánica, haciendo suyos procesos de trabajo especialmente físicos, en los que caben errores y solapamientos.
Los signos mínimos generan tensiones; la fluidez de las superficies llega al espectador sea en barro o en papel y se busca la medida, y también la luz, allí donde pueda hallarse: imperfecciones y manchas pueden generar caminos nuevos. Otros matices darán lugar a diferentes experiencias.
Hasta el próximo 9 de abril, la Fundación Díaz Caneja de Palencia acoge la muestra “Algo con barro”, que llega a esta ciudad tras su paso por el Museo Barjola de Gijón. Reúne una instalación compuesta por cerámicas y pinturas en tela y papel que dan fe de cómo Morán concibe su actividad creativa como una búsqueda intelectual, desde un enfoque ligado a la investigación. En las piezas seleccionadas, en las que dio una importancia evidente a lo procesual, encontraremos nuevamente caligrafías lineales y grafismos que parecen automáticos y que articulan un espacio exterior mientras nacen de uno interior; asimismo, se han dispuesto las obras componiendo vínculos específicos entre sí mismas (entre sus materiales, telas, esmaltes y engobes) y con la sala donde se exhiben.
Las pinturas ofrecen cuadrículas o retículas como elemento ordenador y forman parte de conjuntos seriales y, a veces, monocromos en los que lo representado queda en un segundo plano respecto a la mencionada indagación en el ritmo y el espacio. En el caso de las cerámicas, sin embargo, ha buscado esta autora recordar cómo, más allá de los usos prácticos dados a ciertos objetos, en esas obras cabe, como en otras disciplinas asociadas a las Bellas Artes, la emoción y la belleza; por eso ha transgredido y puesto a prueba la resistencia del barro a través del ensayo de las temperaturas, el empleo de diversas técnicas de modelado y el uso de esmaltes, óxidos o pastas inusuales. En este caso, ese brutalismo matérico, alquímico, no niega, sino que ensalza, la fragilidad y belleza de la materia prima.
Por su intencionada imperfección, estas piezas reivindican los caminos alternos a la masificación industrial, lo artesanal y sostenible; y no casualmente se disponen en el suelo: nos invitan a regresar a la tierra.
Ruth Morán. “Algo con barro”
C/ Lope de Vega, 2
Palencia
Del 9 de febrero al 9 de abril de 2023
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